Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop
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domingo, 3 de septiembre de 2017

Blaga Dimitrova en Espacios II


Solo

El árbol perdona al viento
que le saquea las hojas
y le abraza con ramas.
El ave perdona a la nube
que se traga al sol
y la saluda con alas.
La ola perdona a la piedra
que le impide el salto
y la envuelve en caricias.
Sólo el hombre no perdona
al aire, al agua, a la piedra,
a ninguna criatura terrestre.
Persigue a todo con ensañamiento.

Y solo está en el universo.


***


Cada vez más extraño

Renuncia tras renuncia
borrón tras borrón
redescubro mi eje interior,
perdiendo, cada vez más irrevocablemente,
mis pilares externos
(si han sido pilares).

Aluvión tras aluvión,
capa tras capa,
raspo mi verdadero Yo,
que me es cada vez más extraño,
cada vez más otro
(si no más propio).
Cada vez más mío.

Peldaño tras peldaño,
instante tras instante,
me aproximo a mi esencia,
alejándome cada vez más
de mi propio rostro
(si ha sido propio).


***


En la niebla

Me alejo de las palabras
que pronuncio
y más ajenas cada vez me suenan.

Ya antes de articular,
incluso la palabra que me urge,
me eriza la negación.

Me alejo más y más,
me pierdo, me ausento
de las palabras, de mí misma.

Y cada vez más a ciegas, busco
verbo ignoto
que perfore la niebla

y me salve de las palabras.


***


Hasta el final

Aunque todo lo expliquen, confirmen y calculen,
aunque todo el planeta se convierta
en la esfera reluciente de un hipercerebro,
omnividente, omnioyente, omnisciente,
algo quedará impenetrable hasta el final:
el anhelo de algo distinto y otro
en otro tiempo,
de otra manera,
en otro mundo,
otra vez.


***


Bandadas al sur

Algo de mí
que siempre buscaba calor y
 nunca tuvo suficiente aquí.

Algo de mí
consonante con la luz que amanece
y preso eterno de sueño sombrío.

Algo de mí
que sabía volar
y no encontró cielo propio.

Algo de mí,
lo más mío, con mirada de niño,
vuela, vuela con las bandadas del sur.


***


Lengua materna

Mi madre se olvidó las palabras.
Se quedó el mundo sin habla.
Algo intenta articular.

Tantea alrededor.
Estaban aquí, a mano.
Y no están. ¡No!

Se ahoga de esfuerzo,
si no pronuncia enseguida,
morirá.

Dios, mi madre en la oscuridad
las palabras se ha perdido.
Tampoco las sé yo, mamá.

Arrímate a mi hombro.
Tanto se nos amontona,
silenciaremoslo todo.


***


Las lecciones de la historia

El cronista bizantino Próspero Cesáreo
garabateaba de día las crónicas oficiales:
gloriosas victorias, inimaginable progreso, etcétera.

De noche, a escondidas, apuntaba la verdad:
lujuria palaciega, arbitrariedad, saqueos lobunos
empujan hacia el abismo al desventurado pueblo.

¿Cómo de otra manera Próspero prosperaría?
Los garabatos diurnos para hoy que se desvanece.
Las verdades nocturnas para los venideros.

Con las dos plumas armado, Próspero venció.
Pero para poseer una sabiduría tan simple
bizantino hay que nacer.

Y agarrarse con fuerza al apodo Cesáreo.
Blaga Dimitrova. Espacios. Traducción de Zhivka Baltadzhieva Davidova. Editorial La poesía, señor hidalgo.

martes, 29 de agosto de 2017

Blaga Dimitrova en Espacios I



Espacio inverso

El espacio en sentido
de libre sinlímite
no se explaya
fuera de mí.
Está acogido, condensado, doblado
en mi más profundo
dolor,
atado en nudo.

El espacio es mi punto de amparo.
Si cierro los párpados
a él me agarro
contra muros y horizontes.
A todas partes abierto, nunca colmado,
es plenitud.
Y eternamente se expande,
hinchado de suspiros,
porque se siente como acorralado.
El sinlímite es su medida personal.

Su única distinción constante:
que cada uno se construye solo
su cárcel o su intemperie
a lo ancho y a lo hondo.
No se entromete,
ni obstaculiza, ni orienta.
El espacio para mí es el vínculo. El contacto
cada vez más remoto, más infinito.

Recibo luz
de mundos
cada instante más extinguidos.


***


Futuro radiante

–¿Pájaro? –preguntarán los niños–. ¿Pero qué es eso?
–Algo policromo, con plumas, alado.
Muy hermoso, etéreo.
Vuela hasta las nubes.
Y canta como una campanilla cristalina.
–¿Vuela? –exclamarán los niños– ¿Sin pilas,
por sí sólo?
¿Su canto hechiza?
¿Todo plumas de colores deslumbrantes?
¿Y no nos ataca, no mata?
¡No! ¡Fantasías!
¡No ha habido, y menos habrá todavía
un ser así, de cuento de hadas!


***


Claustrofobia

Para el pensamiento
muros.
Cuantos más altos, más prefabricados
¡mejor!

Para el verbo
candados.
Cuanto más secretos, bajo cien llaves
¡mejor!

Para el gesto
celdas.
Cuando más cieliciegas, más asfixiantes
¡mejor!

Para la mirada
troncos de árboles.
Cuanto más secos, más amputados
¡mejor!

Para la imaginación,
si es que aún existe,
ciega pantalla de pared
rasa.

El espacio:
sobrearriesgado sinfín.
No sea que de sopetón
volemos
y todo lo alumbremos

con luz propia.


***


Sobre el abismo

Árbol por vientos derrumbado
es puente sobre el abismo.

Después de tanta vana búsqueda de vado,
al final, cruzando por allí de orilla a orilla,

necesitas dar las gracias. ¿A quién?
¿Al árbol o a la tormenta?

¿A un recóndito tercero?


***


Claridad

Prerespiro los espacios donde el amor
no promete cambio,
no traga fuegos, no baja estrellas,
no truena cadenas perpetuas,
no embriaga con  el ajenjo del deleite,
no amenaza con el don más pródigo, el hijo,
no aúlla de dolor, no vuela de una sólo palabra,
no causa ninguna catástrofe universal,
no suicida de una mirada la esperanza,
prerrespiro aquellos espacios claros-claros,
latitudes donde el amor es solo un sentimiento
hondo, como último aliento.


***


Lo más

Viví en el siglo más de oro,
en la sociedad más feliz,
en el régimen más justo,
bajo la doctrina más sabia,
con la moral más pura,
en la camaradería más eterna,
encaminada hacia el futuro más bello...

Me salté el comparativo,
directo en el superlativo situaron mi vida.
Obligatorio era que la sonrisa
fuese la más luminosa,
el momento, el más histórico,
la fiesta, la más festiva,
el progreso, el más progresista.

Yo creí con la fe más pura,
con el más ardiente ardor ardí.
Y cada segundo viví de puntillas:
a sobrepasar el listón, sor lo más...
Y sólo, no sé por qué, mis versos
tristes, más tristes se sobresaltan,
tristes, hasta no poder ser.


***


Olor a mano humana

Recogí del suelo un pajarillo,
una cría, caída del nido.
Acaricié sus temblores,
lo calenté en el hueco de mi mano.
Turbada, la madre ave
lazos y nudos de aire sobre mí circunscribía.
Acomodé a la cría
en el regazo de su árbol nativo.
La madre planeó asustada
y febrilmente la olfateó.
Y con un grito agudo
se hundió en el cielo.
¡Olor a mano humana!
Mejor cría muerta
que mancillada por ser humano.
En su mano anida un mal augurio.
Trae hedor de podredumbre.
Blaga Dimitrova. Espacios. Traducción de Zhivka Baltadzhieva Davidova. Editorial La poesía, señor hidalgo.