Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

martes, 2 de junio de 2020

+06. McCullers

Hay días donde escribir me rompe. Estas notas son un relato mi relato de aquella realidad que me es propia, la niebla y la luz y el silencio entre campanadas, estas notas hablan de bautizar a mirlos con nombres mitológicos, descubrir aquello que estaba oculto y recordar un pasado que permanecía callado, todos los submundos que han emergido en este confinamiento. Escribo para alejar el miedo y, a la vez lo nombro y lo invoco escribo para hablar de la vida, que es hablar, también, del paso del tiempo, del dolor, de la muerte, escribo para hablar de la muerte, que es hablar, también, de las esperanzas, del amor, de las certezas. La escritura me rompe, porque tras las palabras ventana/lluvia/libro/tiempo/niños/recuerdo están soterradas la incertidumbre, el asombro y la amenaza de estos tiempos de pandemia, está confrontar toda la muerte incrustada en toda la vida alrededor, está la estela de nuestra fragilidad, están las flechas del tiempo disparadas a pasado y futuro y que nos alejan de este presente y con ese alejarse la imposibilidad de acercarse a una especie de verdad desnuda de lo que ocurre ahora, hoy, en camas de hospital y vagones de metro, está el tedio y la desidia y la rabia cuando la quietud de los objetos, ventana afuera, detiene hasta el tiempo, está afrontar el dolor que la tristeza, la ansiedad y la vulnerabilidad marcan sobre nuestro cuerpo, están las preguntas sobre aquello que es real y aquello que es relato, y en los momentos donde mi mirada fuera de las páginas de un libro, si la realidad circundante es producto de mi mente o existe por sí misma, fuera de mi yo observador, está acceder a la habitación interior de la que habla una muchacha de apenas catorce años en una novela de McCullers para intentar iluminar los rincones en penumbra, desandar todas las capas de tiempo que me habitan y reencontrarse con todos los niños y hombres que soy y firmar una tregua.

Este tiempo vida entre el silencio.


***

Buscan la atención de Singer, sordomudo. Entran en su habitación en el primer piso de una pensión, un médico negro, una muchacha de catorce años, el dueño de un bar, un trotamundos, y hablan con él de manera profunda e íntima, creyendo encontrar compresión en su cara atenta. Pero sólo proyectan aquello que necesitan, que esperan recoger, sin preguntarse realmente quién es el mudo y qué siente, un puñado de solitarios que descubren y abren su habitación interior a otro, sin cuestionarse por el otro. Espectacular novela de McCullers, sobre la soledad, la incomunicación, los deseos insatisfechos, el encuentro con el otro.


El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado, sumido en sus meditaciones. Entonces, de repente sintió como un intenso estímulo en su interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó un vislumbre del esfuerzo y del valor humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De aquellos que trabajan y de aquellos que —tan sólo una palabra—, aman. Su alma se expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. Vio que estaba mirando su propia cara reflejada en el cristal del mostrador. El sudor le perlaba las sienes y tenía la cara torcida. Tenía un ojo más abierto que el otro. El izquierdo, entrecerrado, escrutaba el pasado en tanto que la mirada más amplia del derecho se dirigía, asustada, a un futuro de negrura, error y ruina. Y él se encontraba suspendido entre el resplandor y la oscuridad. Entre la amarga ironía y la fe. Se dio la vuelta bruscamente.
Carson McCullers. El corazón es un cazador solitario. Traducción Rosa María Bassols. Editorial Planeta.

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