Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop
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jueves, 27 de febrero de 2020

El precio de la amistad. Kjell Askildsen

a) Salgo de los cuentos de Askildsen con la sensación de haber atravesado un paisaje vacío: la tensión ante algo que está por suceder, por hacerse presente y cambiarlo todo,  una verdad que está por revelarse pero que se malogra antes de concretarse, la vida de unos personajes que parecen atrapadas en el tedio y que ansían, al salir de casa, vivir una experiencia, o miran por la ventana en busca de una luz que destelle, por un instante, en la oscuridad, y rompan su aislamiento. La escritura de Askildsen es fría, lacónica, es la palabra justa y precisa, apenas necesita unos trazos para componer una escena, apenas un par de frases para conocer la voz y rostro de sus personajes, unos personajes que se enfrentan a unas relaciones decepcionantes y agotadas, unas vidas anodinas dominadas por silencios abrumadores, por lo que no se dice, convirtiendo esos silencios en frontera. Los diálogos, parcos, sólo sirven para mostrar la distancia entre los personajes, la soledad y el aburrimiento de cada uno de ellos. Y es en esa soledad, casi siempre en la noche, antes de acostarse, donde los protagonistas se quedan ante sus pensamientos, el mundo interior e inaccesible al otro, y llegan a percibir una verdad terrible.

Se quitó los zapatos y se metió debajo del edredón con la ropa puesta, luego volvió a levantarse, cerró la puerta y volvió a acostarse. Pero enseguida supo que no lograría dormirse y que quedarse sin hacer nada no haría sino empeorarlo todo, reforzar esa creciente sensación de abandono, de extravío. Y sin embargo no se levantó, pensó: Pero si así es como es, si este es el núcleo de mi vida. Lo otro no es más que actividad, acción, huir de ser reconocido.

b) Hablo de un paisaje vacío al salir de los libros de Askildsen no como algo peyorativo o decepcionante, sino asombrado ante la desnudez de una escritura capaz de mostrar una vida entera a través de un detalle de ella. No hay refugios en los paisajes vacíos, y eso parece ocurrir en la vida de los personajes de Askildsen, no hay un lugar seguro, lo importante ocurre en la mente de los protagonistas, no en sus palabras, mantienen conversaciones intranscendentes mientras lo primordial, el centro de su pensamiento, queda oculto al otro. Entonces, la tensión y la tirantez ante aquello que no se dice, ante un mundo interior que no se verbaliza. La distancia y la separación y el agotamiento: así transcurren los encuentros entre los personajes.

c) Askildsen escribió los cuentos El precio de la amistad, que apenas ocupan ochenta páginas, entre 1998 y 2004. Imagino la labor de poda de estos cuentos hasta dejarlos desprovistos de todo lo superfluo. Algunas descripciones de caminos y paisajes, algún rasgo físico despechado en un par de adjetivos, poco más. Y aún así, en ese paisaje vacío, siento el mundo subterráneo de los personajes, su tedio y su malestar, su búsqueda de una experiencia, su alejamiento e incomprensión del otro, algo que está por emerger, tal vez con una violencia seca y rápida. Son vidas en un paraje gris, enfriadas por los años y los encuentros con el otro, que se sorprenden cuando una luz aparece en un estallido de un segundo antes de desaparecer, dejando una estela confusa y extraña. Hay un hombre, un anciano ciego, que siente que todo se iluminó por un instante al volver la cabeza hacia su hijo y advierte el desconcierto de quien se encuentra ante una revelación, otro que enciende un farol para hacerse visible a su vecina y marcar su posición en la noche para romper una soledad que le ha dejado sin palabras, hay quien acude al entierro de un hermano y cuando sale a la luz del otoño sólo quiere desaparecer de la multitud, quien queda con un amigo para comer esperando una conversación significativa, hay un hombre que se pregunta por lo que cree que su mujer sabe de él, un matrimonio que ha dejado de reconocerse.

¿Qué sabes tú de lo que yo creo?, dijo ella, cuéntame lo que crees que yo creo.
No contesté. Pensé: Que se joda.
La toqué suavemente y dije que sentía haber dicho que había quedado con William.
Bueno, dijo ella.
Retiré la mano.
No tenía nada que ver contigo, dije.
Pero, Martin… dijo ella.
No sabía qué más decir. Ella se volvió y me miró. Nuestras miradas se cruzaron. Era incapaz de ver lo que había en esa mirada. Ella estaba completamente tranquila; tenía una expresión parecida a la que tiene a veces cuando duerme. Me acarició la mejilla.
Esto no cambia nada, dijo.
Así es, pensé.
¿A que no?, preguntó.
No, contesté.

coda) Me gusta Askildsen. Su austeridad. Su laconismo. He disfrutado de estos relatos, no tanto como en aquellos, admirables, de Desde ahora te llevaré a casa o los recogidos en Todo como antes; los he leído con lentitud, me ha vuelto a ganar con su forma de desprenderse de lo intrascendente para hablar de la distancia con el otro, de todo aquello que no se dice. Entiendo que haya a quien no lleguen estos relatos. Que les parezcan esquemáticos. Para mí tienen el valor de un paisaje vacío: me hace preguntarme por aquello que falta.







Cuando la mujer se alejó, él dijo que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, y que mientras estaba esperándome, pensó que quizá fuera demasiado tiempo y no nos reconociéramos, y tal vez hubiera variado nuestro concepto de nosotros mismos, porque era muy normal que hubiéramos cambiado, al menos con relación al otro, ya que la influencia recíproca había cesado.
Esas eran las palabras que yo había utilizado en mi discurso esa última noche, dijo él, yo había dicho que la amenaza para una amistad era que la influencia recíproca cesara.
Kjell Askildsen. El precio de la amistad. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica libros.

sábado, 13 de febrero de 2016

Por senderos que la maleza oculta. Knut Hamsun

Por senderos que la maleza oculta es un buen libro para preguntarse si es posible o aconsejable separar la vida del escritor de su obra escrita. Porque difícil hablar de Por senderos que la maleza oculta sin referirse a la vida de Hamsun, sus simpatías por el régimen nazi y sus últimos años enclaustrado en hospitales y manicomios para, en cierta forma, salvar su honor con un diagnóstico de locura. Quien lea esta novela/diario/ensayo, sabrá poco del pensamiento de Hamsun antes del encierro, su cercanía al gobierno fascista impuesto por los nazis en Noruega. En Por senderos que la maleza oculta, un diario/cajón de sastre, Hamsun incluye su día a día tras su detención por traición a la patria, los paseos entre la naturaleza y sus encuentros con otras personas, sus reflexiones ante su detención, el paso del tiempo y la vejez, sus recuerdos de su vida en la granja o como emigrante en Estados Unidos, el proceso judicial en sí, los interrogatorios y juicios a los que se ve sometido durante tres años y la espera a una decisión final. Hay varios niveles dentro de esta novela, el amor por la naturaleza de la parte de diario de esta novela que se mezclan con las cartas escritas al fiscal general sobre su situación o su discurso de defensa en el juicio celebrado tras años de demora. 

En esta novela/diario de Hamsun sorprende la escritura de un hombre de más de noventa años. Como en Hambre, Por senderos que la maleza oculta parece fuera de su tiempo, Hamsun y su largo monólogo interior que se detiene en describir las diferentes fases por las que pasa un hombre cautivo. Si en Hambre un escritor lleva su pobreza y pasión hasta un límite excesivo, en Por senderos que la maleza oculta Hamsun se pregunta por los motivos de su encierro, escribe pequeñas anotaciones sobre su día a día y sobre su espera, rememora un pasado distante, su soledad presente, su sordera que le hace estar ante un mundo mudo y lo aísla en un doble encierro, los días en el psiquiátrico y cómo pasa de celda a habitación, de las preguntas del psiquiatra sobre su conducta a sus pensamientos posteriores sobre su estancia en el manicomio y cómo se sentía fuera del mundo.


Además, ¿para qué iba a servir todo eso? ¿Se trataba de conseguir que se me declarase demente y, en consecuencia, no responsable de mis actos? ¿Es esa la buena voluntad que quería ofrecerme el señor fiscal general? En ese caso no ha contado conmigo. Desde el primer momento, en el juzgado de instrucción, el 23 de junio, me responsabilicé de mis actos, y desde entonces he mantenido íntegramente esa posición. Pues sabía por mí mismo que si me dejaban hablar con libertad, el viento soplaría a favor de la absolución, o algo tan cercano a la absolución como yo hubiera podido esperar y el tribunal aceptar. Sabía que era inocente, sordo e inocente, me habría manejado bien en un examen realizado por el fiscal general, contándole la mayor parte de la verdad.
Pero esta situación se trastocó por las circunstancias por las que fui encerrado, mes tras mes privado de libertad, de voluntad, a la fuerza, con prohibiciones, torturas, inquisición. Soy consciente de que la institución puede expedir esmerados certificados que digan otra cosa. Que lo haga. No todos tenemos la misma sensibilidad, para bien o para mal, pero reaccionamos de diferentes maneras en nuestras aportaciones. Algunos viven, descansan y trabajan a tirones, no consiguen nada especulando. Si alguna vez reciben una pizca de la gracia del cielo, entonces todo marcha sobre ruedas en ese instante, por lo demás se quedan inmóviles. Yo, por mi parte, habría preferido diez veces estar entre rejas en una cárcel ordinaria que ser torturado conviviendo con esos seres más o menos enfermos mentales de la Clínica Psiquiátrica.
Pero allí me quedé.

Por senderos que la maleza oculta se inicia con la detención de Hamsun y su llegada a un hospital. Sordo y con octogenario, Hamsun vive en un silencio casi absoluto que lo aparta del mundo y enmudece los gestos de las personas alrededor, un silencio que lo convierte en un ermitaño, en alguien ajeno. Hamsun será trasladado de un hospital a un manicomio, le llevarán a interrogatorios escritos, el delito la traición a la patria por su simpatía con el régimen nazi. Apenas hay pistas de lo ocurrido antes de la detención de Hamsun, y sólo alguna justificación por el vacío de noticias sobre la realidad que ocultaba el nazismo.

Se nos había ofrecido la idea de que Noruega ocuparía un lugar destacado en esa sociedad germánica mundial que se estaba fraguando. Y en la que todos creíamos; en mayor o menor grado, pero todo el mundo creía en ella. Yo creía en ella, por eso escribía como escribía. Escribía sobre Noruega, que ocuparía un lugar destacado entre los países germánicos de Europa. El que también escribiera más o menos de la misma manera sobre el estado ocupante debería ser fácil de entender. Pues no quería exponerme al peligro de resultar sospechoso, lo que en realidad y como gran paradoja ocurrió. Mi casa estuvo siempre rodeada de oficiales y soldados alemanes, incluso por la noche, sí, muchas veces también por las noches, hasta el amanecer, y a veces era inevitable que tuviera la sensación de estar rodeado por observadores, por gente que iba a controlarme a mí y a mi familia. Por parte de círculos alemanes relativamente destacados, se me recordó dos veces (si la memoria no me falla), dos veces, que yo no realizaba tantas actividades como ciertos suecos cuyos nombres me indicaban, subrayando el hecho de que Suecia era un país neutral, lo que no era el caso de Noruega. No estaban pues demasiado contentos conmigo. Se esperaba recibir más de mí de lo que daba. Teniendo en cuenta que esas eran las condiciones bajo las que escribía, debe resultar comprensible, hasta cierto punto, que tuviera que mantener algún equilibrio entre mi país y el otro. No digo esto para defenderme o disculparme. No me defiendo en absoluto. Lo expongo como explicación, como información al honrado tribunal.
Y nadie me dijo que estuviera mal lo que estaba escribiendo, nadie en todo el país. Estaba solo en mi habitación, exclusivamente remitido a mí mismo. No oía, estaba tan sordo que no se podía tratar conmigo. Me daban golpes en la tubería de la estufa de leña desde el piso de abajo para que bajara a comer, ese sí era un sonido que podía captar. Bajaba, comía y volvía a subir a mi habitación. Así fue durante meses, años, durante todos esos años fue así. Y jamás me llegó la menor insinuación. Pues no era un fugitivo. Gozaba de una pequeña fama en el extranjero. Creía tener amigos en ambos bandos en Noruega, tanto entre los partidarios de Quisling como entre los que luchaban contra él. Pero nunca me llegó una pequeña advertencia, un buen consejo del mundo exterior. No, el mundo se abstuvo por completo de eso. Y tampoco de mi familia ni de la gente de mi casa solía recibir algo de información o ayuda. Conmigo todo había que hacerlo por escrito, y a la larga resultaba demasiado molesto. Me quedaba en mi habitación. En esas circunstancias solo tenía mis dos periódicos, Aftenposten y Fritt Folk, y en ellos no se decía nada de que lo que escribía estuviera mal. Al contrario.
Y no era incorrecto lo que escribía. No era incorrecto cuando lo escribía. Era correcto, y lo que escribía era correcto.Voy a explicarlo. ¿Qué escribía? Escribía para impedir que la juventud y los hombres noruegos se comportaran de un modo necio y provocador ante los ocupantes cuando no serviría de nada, excepto para ruina y muerte de ellos. Eso era lo que escribía de muchas y variadas maneras.


Hay algo en la escritura de Hamsun que asombra, su modernidad, su técnica depurada, su sencillez y profundidad, cierta rabia subterránea, la forma en la que contempla la naturaleza, el paso del tiempo y la muerte. Hay resistencia y superioridad, hay una mirada pausada y, a la vez, enérgica, hay un recorrido por los caminos y los bosques que recuerdan a Thoreau y un pasado donde se habla de ser emigrante en Estados Unidos, los días en granjas y pequeños pueblos que crecen poco a poco y la tierra como algo primordial (esas páginas dedicadas a los días en Estados Unidos, después de su alegato de defensa en el juicio, son pura aventura).

Por senderos que la maleza oculta es una lectura agridulce.








En la vida cotidiana no ocurre gran cosa. Un viejo sube la cuesta con un féretro en la carreta, su anciana mujer va detrás empujando. Ya es la segunda vez en el tiempo que llevo aquí que esta pareja de ancianos llega con un féretro, alguien ha muerto esta noche en el hospital, y el cadáver lo meten en una casita aparte, aquí en la colina, hasta que lo entierran. Silencioso y pacífico, nada especial. Él afloja la cuerda, se va al extremo y tira. La mujer vuelve a empujar. Y el ataúd se desliza por el suelo. (…)
De mi mundo exterior hay menos que decir. Aquí no hay más que la colina, sin un macizo de flores. El tiempo es inclemente, el viento es casi siempre vendaval; pero los árboles están cerca y el bosque con pajarillos en el aire y toda clase de bichos en la tierra. Ay, el mundo es hermoso también aquí, y deberíamos estar muy agradecidos de poder existir en él. Aquí hay una gran riqueza de colores incluso en las piedras y en el brezo, hay formas maravillosas en los helechos, y aún me queda un buen sabor en la boca de ese trozo de polipodio que encontré.

***

El verano pasa. No noto en mí ninguna gran diferencia entre las estaciones, no se suceden en meses, el tiempo no tiene tiempo y el verano me desaparece.
Pero ha sucedido algo. No escribo ningún libro, ni siquiera un diario, Dios me libre, me salto grandes trozos en línea recta y ni siquiera llevo la cuenta de lo que pasa. Pero algunas cosas del mundo exterior sí penetran en mí. Se ha ido la vieja directora de la residencia y una nueva ha venido en su lugar. Una de las dos bellezas de la oficina de abajo nos ha dejado, pero nos queda la otra. Nuestra vieja residencia de viejos se nos ha quedado anticuada, y tenemos intención de construir una nueva.
No es poca cosa. Veo que los vejestorios ya tenemos algo serio de lo que hablar, vamos a tener baños, lavandería, enfermería, panadería, gallinero, leñera y habitaciones exteriores para veinte o treinta personas bajo un solo techo. Nunca antes hemos sabido nada de tales prodigios, y tiene lugar en nuestra imaginación un acelerón que no hemos sentido desde la juventud. Algunos intentamos defender nuestra antigua residencia, tampoco hemos estado mal en ella, y además… ¿no hemos venido aquí para morir? Sí, claro. Pero hay que aprovechar lo que se pueda hasta el último momento. Tenemos que estar al día, ¿no? Tenemos que modernizarnos, ¿verdad? Tráenos una nueva residencia, no nos costará nada acostumbrarnos a nuevas necesidades así, con un pie en el estribo, y morirnos con un cigarrillo en la boca.
Claro que nos vamos a morir, dice san Agustín, pero todavía no.

***

Uno, dos, tres, cuatro —así voy anotando pequeños textos para mí mismo. No sirve de nada, no es más que una vieja costumbre. Tengo una tubería por la que se me escapan palabras prudentes. Soy un grifo que gotea, uno, dos, tres, cuatro…
¿No hay una estrella llamada Mira? Podría haberlo consultado, pero no tengo donde hacerlo. Da lo mismo. Mira es una estrella que llega, brilla brevemente y luego desaparece. Esa es toda su vida. Ser humano, en este punto pienso en ti. De todo lo vivo en el mundo, tú has nacido para poca cosa. No eres ni bueno ni malo, te has creado sin un objetivo planificado. Vienes de la niebla y vuelves a la niebla, tan cordialmente imperfecto eres. Tú, ser humano, si te subes a un caballo raro, ya no hay nada que haga raro a ese caballo. Así siempre, todos los días y por el mismo camino, lentamente…
¿Te bajas de un salto tocando la tierra con tu sombrero ante dos ojos, dos ojos con los que te encuentras? No tienes vida para eso.
Justo en este momento sube arremolinándose desde lo subterráneo una nueva estirpe llena de esperanza. Es recién nacida e inocente. Leo sobre ella, pero no conozco ningún nombre, y lo mismo da. Es una luz para el caminante, llega, brilla un poco y desaparece. Va y viene, como yo iba y venía.

***

Tácito opina que los germánicos somos hábiles para morir. Y los vikingos no nos deshonraron en ese aspecto. Nuestro conocimiento aún más reciente nos deja claro por qué existe en sí la muerte: pues no morimos para estar muertos, para ser algo muerto, morimos para poder pasar a la vida, morimos a la vida, estamos dentro de un plan. El mismo Tácito nos elogia porque no adornamos en exceso nuestras tumbas. Nos limitamos a echar algo de torva encima para evitar el olor. Luego nos elogia también por no querer tener altos monumentos sobre la tumba. Dice que los desdeñamos. No ha tenido en cuenta nuestra modesta decadencia en los últimos tiempos.
Knut Hamsun. Por senderos que la maleza oculta. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nørdica libros.

domingo, 31 de enero de 2016

Emily Dickinson en El viento comenzó a mecer la hierba



135

El agua se aprende por la sed;
la tierra, por los océanos atravesados;
el éxtasis, por la agonía.
La paz se revela por las batallas;
el amor, por el recuerdo de los que se fueron;
los pájaros, por la nieve.


Water, is taught by thirst.
Land — by the Oceans passed.
Transport — by throe —
Peace — by its battles told —
Love, by Memorial Mold —
Birds, by the Snow.

***


169

Mirar en la cajita de ébano, con devoción,
cuando los años han pasado,
sacudiendo el aterciopelado polvo
que los veranos han posado.

Levantar una carta hacia la luz,
oscurecida ahora, con el tiempo;
repasar las palabras desvaídas que,
como el vino, un día nos alegraron.

Tal vez, encontrar entre sus cajoncillos
la arrugada mejilla de una flor,
recogida hace mucho, una mañana,
por una galante mano desaparecida.

Un rizo, quizás, de frentes
que nuestra constancia olvidó;
tal vez, un antiguo adorno
de una moda que ya pasó.

Y después, dejarlos reposar de nuevo,
y olvidarnos de ellos,
como si la cajita de ébano
no fuera asunto nuestro.


In Ebon Box, when years have flown
To reverently peer,
Wiping away the velvet dust
Summers have sprinkled there!


To hold a letter to the light —
Grown Tawny now, with time —
To con the faded syllables
That quickened us like Wine!

Perhaps a Flower's shrivelled check
Among its stores to find —
Plucked far away, some morning —
By gallant — mouldering hand!

A curl, perhaps, from foreheads
Our Constancy forgot —
Perhaps, an Antique trinket —
In vanished fashions set!

And then to lay them quiet back —
And go about its care —
As if the little Ebon Box
Were none of our affair!


***


298

No puedo estar sola,
pues me visitan multitudes;
incontables visitantes
que irrumpen en mi cuarto.

No tienen ropas, ni nombres,
ni tiempo, ni país;
tienen casas compartidas,
como los gnomos.

Su llegada puede ser anunciada
por mensajeros, en lo interior;
su partida, no,
pues nunca se marchan.


Alone, I cannot be —
For Hosts — do visit me —
Recordless Company —
Who baffle Key —

They have no Robes, nor Names —
No Almanacs — nor Climes —
But general Homes
Like Gnomes —

Their Coming, may be known
By Couriers within —
Their going — is not —
For they've never gone —


***


335

No es que morir nos duela tanto.
Es vivir lo que más nos duele.
Pero el morir es algo diferente,
un algo detrás de la puerta.

La costumbre del pájaro de ir al Sur
-antes que los hielos lleguen
acepta una mejor latitud-.
Nosotros somos los pájaros que se quedan.

Los temblorosos, rondando la puerta del granjero,
mendigando su ocasional migaja
hasta que las compasivas nieves
convencen a nuestras plumas para ir a casa.


'Tis not that Dying hurts us so —
'Tis Living — hurts us more —
But Dying — is a different way —
A Kind behind the Door —

The Southern Custom — of the Bird —
That ere the Frosts are due —
Accepts a better Latitude —
We — are the Birds — that stay.

The Shrivers round Farmers' doors —
For whose reluctant Crumb —
We stipulate — till pitying Snows
Persuade our Feathers Home.


***


404

¡Cuántas flores mueren en el bosque
o se marchitan en la colina
sin el privilegio de saber
que son hermosas!

¡Cuántas entregan su anónima semilla
a una brisa cualquiera,
ignorantes del cargamento escarlata
que a otros ojos lleva!


How many Flowers fail in Wood —
Or perish from the Hill —
Without the privilege to know
That they are Beautiful —

How many cast a nameless Pod
Upon the nearest Breeze —
Unconscious of the Scarlet Freight —
It bear to Other Eyes —


***


670

No es necesario ser una habitación
para estar embrujada,
no es necesario ser una casa.
El cerebro tiene pasillos más grandes
que los pasillos reales.

Es mucho más seguro encontrarse a medianoche
con un fantasma exterior
que toparse con ese gélido huésped,
el fantasma interior.

Más seguro correr por una abadía
perseguida por las sepulturas
que, sin luna, encontrarse a una misma
en un lugar solitario.

Nosotros tras nosotros mismos escondidos,
lo que nos produce más horror.
Sería menos terrible
un asesino en nuestra habitación.

El prudente coge un revólver
y empuja la puerta,
sin percatarse de un espectro superior
que está más cerca.


One need not be a Chamber — to be Haunted —
One need not be a House —
The Brain has Corridors — surpassing
Material Place —

Far safer, of a Midnight Meeting
External Ghost
Than its interior Confronting —
That Cooler Host.

Far safer, through an Abbey gallop,
The Stones a'chase —
Than Unarmed, one's a'self encounter —
In lonesome Place —

Ourself behind ourself, concealed —
Should startle most —
Assassin hid in our Apartment
Be Horror's least.

The Body — borrows a Revolver —
He bolts the Door —
O'erlooking a superior spectre —
Or More —


***


791

Dios dio un pan a cada pájaro,
pero solo una migaja a mí.
No me atrevo a comerla,
aunque perezca.

Tenerla, tocarla,
es mi doloroso placer.
Confirmar la hazaña que hizo mío el pedacito.
Demasiado feliz, en mi suerte de gorrión,
para codicia mayor.

Puede haber hambruna en torno mío
que yo no perderé una miguita siquiera.
Tan espléndida mi mesa resplandece.
Tan hermoso mi granero se muestra.

Me pregunto cómo se sentirán los ricos,
los maharajás, los condes. Yo creo
que, con solo una migaja,
soy soberana de todos ellos.


God gave a Loaf to every Bird —
But just a Crumb — to Me —
I dare not eat it — tho' I starve —
My poignant luxury —

To own it — touch it —
Prove the feat — that made the Pellet mine —
Too happy — for my Sparrow's chance —
For Ampler Coveting —

It might be Famine — all around —
I could not miss an Ear —
Such Plenty smiles upon my Board —
My Garner shows so fair —

I wonder how the Rich — may feel —
An Indiaman — An Earl —
I deem that I — with but a Crumb —
Am Sovereign of them all —
Emily Dickinson. El viento comenzó a mecer la hierba. Traducción de Enrique Goicolea. Ilustraciones de Kike de la Rubia. Nørdica libros.