Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop
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miércoles, 31 de enero de 2024

2023 en lecturas

Divido los libros en tres columnas sobre la mesa de la cocina. No elijo un orden concreto. No guardan relación entre sí. He elegido estos veinticinco libros entre mis estanterías como rastro de mi año lector. Hay literatura argentina y poesía gallega, hay diarios y relatos cortos, hay memorias en un psiquiátrico y memorias de un lector y sus lecturas, hay literatura oral y mundos febriles e irreales. 
A finales del pasado año, como un juego, hice una foto de estos libros ahora desperdigados por la mesa de la cocina y de los que he vuelto a releer al azar algunas de sus páginas. Elegí cinco de entre ellos como las mejores lecturas de dos mil veintitrés y una lista con los restantes libros como lecturas a recordar y, en un mundo imperfecto de tiempo circular, releer. Estos eran los cinco libros que sobresalieron sobre los demás

    • Cuerpo vítreo — Aurora Freijo Corbeira
    • El libro vacío/ Los años falsos — Josefina Vicens
    • La luna y las fogatas — Cesare Pavese
    • Aguamala — Nicola Pugliese
    • Diario de una soledad — May Sarton



*

En este mundo de aplicaciones que cuentan pasos y tiempo ante pantallas móviles y pulsaciones, yo sólo sumaría el tiempo dedicado a la lectura para saber cuántos días entre señales y huellas y  ficciones ajenas. Porque salgo de las páginas de un libro con cierta desorientación y despiste. Durante veinte minutos o dos horas he sido testigo de otra escritura y otra naturaleza, he abandonado mis sombras interiores para adentrarme en otras sombras, he debatido en silencio con escritores ya muertos o escritoras rebeldes sobre la inconsistencia de los recuerdos y el valor de la soledad, sobre el infierno propio, los miedos y las crueldades, sobre preguntarse por el ser y la muerte mientras sólo hay temblor; he leído a excombatientes cuyos recuerdos de guerra los convierten en seres ajenos a la comunidad y a un hombre que (d)escribe la vida cotidiana en un campo de prisioneros de manera humanista; he visitado la Jerusalén dividida entre distintas religiones y gestos ancestrales, los cronorrefugios para aquellos agotados y desilusionados por el presente, las calles bucarestinas donde subterráneos y estatuas gigantes y universos infinitos ubicados en las patas de un ácaro y las ruinas alemanas tras la segunda guerra mundial. He sido parte y estela. 

*

Este ha sido un año donde las editoriales modestas han ganado presencia en mis lecturas. Cada tarde de librería, ya buscara un título concreto o dejarme encontrar, los libros de altamerea, Malas tierras, Gallo Nero o Dirty Works (y tránsito, Pepitas de Calabaza, Chai, Automática y…) eran una promesa de algo inefable, de camino escondido. Apenas ha habido decepciones con los autores de estas editoriales y sí  colisiones vonnegutianas, hallazgos, lucha, discusión y asombro. He leído de tres en tres a May Sarton, Cărtărescu, Pavese, Gospódinov o los relatos cortos de Bonnie Jo Campbell donde las mujeres dejan sacar un mundo salvaje oculto y se cuestionan hasta dónde permitirán llegar su dolor, y he terminado cuatro de los libros de Chivite, una forma de ver las repeticiones, cadencias e intereses que habitan en otras escrituras. Olga Novo me ayudó a aquietarme en la mudanza de septiembre, cuando todo eran columnas de cajas y mochilas, y a descansar de la trilogía Cegador y sus mundos oníricos y turbados. Descubrí el humanismo de Guareschi en un campo de prisioneros —hay ternura y dolor y humor en sus páginas, y tristeza e inteligencia. En más de una página me he visto sonriendo (y, a la siguiente, el estupor ante el horror)— y el surrealismo de Pugliese y la voz poética y litúrgica de Gómez Arcos. Volví a la escritura fragmentada y rabiosa de Drndić en su estudio sobre la memoria y la culpa de nuestro último siglo y a la prosa despojada, dolorosa y bella de Aurora Freijo Corbeira. En sus relatos, Dubus parece hacer un tratado sobre la infelicidad personal y matrimonial, sobre nuestros miedos y vulnerabilidades, sobre expectativas que se apagan de a poco. Son tristes estos relatos, y duros y conmovedores. Y están tan bien escritos. El libro vacío fue una de las mayores sorpresas lectoras de los últimos años, un libro sobre un hombre que renuncia a escribir pero necesita escribir esa negación, dejar constancia de ella.

*

Me gustaría recordar cada una de mis sesenta y siete lecturas —y recordar es volver a pasar por el corazón—. O, al menos, los relatos de Maria Messina en sus Muchachas sicilianas, su lenguaje sencillo y profundo para detallar vidas al margen o vidas silenciadas y que me recordaron a aquellas mujeres gallegas con su sempiterno luto y su espera. O los reportajes de Dagerman en la Alemania de la posguerra, su afán por mostrar y ser testigo de la destrucción, la pobreza y el dolor de un pueblo derrotado —sin olvidar de dónde venía ese pueblo—. O el regreso imposible del narrador de La Luna y las fogatas a otro pueblo de la posguerra, en esta ocasión el italiano y la pregunta de Pavese sobre qué queda de nuestro pasado. O ese recorrido de Ayestarán a través de la Jerusalén de hoy y ayer, porque, como decía Heródoto, hay que ir a la causa primera para comprender los entresijos del presente. O al inolvidable Piotr Niewiadomski de La sal de la tierra, un hombre tierno y humilde que se ve desnortado ante una guerra que no entiende. O los parajes y personajes áridos y telúricos de Con otro sol de Angelino y Enero de Sara Gallardo, que da voz a una muchacha violada en el campo argentino. O las memorias de Bette Howland en un pabellón siquiátrico, donde se hace a un lado para observar a sus compañeros de pabellón y retratarlos con humanidad, comprensión y compasión. O la pregunta ¿cómo no temblar? en Cuerpo vítreo —y yo, como dice un verso de Isabel Bono, creo en lo que tiembla—, y la soledad y las despedidas y el abismo de la ceguera como alumbramiento de aquello que nos ocultamos. O las voces de veteranos de guerra en ese ejemplo de literatura oral que es Nam, donde asistí asombrado, una vez más, a la vida cercada de horror, las ideas confusas por las que se alistaron, la realidad inverosímil que les rodeaba y arraigó en su pecho, la violencia en el corazón de cada uno de ellos, el regreso al hogar convertidos en fantasmas o espíritus derrotados. O este poema de Leire Bilbao

Y TE PRONUNCIO

El significado de cada palabra 
contiene una interpretación subjetiva, 
una memoria lejana del edificio 
que sustenta la palabra: 
por eso articulo tu nombre 
tan descarnadamente como el día en que naciste para mí.

En el camino que me llevó a ti tragué 
piedras matorrales y clavos, 
y a pesar de atascárseme en la garganta 
te pronuncio 
desde el momento en que dejamos de ser uno. 

Te has convertido en un grito en la calle: 
en mi boca 
susurro de ríos secos, 
retumbar del silencio.

La naturaleza ha decidido por mí; 

nadie dirá tu nombre 
mejor que mi cuerpo.

*

Como en los últimos años, no me marco objetivos para un dos mil veinticuatro que empecé con Vonnegut, Kaurismaki, Shepard y Wenders. Tal vez adentrarme en la otra cara del mito de la frontera estadounidense y leer Las guerras apaches y Enterrad mi corazón en Wounded Knee. Tal vez las mil páginas de la Exégesis de Dick, un diario atormentado de cuando creía recibir mensajes del logos/universo a través de un rayo rosa que le hablaban de habitar una realidad ficticia y mecánica. Tal vez más poesía y ensayo. Tal vez.



    • La ventana inolvidable - Menchu Gutiérrez. Galaxia Gutenberg 
    • Muchachas sicilianas - Maria Messina. Trad. Raquel Olcoz. Altamarea ediciones 
    • Diario clandestino 1943-1945 - Giovannino Guareschi. Trad. Manuel Manzano. La fuga ediciones 
    • El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes - Tatiana Ţibuleac. Trad. Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta 
    • Reflejos en un ojo dorado - Carson McCullers. Trad. María Campuzano. Austral 
    • Pájaro de celda - Kurt Vonnegut. Trad. José M. Álvarez y Ángela Pérez. Argos Vergara
    • El diablo en las colinas - Cesare Pavese. Trad. Víctor Olvina. Stirner 
    • ¡Vivir! - Yu Hua. Trad. Anne-Hélène Suárez Girard- Seix Barral
    • El comunista y la hija del comunista - Jane Lazarre. Trad. Blanca Gago. Las afueras
    • El hombre que cayó a la tierra - Walter Tevis. Trad. José María Aroca. Alfaguara
    • Otoño alemán - Stig Dagerman. Trad. José María Caba revisada por Jesús García Rodríguez. Pepitas de calabaza
    • Una infancia. Biografía de un lugar - Harry Crews. Trad. Javier Lucini. Acuarela & A. Machado 
    • El fondo del puerto - Joseph Mitchell. Trad. Álex Gibert. Anagrama 
    • El secreto de Joe Gould - Joseph Mitchell. Trad. Marcelo Cohen. Círculo de lectores (relectura)
    • El pabellón 3 - Bette Howland. Trad. Lucía Martínez Pardo. Tránsito 
    • Hotel Splendid - Marie Redonett. Trad. Rubén Martínez Giráldez. Malas Tierras 
    • Un hombre inútil - Sait Faik Abasıyanık. Trad. Mario Grande Esteban. Gallo Nero
    • La fortaleza - Mesa Selimović. Trad. Miguel Roán. Automática editorial
    • Enero - Sara Gallardo. Malas Tierras
    • La luna y las fogatas - Cesare Pavese. Trad. Carlos Clavería Laguarda. Altamarea Ediciones
    • Elogio del caminar - David Le Breton. Trad. Hugo Castignani. Siruela 
    • Aguas madres - Leire Bilbao. Trad. Ángel Erro. La Bella Varsovia 
    • El río del olvido - Julio Llamazares. Seix Barral 
    • Aguamala - Nicola Pugliese. Trad. José Moreno. Acantilado
    • El camino a Wigan Pier - George Orwell. Trad. María José Martín Pinto. Akal 
    • Jerusalén, santa y cautiva - Mikel Ayestarán. Península 
    • Mujeres y otros animales - Bonnie Jo Campbell. Trad. Tomás Cobos. Dirty Works 
    • Vuelos separados - Andre Dubus. Trad. David Paradela López. Gallo Nero 
    • Espacio vital - James Alan McPherson. Trad. Gemma Deza Guil. consonni 
    • Desguace americano - Bonnie Jo Campbell. Trad. Tomás Cobos. Dirty Works 
    • Cuerpo vítreo - Aurora Freijo Corbeira. Anagrama 
    • La muerte de Vivek Oji - Akwaeke Emezi. Trad. Arrate Hidalgo. consonni 
    • Madres, avisad a vuestras hijas - Bonnie Jo Campbell. Trad. Tomás Cobos. Dirty Works 
    • El libro vacío/Los años falsos - Josefina Vicens. Tránsito 
    • Diario de una soledad - May Sarton. Trad. Blanca Gago. Gallo Nero 
    • El libro del verano - Tove Jansson. Trad. Carmen Montes Cano. Minúscula 
    • La zona - Serguéi Dovlátov. Trad. Ana Alcorta y Moisés Ramírez. Ikusager 
    • Ferdy el viejo - Fernando Luis Chivite. Papeles mínimos 
    • Anhelo de raíces - May Sarton. Trad. Mercedes Fernández Cuesta. Gallo Nero 
    • La casa junto al mar - May Sarton. Trad. Blanca Gago. Gallo Nero 
    • Mi padre, el pornógrafo - Chris Offutt. Trad. Ce Santiago. Malas Tierras 
    • Las tempestálidas - Georgui Gospodínov. Trad. María Vútova y César Sánchez. Fulgencio Pimentel 
    • El Museo de la Rendición Incondicional - Dubravka Ugrešić. Trad. M.ª Ángeles Alonso y Dragana Bajić. Impedimenta 
    • Física de la tristeza - Georgui Gospodínov. Trad. María Vútova y Andrés Barba. Fulgencio Pimentel 
    • Novela natural - Georgui Gospodínov. Trad. María Vútova. Fulgencio Pimentel 
    • Sebas Yerri (Retrato de un suicida) - Fernando Luis Chivite. Pamiela 
    • El invernadero - Fernando Luis Chivite. Baile del sol 
    • El nombre del mundo - Denis Johnson. Trad. Rodrigo Fresán. Literatura Random House 
    • Cada cuervo en su noche - Fernando Luis Chivite. Pamiela 
    • Los náufragos de las Auckland - François Edouard Raynal. Trad. Pere Gil. Jus, libreros y editores 
    • La sal de la tierra - Józef Wittlin. Trad. Jerzy Sławomirski y Anna Rubió. Editorial Minúscula 
    • La filial - Serguéi Dovlátov. Trad. Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea. Fulgencio Pimentel 
    • El ala izquierda. Cegador I - Mircea Cărtărescu. Trad. Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta Relectura
    • Felizidad - Olga Novo. Trad. Xoán Abeleira. Olifante ediciones de poesía 
    • El cuerpo. Cegador II - Mircea Cărtărescu. Trad. Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta 
    • Diario de un peón - Thierry Metz. Trad. Vanesa García Cazorla. Editorial Periférica
    • El ala derecha. Cegador III - Mircea Cărtărescu. Trad. Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta
    • Nam. La guerra de Vietnam en palabras de los hombres y mujeres que lucharon en ella - Mark Baker. Trad. Elena Masip y Darío M. Pereda. Contra editorial
    • La casa en la colina - Cesare Pavese. Trad. Carlos Clavería Laguarda. Altamarea 
    • ¿Hay alguien ahí? - Peter Orner. Trad. Damián Tullio. Chai editora 
    • Belladonna - Daša Drndić. Trad. Juan Cristóbal Díaz. Automática editorial 
    • Ana no - Agustín Gómez Arcos. Trad. Adoración Elvira Rodríguez. Cabaret Voltaire 
    • Sigo sin saber de ti - Peter Orner. Trad. Damián Tullio. Chai editora 
    • Kallocaína - Karin Boye. Trad. Carmen Montes. Gallo Nero 
    • Con otro sol - Diego Angelino. Malas tierras 
    • Todo está iluminado - Jonathan Safran Foer. Trad. Toni Hill. Debolsillo 
    • El país del humo - Sara Gallardo. Malas tierras 

domingo, 15 de enero de 2023

2022 en lecturas

Dejo que pasen los primeros días del año en silencio. Paseo por una ciudad que apaga su iluminación navideña —entonces, las minúsculas bombillas leds sin luz parecen gotas de lluvia en las ramas desnudas de los árboles y en el cuerpo de la ballena varada en el arenal. Hay un momento donde la última luz de la tarde parece iluminar las bombillas apagadas con un resplandor de estrella distante y pasear por el arenal se convierte en cruzar una constelación—.
En mis paseos por la ciudad, el sosiego ante la urgencia y la intensidad de unas fechas que me aturden —la velocidad y el ruido alrededor y el estupor ante una puesta de sol en los edificios últimos de una avenida—.
Me siento en un banco a ver el atardecer sobre los tejados, el arcoíris interrumpido a medio camino en el cielo, el paso de algunas nubes grises entre retazos de azul en el cielo. Junto a mí, Diario clandestino, una de mis primeras lecturas de este año y que leeré en penumbra hasta el encendido de las farolas. Cada vez que levanto la vista, un encuentro: los nidos vacíos en las copas de los arces ya sin hojas, el cambio en el color de la tarde en los montes y sobre las ventanas, una bandada de estorninos cruzando entre los rascacielos de cristal, las raíces de los árboles entre los adoquines grises —la acera, un mar tembloroso—.
Si no lo escribo, lo olvido.
Caen unas pocas gotas sobre las páginas de mi libro. Luego, empieza a llover. Siento que no hay mejor final.

***

Uno de los pocos rituales navideños que conservo es fotografiar mis lecturas del año. Es uno de los juegos que conservo por el niño que fui —como el esquivar durante el reparto las rayuelas y los mapas y corazones de colores pintados en las aceras, contar las matrículas capicúas o dibujar un asterisco en el vaho de las ventanas empañadas—. Me entretengo en buscar cada libro, no siempre juntos, no siempre en el lugar que creí dejarlo, formo columnas con ellos, doy un espacio y una altura al tiempo dedicado a leer, me reencuentro con paisajes y mundos posibles que nunca pensé hallar —el Berlín de los años treinta, la vida vista a través de un ojo de cristal, las rocas en un despierto que se convierte en altar hogar muerte, el Mariúpol del holodomor antes de la segunda guerra mundial, los días errantes y de carromatos de una niña gitana tras el horror en los campos de exterminio, las quebradas argentinas cuyo polvo y sequedad parecen sacados de un cuento de Rulfo, el gozo, la lentitud y el amor de Bobin ante las vidas de una poeta y un santo, los cantos  de los kiowas sobre la creación del mundo, las trincheras embarradas e inundadas en las que morían ahogados hombres sin patria, una cabaña de verano en la que observar el lenguaje en la naturaleza y otra cabaña junto a un acantilado donde intentar desvanecerse de la vida y toparse de frente y contra ella, la marca de Chernóbil en los cuerpos de quienes combatieron y murieron en la explosión del reactor y la luz cegadora de Hiroshima, los recuerdos de un hombre mientras espera su primer hijo y los de una mujer tras su encierro de doce años en cárceles sin ventanas y los recuerdos de una hija sobre la madre muerta —los recuerdos como lugares en perpetuo cambio y cuestionamiento—, el deseo de mortalidad de un robot perfecto, las sombras de los ancestros y el pasado nómada en los muchachos de una reserva india donde abandono alcohol desamparo, las pantallas que nos ultrasaturan y en las que dejamos impresas nuestra sombra una vez se apagan.
Año dos mil veintidós. Cuatro columnas, sesenta y tres lecturas.

***

Leo de pie en el vagón final del primer metro de la mañana. Diez minutos donde desando el camino de las últimas páginas del día anterior o intento orientarme en las primeras frases de una nueva lectura —un mundo, una mirada— ante la que soy extranjero.
Cada madrugada espero durante un par de minutos en el andén semivacío de la estación —los andenes iluminados, la oscuridad al final de las vías, tras el arco de la estación—. Entro en el segundo vagón del tren, escojo un asiento junto a la ventana y salimos a las seis y veintitrés de la mañana. Levanto la vista de las páginas para encontrarme, a la salida del túnel, con la palabra soñar escrita en una medianera, la luz de una mesilla de noche y una cocina iluminada, las aguas oscuras de la ría. Leo media hora larga en el tren y en la madrugada mientras ahí fuera las luces alargadas de las farolas. Leo, en estos primeros días del año, sobre muchachas sicilianas atadas a ritos atávicos, sobre ventanas inolvidables, sobre un diario clandestino en un campo de prisioneros, sobre los ojos verdes de una madre. El movimiento del mundo dentro y fuera de las páginas.
Fuera de esos vagones de metro y tren el cansancio tras el trabajo apenas me deja leer.







***

Deshago las columnas de libros. Devuelvo uno a uno a las estanterías y siento que vuelvo a pisar un viejo camino o a recordar unas vacaciones distantes. Intento acotar las mejores lecturas de este año y me quedo con diecinueve de esas lecturas. La poesía de Bobin en su homenaje a Emily Dickinson (La dama blanca) y la dicha y quietud de Bobin en su homenaje a san Francisco de Asís (El bajísimo); las memorias carcelarias de Lena Constante donde soledad silencio y muros sin ventanas (La evasión silenciosa); la última novela que Fante dedicó al inefable Arturo Bandini y en la que sentí estar ante el final de algo (Sueños de Banker Hill); el humor despiadado de Cohen en Los Netanyahus; un hombre y una mujer que aprenden a leer en un paraíso futuro donde el creador es un robot (Sinsonte); la sorpresa de los personajes y paisajes abruptos y áridos de Como si existiera el perdón; los poemas escritos en la trinchera y en los hospitales de  Wilfred Owen (Acobardados en nuestros fosos entregados a sueños olvidados, cegados por la nieve / nuestras miradas se pierden en trincheras más verdecidas. Y así, somnolientos, / cabeceando bajo el sol, cubiertos por cascadas de pétalos allá donde el mirlo alborota, / ¿no será acaso que nos alcanza la muerte?); los poemas de Lo que pudo haber sido ( Ya no escribe a lo que perdiste / lo que fue o pudo haber sido / es a tu piel lo que la escarcha / al pétalo de una flor / una refrescante y caprichosa gota de rocío / que se posa sobre tu recuerdo / sin peso suficiente como para quebrarlo / con la terca insistencia de lo efímero ); y la conversación a poemas de Isabel Bono y Joan Masip en Solo para amantes de la tormenta (allí donde todo lo que fuimos / se desdobla y superpone / la memoria pudo no haberse salvado // pudimos ser lluvia que resbala / de las grietas a la luz / pudimos ser el trueno que se extingue // pero siempre el temblor); la mirada lúcida y profunda en Ultrasaturados a este mundo de pantallas ante el cual nos convertimos en sombras (…cegados por una voracidad insaciable y manipulados por el espectáculo, hemos perdido la capacidad de decidir, entregándonos a una comunión con el consumo y a una sumisión compartida: abrazamos la “consumisión”, un término que pretende definir ese estado de renuncia al pensamiento utópico o a la elaboración poética compensándolo la conquista de una mayor cuota de acceso al mercado. Ese pacto íntimo nos sirve nada más y nada menos que para continuar ignorando lo que no sabemos de nosotros y, a la vez, intentan aumentar nuestro bienestar premiándonos con objetos.); la escritura analítica de Murdoch en El mar, el mar, una lectura que fue una lucha en sí misma —por entender qué me quiere decir Murdoch, por continuar una lectura donde brillantez, aburrimiento, densidad, asombro, lejanía, por la incomodidad de la edición de Debolsillo—; el conjunto de voces anónimas que forman una voz mayor y global y que comparte la mirada de horror y miedo ante la catástrofe de Chernóbil, unas voces que parecen olas rompiendo de manera perpetua ante la orilla del mar; Vida hogareña, de Marilynne Robinson, una escritora que me enmudece por su voz, por su forma de narrar y ver vida, por todos esos poemas que hay dentro de su prosa
Hasta aquí, quince lecturas de las diecinueve que rescaté como las mejores del año pasado.
Las cuatro restantes serían mi póquer de lecturas, aquellas que recomendaría a ojos cerrados.
•    Ayer te estuve buscando, por la escritura de Wideman que abarca múltiples de registros, de lo poético a lo denso, de lo reflexivo al blues, de la catarsis a la epifanía. Wideman usa a alguien que recuerda de manera fragmentaria y agitada a las personas de su infancia en el gueto de Homewood para llenarlo de memoria, muertos, amor y dolor.
•    Vivimos ocultos. Memorias de una romaní entre los mundos; que reúne los primeros escritos de Ceija Stojka donde el horror de los campos y la vida de los romaníes austriacos tras la liberación, una vida de carromatos y canciones y mercados donde hay ternura humanismo tristeza y la presencia perenne de horror vivido. La escritura de Ceija me recuerda a una larga canción improvisada que pasa del dolor a la invitación a bailar.
•    Enemigos, una historia de amor, o reencontrarse con el pasado para comprenderse en el presente —donde el pasado es desaparición, mentiras, silencio y crueldad y el presente culpa y búsqueda de la redención—. Un hombre que siente que hay que extinguir hasta el último vestigio de esperanza para sobrevivir a la memoria y la flaqueza, que no sabe amarse a sí mismo ni al otro, que busca la grieta final que acabe por romper su precaria existencia.
•    El fuego (diario de una escuadra). Los ojos brutalmente blancos entre los rostros ennegrecidos por el barro y la sangre seca, las caminatas o la espera bajo la lluvia y los pueblos derruidos, las trincheras anegadas de agua en las que morir lentamente, los hombres que sacan aquello que llevan en sus bolsillos y hay una vida modesta y palpitante en cada uno de ellos, los trozos de cuerpos en alambradas, los muertos nuevos que caen sobre la columna de los muertos viejos, el final donde los soldados, los hombres más allá de sus patrias, que protestan contra las guerras. De los cuadros costumbristas del inicio y la pesadilla de las batallas a la humanidad de las últimas páginas como protesta. 
 













***

Unas notas rápidas finales. Nada de objetivos más allá que dar prioridad a nuevas editoriales como muñeca infinita o las migas también son pan por su rescate de obras estimables y desconocidas, priorizar y rebajar los quinientos libros por leer en mi biblioteca, escribir sobre lo que leo (si no lo escribo lo olvido) y leer fuera de esos vagones de metro y tren entre semana, terminar la poesía completa de Ángela Figuera Aymerich y la trilogía Cegador de Cărtărescu, tener tiempo para leer en un banco junto a la ría y ver qué encuentro cada vez que levante la vista de las páginas.




•    El año del pensamiento mágico - Joan Didion. Trad. Javier Calvo. Random House
•    Después de medianoche - Irmgard Keun. Trad. Carmen Gauger. Revisión: Marta Hernández. Minúscula
•    Adiós a Berlín - Christopher Isherwood. Trad. María Belmonte. Acantilado
•    Los falsificadores de pimienta. Una historia familiar. - Monika Sznajderman. Trad. Anna Rubió y Jerzy Slawomirski. Acantilado
•    La escala de Bortle - Virginia Aguilar Bautista. Bartleby editores
•    El Lobo y el Búfalo - Elmer Kelton. Trad. Marta Lila Murillo. Valdemar
•    El palacio de hielo - Itziar Mínguez Arnáiz. Los libros de Mississippi
•    Un ojo de cristal - Miren Agur Meabe. Trad. Miren Agur Meabe. Pamiela
•    Las listas del pasado - Julie Hayden. Trad. Inés Garland. Muñeca infinita
•    Lo que pudo haber sido - Itziar Mínguez Arnáiz. Huerga & Fierro editores
•    Memorial Drive. Recuerdos de una hija - Natasha Trethewey. Trad. Mariano Peyrou. Errata Naturae
•    Los secundarios - Isabel Bono. Tusquets
•    El camino a Rainy Mountain - N. Scott Momaday. Trad. Bruno Mattiussi. Nórdica
•    Lejana estrella brillante - Robert Olmstead. Trad. José Luis Piquero. Hermida editores
•    Dioses sin hombres - Hari Kunzru. Trad. María Fernández Soto. Alfaguara
•    Sobre la felicidad a ultranza - Ugo Cornia. Trad. Francisco de Julio Carrobles
•    Vida hogareña - Marilynne Robinson. Trad. Vicente Campos. Galaxia Gutenberg
•    Eterno reposo y otras narraciones - Vasili Grossman. Trad. Andréi Kozinets. Galaxia Gutenberg
•    El paseo de Rostock a Siracusa - Friedrich Christian Delius. Trad. Lidia Álvarez Grifoll. Sajalín editores
•    Mi madre era de Mariúpol - Natascha Wodin. Trad. Richard Gross. Libros del Asteroide
•    Mírgorod - Nikolái V. Gógol. Trad. Vicente Gallego Ballestero. Alba editorial
•    Ultrasaturados. El malestar en la cultura de las pantallas. Juan Carlos Pérez Jiménez. Plaza y Valdés editores
•    Resucitar - Christian Bobin. Trad. Jesús Montiel. Colaboración Sebastián Montiel. Ediciones Encuentro
•    Sobre la fotografía - Susan Sontag. Trad. Carlos Gardini revisada por Aurelio Major. Debolsillo
•    Sueños de Bunker Hill - John Fante. Trad. Antonio-Prometeo Moya. Anagrama
•    Una vaga sensación de pérdida - Andrezj Stasiuk. Trad. Alfonso Cazenave. Acantilado
•    Signor Hoffman - Eduardo Halfon. Libros del Asteroide
•    Sin flores ni coronas. Auschwitz-Birkenau, 1944-195 - Odette Elina. Trad. Luis Eduardo Rivera. Periférica
•    Caballo negro carbón - Robert Olmstead. Trad. José Luis Piquero. Hermida editores
•    Los chicos de mi juventud - Jo Ann Beard. Trad. Raquel Vicedo. Muñeca infinita
•    Sinsonte - Walter Tevis. Trad. Jon Bilbao. Impedimenta
•    Enemigos. Una historia de amor - Isaac Bashevis Singer. Trad. Ana María de la Fuente.  RBA editores
•    Clases de chapín - Eduardo Halfon. Editorial Fulgencio Pimentel
•    El mar, el mar - Iris Murdoch. Trad. Marta Guastavino. Debolsillo
•    Hambre - John Fante. Trad. Antonio-Prometeo Moya. Anagrama
•    El caballo ciego - Kay Boyle. Trad. Magdalena Palmer. Muñeca infinita
•    El grito silencioso - Kenzaburo Oé. Trad. Michael Wandenbergh. Círculo de Lectores
•    Lluvia negra - Masuji Ibuse. Trad. Pedro Tena. Debolsillo
•    Las frías noches de la infancia - Tezer Ozlu. Trad. Rafael Carpintero Ortega. Errata Naturae
•    Voces de Chernóbil. Crónica del futuro - Svetlana Alexiévich. Trad. Ricardo San Vicente. Debolsillo
•    Remedio para melancólicos - Ray Bradbury. Trad. Matilde Horne y Francisco Abelenda. Minotauro
•    Chump Change - Dan Fante. Trad. Claudio Molinari Dassatti. Sajalín editores
•    Como si existiese el perdón - Mariana Travacio. Las afueras
•    La casa en llamas - Ann Beattie. Trad. Virginia Higa. Chai editora
•    Dos veces en el mismo río - Chris Offutt. Trad. Ce Santiago. Malas tierras
•    Léxico familiar - Natalia Ginzburg. Trad. Mercedes Corral. Círculo de lectores
•    Ayer te estuve buscando - John Edgar Wideman. Trad. Miguel Martínez-Lage. Piel de zapa
•    Un hijo cualquiera - Eduardo Halfon. Libros del Asteroide
•    Quebrada - Mariana Travacio. Las afueras
•    ¿Sueño que vivo? Una niña gitana en Bergen-Belsen - Ceija Stojka. Edición Karin Berger. Trad. Pilar Mantilla. Papeles mínimos
•    Los Netanyahus - Joshua Cohen. Trad. Javier Calvo. De Conatus
•    Solo para amantes de las tormentas - Joan Masip / Isabel Bono. Baile del sol
•    El fuego (Diario de una escuadra) - Henri Barbusse. Trad. Carles Llorach. Montesinos
•    Los tambores del tiempo - Wilfred Owen. Trad. Carles Llorach-Freixes e Isabel Lacruz. Editorial Funambulista
•    Vivimos ocultos. Memorias de una romaní entre los mundos - Ceija Stojka. Trad. Pilar Mantilla. Edición y epílogo Karin Berger. Las migas también son pan
•    Tránsito - Anna Seghers. Trad. Carlos Fortea. Nórdica Libros.
•    En casa - Marilynne Robinson. Trad. Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté. Galaxia Gutenberg
•    La pelea celestial del Llanero solitario y Toro - Sherman Alexie. Trad. Marco Aurelio Galmarini. Muchnik editores
•    La dama blanca - Christian Bobin. Trad. José Areán. Árdora ediciones
•    El bajísimo - Christian Bobin. Trad. Alicia Martínez. Ediciones El Gallo de Oro
•    La guerra de los botones - Louis Pergaud. Trad. Juan Antonio Pérez Millán. Alianza editorial
•    La evasión silenciosa - Lena Constante. Trad. Francisco Javier Marina Bravo. Bassarai ediciones
•    Las finas paredes de la vida - Nina Burton. Trad. Carmen Montes y Eva Gamundi. Gallo Nero
 

miércoles, 12 de enero de 2022

2021 en lecturas


Leo al atardecer, junto a la ventana abierta —el calor suave y el silencio del primer domingo de enero tras las celebraciones—. A medida que paso las páginas crece la penumbra en la tarde y las palabras en sombra. Levanto la vista cada cierto tiempo hacia los arces deshojados y pienso en mi padre y su mano en la mía en el atardecer que inició este mundo nuevo, en aquello que me quiere decir Joan Didion, mi primera lectura, sobre el duelo y el dolor, en mi falta de propósitos lectores más allá de este gesto de leer hasta la penumbra, en mi falta de propósitos generales más allá del gozo, lentitud, amor del que habla Bobin en Geai —y de sosiego, serenidad y descanso.

Hace un año empecé un diario lector. Escribía cada tarde, a lápiz, y recordaba dónde leía, cuándo, qué sentía, qué pasado me traía un fragmento. Repetía el lamento de no leer bien sino a trompicones, de sentirme en la superficie de una lectura por mi cansancio acumulado. Pero escribía y dejaba constancia de una frase, un personaje, un gesto: una manera de aferrar e inmovilizar una lectura —porque, al contrario de Bobin, que olvida sus lecturas al poco de terminarlas y lo deja estar, yo aspiraba a ser Funes el memorioso—. Hasta mayo, completé un cuaderno y medio de notas. La mitad del segundo cuaderno quedó en blanco.

*

Este año que acaba de terminar está definido por la muerte de mi padre. Cuento el tiempo de otra manera: hasta mayo, la calma y lo esperado, de mayo a septiembre, el ictus de mi madre, las diferentes neumonías de mi padre, los cuidados diarios donde amor culpa rabia; a partir de septiembre, este mundo nuevo donde no está mi padre —y que me hace pensar en la vida como olas, como oleadas, cada uno de nosotros parte de una de ellas que se extiende con fuerza y se extingue con igual energía, cada uno de nosotros parte de un fundido encadenado. Todos los mundos que se pierden, que se han perdido—. Desde mayo mis lecturas fueron, más de una vez, algo brumoso distante oculto; también, más de una vez, abrigo silencio pausa.

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Esto que hago ahora, escribir sin destino, no es un intento por completar tantos meses de silencio ni un ejercicio de memoria prodigioso donde reseñar cada lectura. Esto es el placer de sacar los libros de su lugar en las estanterías, volver a abrirlos en las páginas señaladas o en otras al azar, encontrar mi letra donde una fecha y una frase que definiera mi lectura escritas a lápiz en las primeras páginas, recordar dónde lo leí, si en casa, en el tren, antes del amanecer, si junto a mi padre en un banco al sol o en una habitación de hospital, si fue un regalo o en qué librería lo encontré. Esto que hago ahora es darles otro tiempo y otra mirada a los algo más de sesenta libros que leí el pasado año y reconstruir toda la vida que transcurrió entre el final de una lectura y el inicio de la siguiente.

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Hay libros cuyo valor van más allá del literario. Un tronar de tambores y otras historias de la caballería americana fue mi primera lectura tras la muerte de mi padre, un western por aquellos días de hospital de estos últimos años —y han sido más de una docena de ingresos— donde mi padre y yo pasábamos las tardes con las serie b de Randolph Scott o el hombre sin nombre de Leone o el paisaje telúrico en las películas de Ford, unos relatos los de Warner Bellah cuyo valor está en los detalles —el sudor de caballos y hombres, su cercanía a los centauros, el cuero de las sillas de montar, las jornadas de marcha bajo el sol, las señales en la tierra, las acampadas nocturnas—, y en ser la base de la trilogía de la caballería de Ford más que en las historias en sí. No fue una buena lectura, no me pareció un buen libro, pero fue una forma de encontrarme con mi padre.

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Querría hablar de la rabia y clarividencia de Ruth Klüger en Seguir viviendo, del hechizo de ciudades imposibles en Italo Calvino, del impacto y el temblor ante La ternera, querría hablar de la inteligencia abarcadora de Lem para reírse de nuestro antropocentrismo y decirnos que no todo en todas partes es para nosotros, del creo en lo que tiembla de Isabel Bono y del recuerdo constante del amigo suicida en Amarillo de Romeo, querría hablar de los mundos de Dick y sus intentos de entender una realidad inasible y de universos que se vierten en otros, del azar y el dolor en Homo Faber y la crueldad en Kristof y la ternura en Bobin y Marisa Madieri, querría hablar de las lecturas políticas, los kibutz de Oz, el colonialismo europeo contado a través de las víctimas africanas en Un grano de trigo, la Alemania nazi ante su caída en Todo en vano o La casa herida, de la intolerancia y el destierro en Weil y Hautzig, del pasado remoto que sobrevive en los viejos creyentes aislados en la taiga de Peskov, del lenguaje y la religión retorcidos hasta dar con algo nuevo en Eisejuaz, de Sara Gallardo, de este poema de Blandiana que me deja del revés

Ahora te rezo a ti,
Tú eres la estación intermedia
De la que solo sé que existe,
Tú eres la parada en la que mis palabras
Se transforman en alfabeto.
Te rezo a ti,
Sin saber qué pedirte
Excepto a ti mismo,
Y tú transcribes mis palabras sin entenderlas
Y despacio te las llevas lejos.

… de los poemas de Chivite que leí en una habitación de hospital —un proclamar, sin más, que se está vivo—, de la aventura por la aventura en el Peregrino encantado de Leskov y de la aventura como tragedia griega en Diario de los años del plomo de Matheson, querría hablar de la voz inteligente de Iris Murdoch en Bajo la red y de la forma de escribir de Hemingway, esa punta del iceberg que son sus relatos donde se calla más que se muestra, de las decepciones de La parábola del sembrador de Butler y Un pez gordo de Wallace, del reencuentro con los relatos de Carver y los mundos reconocibles de Halfon y Dovlátov, autores que convierten su persona y su vida en personajes y realidad ficcionada, de los amaneceres vistos a través de una ventana de tren con los relatos de Amy Hempel donde concisión para escribir sobre las dudas y el dolor, de la Armenia que descubrió Grossman, el África de Kapuściński o el Kentucky desolador de Offutt. Querría escribir tanto. Pero no puedo. No hay palabras.

*

Mis tres libros de 2021 serían La ternera, de Aurora Freijo Corbeira, por su sobriedad e intimismo para acercarse a la soledad e incomunicación en una niña de cinco años, la ruptura del lenguaje que propone Sara Gallardo en Eisejuaz, y Las ciudades invisibles de Italo Calvino, donde el misterio de quien cuenta sus viajes y de quien imagina las palabras del otro

*


(coda) Una de las muchas frases subrayadas en este último año: Todos vivimos en el intersticio de la vida de los demás (Iris Murdoch)







•    Seguir viviendo - Ruth Klüger. Trad. Carmen Gauger. Contraseña editorial
•    Quizás en otro lugar - Amos Oz. Trad. Raquel García Lozano. Debolsillo
•    Brazos, piernas, cielo - Isabel Bono. Baile del sol ediciones (Relectura)
•    El valor desconocido - Hermann Broch. Trad. Isabel García Adánez. Sexto piso
•    En nuestro tiempo - Ernest Hemingway. Trad. Rolando Costa Picazo. Debolsillo
•    La ternera - Aurora Freijo Corbeira. Anagrama
•    Mendelsshon en el tejado - Jiří Weil. Trad. Diana Bass. Impedimenta
•    Ébano - Ryszard Kapuściński. Trad. Agata Orzeszek. Anagrama
•    Me muero - Isabel Bono. Bartleby editores
•    Canción - Eduardo Halfon. Libros del Asteroide
•    Los viejos creyentes - Vasili Peskov. Trad. Marta Sánchez-Nieves. Impedimenta
•    La estepa infinita - Esther Hautzig. Trad. Santiago del Rey. Salamandra
•    Que el bien os acompañe - Vasili Grossman. Trad. Marta Rebón. Galaxia Gutenberg
•    Dibujos animados - Félix Romeo. Plot
•    Los ojos vendados - Siri Hustvedt. Trad. Claudio López de Lamadrid. Circe
•    Discothèque - Félix Romeo. Plot
•    Subir a respirar - George Orwell. Trad. Esther Donato. Debolsillo
•    Amarillo - Félix Romeo. Plot
•    Provocación. Biblioteca del Siglo XXI - Stanisław Lem. Trad. Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Impedimenta
•    Noche de los enamorados - Félix Romeo. Plot
•    La invasión divina - Philip K. Dick. Trad. Albert Solé. Minotauro
•    Un grano de trigo - Ngugi wa Thiong´o. Trad. Marta Sofía López. Debolsillo
•    La parábola del sembrador - Octavia E. Butler. Trad. Silvia Moreno Parrado. Capitán Swing
•    Homo Faber - Max Frisch. Trad. Margarita Fontseré. Seix Barral
•    Dime una adivinanza - Tillie Olsen. Trad. Blanca Gago. Editorial las afueras
•    Cárcel - Emmy Hennings. Trad. Fernando González Viñas. el paseo
•    El invencible - Stanisław Lem. Trad. Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Impedimenta
•    El futuro recordado - Irene Vallejo. Contraseña editorial
•    Lo pasado no es un sueño - Theodor Kallifatides. Trad. Selma Ancira. Galaxia Gutenberg
•    El asedio de Troya - Theodor Kallifatides. Trad. Neila García. Galaxia Gutenberg
•    Un pez gordo - Daniel Wallace. Trad. María Corniero. Círculo de lectores
•    Formas de volver a casa - Alejandro Zambra. Anagrama
•    Diario de los años del plomo - Richard Matheson. Trad. José Luis Piquero. Hermida editores
•    El peregrino encantado - Nikolái S. Leskov. Trad. Fernando Otero Macías. Alba
•    El claro del bosque - Marisa Madieri. Trad. Valeria Bergalli. Minúscula
•    Todo en vano - Walter Kempowski. Trad. Carlos Fortea. Libros del Asteroide
•    Lejos del bosque - Chris Offutt. Trad. Javier Lucini. Sajalín
•    Catedral - Raymond Carver. Trad. Benito Gómez Ibáñez. Anagrama (relectura)
•    Una cuestión de equilibrio. Poesía completa - F. L. Chivite. Luces de Gálibo
•    Morir en primavera - Ralf Rothmann. Trad. Carlos Andreu. Libros del Asteroide
•    Hombres en mi situación - Per Petterson. Trad. Lotte K. Tollefsen. Libros del Asteroide
•    Kentucky seco - Chris Offutt. Trad. Javier Lucini. Sajalín
•    La casa herida - Horst Krüger. Trad. Virginia Maza. Siruela
•    Todos marcharon a la guerra - David Vogel. Trad. Rhoda Henelde y Jacob Abecaís. Xordica
•    Un tronar de tambores y otras historias de la caballería americana - James Warner Bellah. Trad. Lorenzo Días. Valdemar
•    Ayer - Agota Kristof. Trad Ana Herrera. Libros del Asteroide
•    Variaciones sobre un tema dado - Ana Blandiana. Trad. Viorica Patea y Natalia Carbajosa. Visor libros
•    Leica Format - Dasa Drndić. Trad. Juan Cristóbal Díaz. Automática editorial
•    Las ciudades invisibles - Italo Calvino. Trad. Aurora Bernárdez. Siruela
•    Cuantos completos - Amy Hempel. Trad. Silvia Barbero. Austral
•    El consuelo de los espacios abiertos - Gretel Ehrlich. Trad. Elisa Lobato. Volcano
•    El enebro - Barbara Comyns. Trad. Miguel Ros González. Alba editorial
•    Geai (las aventuras de una sonrisa) - Christian Bobin. Trad. Alicia Martínez. Pre-Textos
•    Eisejuaz - Sara Gallardo. Malas tierras
•    La promesa de Kamil Modrácek - Jiří Kratochvil. Trad. Elena Buixaderas. Impedimenta
•    Caballos que cantan - Isabel Bono. La isla de Siltolá
•    El escenario - Karmelo C. Iribarren. Visor
•    El valle del Issa - Czeslaw Milosz. Trad. Ana Rodón Klemensiewich. Tusquets
•    Cuanto más deprisa voy, más pequeña soy - Kjersti Annesdatter Skomsvold. Trad. Cristina Gómez Baggethun. Lengua de trapo
•    Bajo la red - Iris Murdoch. Trad. Javier Alfaya y Barbara McShane. Impedimenta
•    El mago de Lublin - Isaac Bashevis Singer. Trad. Luis Buelta. Debolsillo
•    Oficio - Serguéi Dovlátov. Trad. Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea. Editorial Fulgencio Pimentel.

viernes, 1 de enero de 2021

2020 en lecturas

Hace el número cincuenta y ocho, Loxandra. La suma de los primeros siete números primos, el número atómico del cerio, una galaxia de la constelación de Virgo, según internet. Una última lectura donde júbilo y despedidas, donde duelo y amor, donde abrazos homéricos y guerra. En Loxandra están la unión de Oriente y Occidente en las calles de Constantinopla y la mirada de Grecia ampliada en la convivencia, a trompicones, con turcos, armenios, montenegrinos, franceses; está la figura mítica de una mujer habladora, vital y enérgica que encuentra la felicidad en sus conversaciones con la virgen de Baluklí, en el aroma del Mármara, en las reuniones donde comida exuberantes, confesiones y pequeños ritos, está estrellar una granada contra el suelo en la mañana de año nuevo para convocar la abundancia en el hogar. Cierro el libro, y ahí fuera, los arces invernales, el cielo bajo y gris, el ruido metálico de la lluvia, el vuelo negro de los cormoranes. En estos últimos días del año he buscado en sus páginas su luminosidad y simpatía —que no rechaza sombra o muerte— como descanso.

***

Un leve rastro de nieve cubre las cumbres cercanas. Hace frío y viento, ahí fuera, y el río, crecido, tapa los troncos de los árboles en la ribera. Doy un pequeño paseo bajo unas nubes gruesas que atenúan la luz de la mañana. Un día apagado, diría mi madre. Y yo asentiría, sin decirle que percibo una belleza insólita en estos días grises de inverno, donde el cielo bajo, el crujido de mástil en el viento entre los árboles, la desnudez misma de los árboles que permite ver nidos y gorriones, la lentitud del amanecer. Recuerdo, mientras cruzo el puente de madera sobre un río sombrío y rápido, aquellas noches de insomnio, durante el confinamiento, en las que leía Submundo o El enamorado de la Osa Mayor y por un instante otros mundos ante mí, no mejores o tolerables o leves como esa nieve sobre los sombres, sólo mundos que interseccionaban el mío con incontables incertidumbres y alguna certeza. Aquellas noches —cuando trabajaba noches alternas en el pabellón y no cogía ritmo de sueño, dejaba el calor de e. a mi lado, me tomaba un primer café mientras observaba otras ventanas iluminadas en la madrugada, con sus miedos y perplejidades, y leía hasta la salida del sol a DeLillo, McCullers o Walser—, aquellas horas junto a una ventana que pasaba de la oscuridad a la penumbra y finalmente a la primera luz, ocupan el primer puesto en mi lista de las mejores lecturas de este año desmedido. La vulnerabilidad, el asombro y el cansancio quedaron relegados a un segundo plano. Tres o cuatro horas ante un libro, en el silencio extraño de la madrugada.

***

Repaso la lista de las cincuenta y ocho lecturas y siento que ha sido un buen año lector. Ahí, las dos últimas partes de la trilogía de Los sonámbulos de Broch, los relatos de Askildsen y Kristof y Chiang, la locura buena de Vonnegut y Jim Dodge y la locura triste de Dick; ahí, los poemas de Szymborska, Glück o Knight donde un verso puede contener una vida entera; ahí, la destreza en la escritura de Coetzee, Hermans y McCullers; ahí, en fin, cientos de páginas dobladas en una esquina y frases subrayadas y anotaciones a lápiz y nuevas preguntas y viejos mundos, un camino fronterizo donde realidad e invención, donde quimera y verdad, donde sueño y desgarro.

Hay dos libros que me apabullaron de entre esos cincuenta y ocho: El hombre invisible, de Ellison, por su inteligencia, agudeza y claridad en una novela política y social que despliega una rabia, una tristeza y una violencia soterrada y cruda y cuyos ecos son válidos para nuestro presente; y El ángel que nos mira, de Wolfe, un torrente desbocado, un escritor que pasa de lo íntimo a lo grandilocuente, de lo espiritual a lo terrenal y crea una obra desmedida exaltada titánica, un hombre que derriba diques y nos arrastra con su escritura impetuosa.

En esas horas insomnes del confinamiento, la aventura legendaria, los cielos nocturnos y las tierras abiertas de El enamorado de la Osa Mayor; Submundo o el miedo, el movimiento de las multitudes, la tecnología y los sueños derrocados; la ternura y la brutalidad y el destierro de los personajes de El cazador es un cazador solitario. Tres lecturas memorables en las madrugadas de ventanas iluminadas y un silencio extraño —o una respiración contenida.

Los descubrimientos de este año: los relatos crudos y sobrios de Medallones donde Zofia Nałkowska, entre la ficción y el reportaje, habla sobre la recién terminada segunda guerra mundial y los estragos producidos en su tierra polaca, relatos que hablan de visitas a las fábricas de jabones en los campos de exterminio, del sonido de la  muerte y el continuar de la vida en uno y otro lado de un muro, de quienes no lograron escapar o sobrevivir. La realidad es soportable porque no la experimentamos en su totalidad, dice Nałkowska. En el mismo sentido, la experiencia del campo de exterminio, pero con un lenguaje inesperadamente poético, en Ninguna de nosotros volverá, de Charlotte Delbo, la voz de una mujer en el horror. Inoué y La escopeta de caza, o tres cartas de tres mujeres que convierten a un hombre en un ser solitario y derruido. En su libro Hija de sangre y otros relatos, Octavia Butler pone del revés los cimientos de la ciencia ficción norteamericana con sus historias sobre el encuentro con el otro, el lenguaje, la sexualidad, el silencio, los ritos y las religiones y las sociedades conquistadas. Su escritura, honda y precisa, abre interrogaciones sobre quiénes somos. Ted Chiang, con un puñado de relatos estimables, se empequeñeció ante la voz de Octavia Butler.

La relectura de 2020 es para la inefable Desayuno de campeones, de Vonnegut, y Jim Dodge el autor reencontrado gracias a su lisérgico y anfetamínico viaje a ritmo de rock and roll en El cadillac de Big Bopper. Dos escritores que te hacen mejor lector y te arrebatan con su locura buena.

Y las decepciones: No dar de comer al oso de Elliot, Bueyes y rosas dormían, una novela que empieza de manera magistral pero que se me desinfló a lo largo de sus páginas, Los pájaros de Vehorvina, no por ser una mala novela, sino por sentir que me perdía algo.

Hilar la crudeza y crueldad en los relatos de No importa de Kristof con el intimismo y religiosidad de Gilead fue uno de los experimentos de este año, dos autoras y dos estilos que están uno en las antípodas del otro y que, tal vez por eso, disfruté durante unos días de noviembre, los últimos libros que pude leer en un banco, al aire libre.

Soñé en yidis una noche de duermevela, con treinta y ocho de fiebre y donde calor o escalofríos culpa del coronavirus y de la búsqueda de la identidad y los paisajes bíblicos de En una selva oscura de Krauss, un libro cuyas primeras páginas no me dijeron nada pero en el que insistí y encontré una buena lectura. En esos días aislado, sólo pude leer a  Halfon. La desidia, la preocupación, el agotamiento físico y mental tras dar positivo no me dejaron entrar en otras palabras y en otros mundos que no fueran los del autor guatelmalteco. Halfon tiene algo atractivo en su escritura, una cadencia y un cruce de episodios entre libros que te hacen sentir que estás leyendo partes de un libro infinito. Tras el alta por covid, con un dolor de cabeza constante y una fatiga ante el menor gesto, terminé el año entre Grecia y Turquía con Kalifatides y Iordanidu, o la luz de aquellas tierras para alumbrar esos días de cielos bajos y grises y cumbres nevadas.

Y la escritura directa y desmañada de Baroja en su Shanti Andia, y las voces de soldados rusos y sus madres y esposas recopiladas por Alexiévich en Los muchachos de zinc, donde muerte ataúdes y estrés postraumático, donde silencio culpa e incomprensión, y esos límites de un imperio anónimo y violento en Esperando a los bárbaros, de Coetzee, y la suave tristeza y la infancia de La feria de las tinieblas de Bradbury, y esa pequeña maravilla que es August de Christa Wolf, tiempos que se entrelazan y la memoria como embarcadero, a pesar de la congoja. Y Esch o la anarquía, y…

La tarde del treinta y uno de diciembre empecé Seguir viviendo, de Ruth Klüge.

Sé que este repaso sólo es interesante para quien lo hace y no tanto para quien lo lee. Pero, durante un par de días, antes de la rapidez de la Nochevieja, he sacado de la estantería y revisitado las lecturas de un año, he desordenado esta casa con libros en columnas sobre las mesas o el suelo, he sonreído ante el reencuentro de un párrafo subrayado, he unido un libro con la librería donde lo compré o una persona o un recuerdo. No sólo son cincuenta y ocho lecturas, también cincuenta y ocho fotografías y cincuenta y ocho recuerdos. 

***

(coda) Unos versos de Amalia Bautista para este 2021. Buen año, buen camino y buenas lecturas a todos.


 

 




 


(30.12.20/01.01.21)



Un asesino blanco como la nieve - Christian Bobin. Trad. Victoria Gómez Casado. la cama sol ediciones 
La casa intacta - Willem Frederik Hermans. Trad. Catalina Ginard Féron. Gatopardo ediciones
Esch o la anarquía - Hermann Broch. Trad. María Ángeles Grau. Debolsillo
Esperando a los bárbaros - J.M. Coetzee. Trad. Concha Manella y Luis Martínez Victorio. Debolsillo 
Medallones - Zofia Nałkowska. Trad. Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles. Minúscula 
No dar de comer al oso - Rachel Elliot. Trad. Santiago Tena. Alba editorial
Después - Isabel Bono. Huerga y Fierro editores 
Huguenau o el realismo - Hermann Broch. Trad. María Ángeles Grau. Debolsillo
Poemas esenciales - Etheridge Knight. Trad. Juan José Vélez Otero. Valparaíso ediciones 
El precio de la amistad - Kjell Askildsen. Trad. Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica libros 
Ninguno de nosotros volverá - Charlotte Delbo. Trad. Regina López Muñoz. Libros del Asteroide 
La escopeta de caza - Yasushi Inoué. Trad. Javier Albiñana con la colaboración de Yuna Alier. Anagrama 
Poesía no completa - Wislawa Szymborska. Trad. Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia. Fondo de cultura económica 
Mi madre - Yasushi Inoué. Trad. Marina Bornas. Sexto piso 
Diario del asco - Isabel Bono. Tusquets editores 
El enamorado de la Osa Mayor - Sergiusz Piasecki. Trad. Jerzy Slawomirski y Anna Rubió. Acantilado
El corazón es un cazador solitario - Carson McCullers. Trad. Rosa María Bassols. Seix Barral
Submundo - Don DeLillo. Trad. Gian Castelli. Austral
Jakob von Gunten - Robert Walser. Trad. Juan José del Solar. Debolsillo
Cómo ser perfecto - Ron Padgett. Trad. Patricio Grinberg y Aníbal Cristobo. Kriller71 ediciones
Tres senderos hacia el lago - Ingeborg Bachmann. Trad. Isabel García Adánez. Siruela 
Trilogía Regeneración I. Regeneración - Pat Barker. Trad. Carlos Milla e Isabel Ferrer. Galaxia Gutenberg 
Nuestras vidas - Marie-Hèléne Lafon. Trad. Lluís Maria Todó. Minúscula 
El ángel que nos mira - Thomas Wolfe. Trad. José Ferrer Aleu. Valdemar 
La guerra de las salamandras - Karel Capek. Trad. Anna Falbrová. Gigames 
El hombre invisible - Ralph Ellison. Trad.Andrés Bosch. Debolsillo 
Paradero desconocido - Kressmann Taylor. Trad. Carmen Aguilar. RBA editores
La penúltima verdad - Philip K. Dick. Trad. Antonio Ribera. Minotauro 
Trilogía Regeneración II. El ojo en la puerta - Pat Barker. Trad. Carlos Milla e Isabel Ferrer. Galaxia Gutenberg 
Trilogía Regeneración III. El camino fantasma - Pat Barker. Trad. Carlos Milla e Isabel Ferrer. Galaxia Gutenberg 
Una vida de pueblo - Louise Glück. Trad. Adalber Salas Hernández. Editorial Pre-Textos
El Cadillac de Big Bopper - Jim Dodge. Trad. Ana Herrera. El Aleph Editores
Bueyes y rosas dormían - Cristina Sánchez-Andrade. Siruela 
Mi oído en su corazón - Hanif Kureishi. Trad. Fernando González Corugedo. Anagrama
La feria de las tinieblas - Ray Bradbury. Trad. Joaquín Valdivieso. Minotauro 
Los pájaros de Verhovina. Variaciones para los últimos días - Adám Bodor. Trad. Adan Kovacsics. Acantilado 
El francotirador - Kurt Vonnegut. Trad. Ana María de la Fuente. Plaza & Janés
August - Christa Wolf. Trad. Marcos Román Prieto. Las migas también son pan editorial 
Alguien habló de nosotros - Irene Vallejo. Contraseña editorial
Exhalación - Ted Chiang. Trad. Rubén Martín Giráldez. Sexto piso
La historia de tu vida - Ted Chiang. Trad. Luis G. Prado. Alamut 
Las inquietudes de Shanti Andia - Pío Baroja. Alianza editorial 
La vida a plazos de Jacobo Lerner - Isaac Goldemberg. Editorial las afueras 
Desayunos de campeones - Kurt Vonnegut. Trad. Carlos Gardini. La bestia equilátera (Relectura)
Camino de Los Angeles - John Fante. Trad. Antonio-Prometeo Moya. Anagrama
No importa - Agota Kristof. Tras. Julieta Carmona Lombardo. El Aleph Editores 
Gilead - Marilynne Robinson. Trad. Montserrat Gurguí y Hernan Sabaté. Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores 
Hojas secas mojadas - Isabel Bono. La isla de Siltolá (Relectura)
Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la guerra de Afganistán - Svetlana Alexiévich. Trad. Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González. Debolsillo
Hija de sangre y otros relatos - Octavia E. Butler. Trad. Arrate Hidalgo. Editorial consonni 
En una selva oscura - Nicole Krauss. Trad. Rita da Costa. Salamandra 
El boxeador polaco - Eduardo Halfon. Libros del Asteroide 
Duelo - Eduardo Halfon. Libros del Asteroide 
Biblioteca bizarra - Eduardo Halfon.Jekyl & Jill 
Cuentos escogidos - Shirley Jackson. Trad. Paula Kuffer. Minúscula 
Todo fluye - Vasili Grossman. Trad. Marta Rebón. Debolsillo 
Madres e hijos - Theodor Kallifatides. Trad. Selma Ancira. Galaxia Gutenberg
Loxandra - María Iordanidu. Trad. Selma Ancira. Acantilado

lunes, 30 de diciembre de 2019

2019 en lecturas

Apenas quedan unas pocas hojas secas en los árboles invernales. He visto cómo en las últimas semanas volaban en espiral hacia el cielo, se concentraban en las esquinas cerradas de los patios o marchaban con la corriente del río cercano. Cada vez que veo una hoja desgajarse de un árbol, ese instante donde planea en el viento antes de caer al suelo en una acrobacia, pienso en todo el tiempo transcurrido hasta el momento donde la hoja que cae y yo nos encontramos. Todo el tiempo.

Es difícil abstraerse de echar la mirada atrás en estos días rápidos de diciembre. Cruzamos una frontera. Entonces, me imagino ante un paisaje vasto y desconocido: a mi espalda lo inmutable, frente a mí un horizonte difuminado y extraño. Es coger aire ante lo que está por llegar mientras los recuerdos del último año se deslizan subterráneos en estos días, estar entre dos tiempos. Me dejo arrastrar por ese mirar a lo hecho en el año.

Siempre pienso que podría haber leído más y mejor. Entiendo ese más, el querer abarcar el mayor número de escritores y lecturas posibles, es ese mejor el que me resulta chocante. Como si Shalámov, Katherine Anne Porter o Robert Walser no fueran suficientes y Pynchon, Lispector o Gógol hubieran resultado una mejor elección. El dilema entre lo que se lee y lo que queda por leer, entre el camino andado y aquel que asoma a lo lejos.

Hoy escribo frente a una de las estanterías de mi biblioteca. Encima de ella, cuatro columnas de libros —un centenar de libros— que no tienen un hueco entre las baldas. Las columnas crecen poco a poco, cambio los libros de sitio para buscar una mejor estabilidad, junto géneros y autores distantes entre sí—los westerns de Le May con la poesía de Gamoneda, Nicholson Baker con Charlotte Brontë— me siento culpable por tanta lectura pendiente a la vez que disfruto del placer previo por la promesa de todos esos paisajes vastos y desconocidos que se abrirán ante mí, en cualquier momento.

Este año he conocido las librerías de Gijón, lugares donde pasar tardes sin tiempo, una pequeña y amigable donde hablé de los cuentos de Kolimá con el librero y me llevé libros de Gass, Lenz o Dazai; otra, una gran habitación con dos pisos de estanterías conectadas por una escalera y una antigua caja registradora que tintineaba al abrirse; busqué con afán de arqueólogo en mercados, ferias y librerías de segunda mano esos libros descatalogados que habitan mis listas de deseos desde hace años —este año taché de la lista libros de Ágota Kristof o Sam Shepard—; exploré mi biblioteca de referencia, un viejo chalé junto a una vía de tren y pasillos estrechos entre las estanterías, donde encuentro la mayoría de los libros que copan mis listas de próximas lecturas —listas a las que, cansado por la acumulación, dejo de hacer caso al poco tiempo— y descubro otros que me hablan por una página al azar o la promesa, la eterna promesa de una historia que me acerque a la emoción de niño, cuando mi abuelo en la cocina recordaba para mí, con una mezcla de incredulidad y quietud, el mundo fuera de su valle —y el mundo estaba dominado por una guerra o el encuentro con el mar o las grandes casonas entre montes o la primera mirada alucinada hacia los edificios de la ciudad que tapaban cielos y horizontes—.

Paso por épocas donde intento ordenar el caos. Establezco un plan de lectura, escojo tres libros conectados entre sí ya sea por  tema o estilo como por país, generaciones o cualquier semejanza que me invente —o me decido por un autor y leo poco a poco su obra—, y echo a andar con la esperanza de encontrar un equilibro que me haga olvidar la duda constante sobre lo que leo y sobre aquello que me pierdo y no leo. Poco dura esa búsqueda de orden, tiendo a sumirme en el caos, a combinar escritores y estilos, a dejar que los libros se mezclen, incluso a no leer durante unos días. Este año…
·      completé la inclasificable trilogía de Nobodaddy de Schmidt, inicié la lectura de los relatos de Kolimá de Shalámov, que terminaré, espero, en 2020, así como la trilogía de Los sonámbulos de Broch, último proyecto del año;
·   leí sobre la construcción de la identidad gracias a A.M.Homes y Kathryn Harrison; las memorias de Angelu, Haderlap, Swain o Lalla Romano, voces que recuerdan una vida con dolor y belleza, con palabras que no son barro;
·     seguí la construcción de un puente de la mano de Talese y las reflexiones de Theodor Kallifatides sobre la Europa de ayer y hoy y la importancia del idioma materno;
·      releí algún volumen de cuentos de Carver y Ford —a distancia de todos esos escritores que nos quieren vender como carverianos y que son un reflejo desvaído—; y en la época donde el turno de noche se hizo especialmente difícil escogí los relatos cortos de Munro, McCullers, y John Fante o los poemas de Sharon Olds para que hubiera otras palabras, otras voces en mis días somnolientos y cansados;
·    eché una mirada al mundo desaparecido del siglo XIX gracias a Tolstói, Dostoievski o Thomas Hardy, como de adolescente, cuando leía a Melville, Hawthorne, Trollope, George Eliot y tantos otros;
·   también hubo decepciones: me aburrí con los poemas de Hahn y Simic, no conecté con lo nuevo de Iribarren ni con el Evangelio esquizofrénico de Hrabal, se me indigestó el Mundo sumergido de Ballard, una obra que habla de un cambio climático y una regresión a tiempos arcaicos con algunas buenas imágenes pero torpe y mal escrita; sólo recuerdo un par de cuentos de la nueva recopilación de relatos de Berlin, tan lejos de su Manual para mujeres de la limpieza; Carter, de Ted Lewis, me dejó igual que antes de leerlo;
·    descubrí autores como Barbara Baynton y su descarnado Estudios sobre lo salvaje, la entereza de Cory Taylor en Morir, una vida, la intrigante voz de Kaye Gibbons en Ellen Forster, la plegaria que despliega Emmy Hennings en El estigma, tan arrebatada, tan cruel, tan íntima, la mirada crítica de Chevallier sobre la primera guerra mundial en El miedo, sin heroísmos, con todo el pánico y horror de la vida y la muerte en las trincheras.

Si tuviera que elegir mis mejores lecturas, elegiría un país. Rusia —con una incursión en la U.R.S.S.—. Por Shalámov y Kolimá, Tolstói y Los cosacos, las Memorias de la casa muerta de Dostoievski y Los nuestros Dovlátov. Mención especial para La escritura o la vida, esa novela ensayo donde Semprún se interroga desde qué lugar, si realismo puro o ficción, se debe escribir sobre el horror en los campos nazis. También para la densidad sureña de Katherine Anne Porter en Pálido caballo, pálido jinete o para ese ser extraño que disfruta de su soledad en el mundo apocalíptico imaginado por Arno Schmidt en Espejos negros, o para la soledad, en otro tiempo, en otro lugar, de Vida y época de Michael K de Coetzee. Y como últimas menciones, El ángel del olvido de Haderlap, el recuerdo que se desborda una y otra vez, la vida en la frontera, el dolor de la lucidez al hacerse adulto, la maestría que despliega Isherwood en Un hombre soltero, y  la lucha contra las convenciones en Jude el oscuro  de Hardy.

Para terminar, mi único propósito para el próximo año es rebajar la altura de las columnas de lecturas pendientes y tachar un puñado de libros de las diferentes listas desperdigadas por el ordenador, el móvil, los cuadernos de apuntes.

Una última reflexión. Decía Tecman que vivimos en un perpetuo fundido encadenado: un mundo que se diluye poco a poco en otro nuevo hasta que desaparece, una y otra vez. Una de las razones por las que leo es para encontrarme con esos mundos desaparecidos, qué ha quedado de ellos en nosotros, que hemos dejado atrás para siempre. A veces, cuando tengo un libro en las manos, a veces, sólo a veces, siento que estoy en el final de un fundido encadenado.

En resumen, leí lo que pude y cuanto pude, no más, no mejor, sino estos sesenta libros que me acompañaron durante 2019.




Una noche en el paraíso - Lucia Berlin. Trad. Eugenia Vázquez Nacarino. Alfaguara.
Más allá del equinoccio de primavera - Natsume Sōseki. Trad. Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Impedimenta
Evangelio esquizofrénico - Bohumil Hrabal. Trad. Montse Tutusaus. La Fuga Ediciones
El vino de la juventud - John Fante. Trad. Antonio-Prometeo Moya. Anagrama
Relatos de Kolimá. Volumen I. Varlam Shalámov. Trad. Ricardo San Vicente. Editorial Minúscula
Estudios de lo salvaje - Barbara Baynton. Trad. Pilar Adón. Editorial Impedimenta.
Hielo seco - Isabel Bono. La isla de Siltolá (Relectura)
La primera oscuridad y otros poemas - Óscar Hahn. Visor
Pálido caballo, pálido jinete - Katherine Anne Porter. Trad. Maribel de Juan. Círculo de lectores
El beso - Kathryn Harrison. Trad. Susana Camps. Anagrama
El miedo - Gabriel Chevallier. Trad José Ramón Monreal. Acantilado
Calle de los maleficios. Crónica secreta de París - Jaques Yonnet. Trad. Julia Alquézar. Sajalín editores
¿Quién ha visto el viento? - Carson MacCullers. Trad. José Luis López Muñoz y María Campuzano. Austral
La hija de la amante - A.M. Homes. Trad. Jaime Zulaika. Anagrama
El mundo sumergido - J.G. Ballard. Trad Francisco Abelenda. Ediciones Minotauro
En un café - Mary Lavin. Trad. Regina López Muñoz. Errata naturae editores
El brezal de Brand - Arno Schmidt. Trad. Fernando Aramburu. Debolsillo
Espejos negros - Arno Schmidt. Trad. Florian von Hoyer y Guillermo Piro. Debolsillo
Un lugar difícil - Karmelo Iribarren. Visor
El progreso del amor - Alice Munro. Trad. Flora Casas. Debolsillo
Rock Springs - Richard Ford. Trad. Jesús Zulaika. Anagrama (Relectura)
El verano sin hombres - Siri Hustvedt. Trad. Cecilia Ceriani. Anagrama
El río del tiempo - Jon Swain. Trad. Magdalena Palmer. Gatopardo ediciones
Vida y época de Michael K - J.M. Coetzee. Trad. Concha Manella. Debolsillo
El ángel del olvido - Maja Haderlap. Trad. José Aníbal Campos. Editorial Periférica
Ellen Foster - Kaye Gibbons. Trad. María José Rodellar. Editorial las afueras
Relatos de Kolimá. Volumen II. La orilla izquierda - Varlam Shalámov. Trad. Ricardo San Vicente. Editorial Minúscula
Garabateado en la oscuridad - Charles Simic. Trad. Nieves García Prados. Vaso roto ediciones
La edad del desconsuelo - Jane Smiley. Trad. Francisco González López. Editorial Sexto piso
Mi romance - Gordon Lish. Trad. Juan Sebastián Cárdenas. Editorial Periférica
Tres rosas amarillas - Raymond Carver. Trad. Jesús Zulaika. Anagrama (Relectura)
Los hermanos Tanner - Robert Walser. Trad. Juan José del Solar. Debolsillo
Tierras de sangre - Didó Sotiríu.Trad. César Montoliu. Acantilado
El arte del puzle - José María Pérez Álvarez. Ediciones Trea
Las cuatro estaciones - Ana Blandiana. Trad. Viorica Patea y Fernando Sánchez Miret. Periférica
Gestarescala - Philip K. Dick. Trad. Julián Díez. Cátedra
Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado - Maya Angelou. Trad. Carlos Manzano. Libros del Asteroide
Otra vida por vivir - Theodor Kallifatides. Trad. Selma Ancira. Galaxia Gutenberg
El largo viaje - Jorge Semprún. Trad. Jacqueline Conte y Rafael Conte. Austral
Una postal de 1939 - Marcella Olschki. Trad. Francisco de Julio Carrobles. Periférica
Los cosacos - Lev Tólstoi. Trad. Irene y Laura Andresco revisada por Vicente Andresco. Alianza editorial
El puente - Gay Talese. Trad. Antonio Lozano. Debolsilo
Memorias de la casa muerta - Fiódor M. Dostoievski. Trad. Jesús García Gabaldón y Fernando Otero Macías. Alba editorial
La penumbra que hemos atravesado - Lalla Romano. Trad. Natalia Zarco. Periférica
Jude el oscuro - Thomas Hardy. Trad. Francisco Torres Oliver. Alba editorial
Un hombre soltero - Christopher Isherwood. Trad. María Belmonte. Acantilado
La escritura o la vida - Jorge Semprún. Trad. Thomas Kauf. Tusquets editores
Cahier - Isabel Bono. Editorial Baile del sol (Relectura)
Mis amigos - Emmanuel Bove. Trad. Manuel Arranz. Editorial Pre-textos
La célula de oro - Sharon Olds. Trad. Óscar Curieses. Bartleby editores
Relatos de Kolimá. Volumen III. El artista de la pala - Varlam Shalámov. Trad. Ricardo San Vicente. Editorial Minúscula
Pioneros - Willa Cather. Trad. Gema Moral Bartolomé. Alba editorial
Pasenow o el romanticismo - Hermann Broch. Trad. María Ángeles Grau. Debolsillo
El estigma- Emmy Hennings. Trad. Fernando González Viñas. El paseo editorial
Morir. Una vida. Cory Taylor. Trad. Catalina Ginard Ferón. Gatopardo ediciones
Carter - Ted Lewis. Trad. Damià Alou. Sajalín editores
La expedición al baobab - Wilma Stocenström. Trad. del inglés Lorenzo Luengo. Siruela
El descenso - Anna Kavan. Trad. Ainize Salaberri. Navona (7)
Los nuestros - Serguéi Dovlátov. Trad. Ricardo San Vicente. Fulgencio Pimentel
De A para X. Una historia en cartas - John Berger. Trad. Pilar Vázquez. Alfaguara

lunes, 31 de diciembre de 2018

2018 en lecturas

Tecman repararía primero en el número de lecturas antes que en los libros en sí. Vería ese 81 de la última línea y pensaría que es el único número donde su raíz cuadrada es igual a la suma de sus dos dígitos. Escribía en sus diarios que los números eran lo único que le daban a la vida estabilidad. No sólo le atraían el significado de los números, también su forma, el dibujo en el papel: de niño escribió varios cuadernos de series de números, del uno hasta el quince mil ochocientos setenta y siete, cada número separado del siguiente por un pequeño guión. Tecman miraba página a página y veía en esos números dibujos de dioses y seres mitológicos. Si fuese como Tecman, detallaría el género tanto de los libros como de los escritores, así como sus diferentes nacionalidades, años de edición, editoriales, la nota de cada uno de ellos. Me pregunto qué resultado saldría de sumar cada número de esa lista inexistente, qué dibujo saldría de ella.

Para mí, 81 es un número más, no habla de la calidad y la calidez de mis lecturas de 2018, ni de cómo este año se divide en dos partes: los primeros seis meses de lecturas voraces y los últimos donde trabajar en el turno de noche paró mi ritmo lector y sólo los domingos, antes del amanecer, conseguía dos o tres horas de descanso real dedicadas a leer.

El año empezó con La contravida de Philip Roth (palabras mayores), y en una especie de cierre de círculo a la saga Zuckerman, con La mancha humana y Sale es espectro. Operación Shylock fue un divertimento brutal, una novela esquizofrénica y divertida donde se habla del enfrentamiento entre realidad y ficción. Roth es un autor al que regreso cada año. Como hago con Vonnegut, esta vez con su clarividente Barbazul, donde vuelve a hablarnos de la estupidez humana y de que es el momento de las mujeres para tomar las riendas de nuestro presente y futuro, y la relectura de Matadero cinco que no sólo no me decepcionó, sino que sentí mejor que en mi primera incursión en ella. También regresé a Onetti, su novela El astillero, densa y magnífica, donde los personajes deambulaban camino de ninguna parte e inventaban una mentira que les diese un motivo para vivir. Cărtărescu fue otro de mis regresos tras aquel Nostalgia de años atrás. Sentí vasos comunicantes entre Solenoide y El ala izquierda, cómo esta última parecía un bosquejo de lo que luego sería la primera. Me reencontré con Cheever  en Falconer, extraña y fascinante descripción del aislamiento y el infierno.

El descubrimiento del año fue Dovlátov. Tanto La extranjera como El compromiso y La maleta me descubrieron a un autor con un humor socarrón que mostraba tanto las penas y las reglas absurdas del régimen comunista como la vida en el exilio. Un escritor contundente. El entenado, de Saer, y su cuestionamiento sobre la realidad y los otros me hizo salir a la librería a por más libros suyos. Cynthia Ozick me sorprendió con La galaxia caníbal y Halfon con sus novelas cortas a medio camino entre realidad y ficción. Memorias de una superviviente, mi primer acercamiento a Lessing, me trajo una voz inteligente. Zorba el griego fue un chute de vitalidad y sabiduría antigua.

En cuanto a la poesía, lo mejor no es un libro, sino el recital de Antonio Gamoneda en la biblioteca. Sus gestos lentos y su voz ágil, los acoples del audífono con el micrófono, los poemas que hablaban de la luz en la oscuridad y el frío, de la vejez, el amor, la ausencia y el redescubrimiento de la infancia, propia y ajena. Los poemarios de Sharon Olds, leídos durante tres días febriles, ocupan un lugar destacado en el recuerdo lector de este año, como La miel, del guionista Tonino Guerra, donde habla de su regreso al pueblo de su infancia en el que apenas quedan nueve personas vivas entre las casas abandonadas. Las antologías de mujeres poetas de Bartleby son tan irregulares como apasionantes y Ganarás la luz, de León Felipe, un poemario arrebatado. Y no quiero olvidar la faceta poética de Jim Dodge y la libertad con la que escribe.

Terminé el año con los cuentos de Alice Munro, Grace Paley y Lucia Berlin (mi lectura actual, mi lectura entre años). Hay algo enigmático en ellas, algo que queda en suspenso, una palabra, una verdad entrevista.

¿Decepciones? No conecté con los poemas de Philip Levine, los cuentos fantásticos de Robert W. Chambers y la historia antártica de Lovecraft de En las montañas de la locura. También, no tener tiempo ni cuerpo para escribir sobre mis lecturas, una manera de fijarlas en mi recuerdo y continuar el diálogo abierto en sus páginas. Extraño eso, escribir sobre libros. Cualquier cosa. Y no tengo propósito lector para este nuevo año más allá de reducir la altura de las columnas de libros pendientes sobre la estantería.

Para terminar, antes de dejar la lista de libros de este 2018, me gustaría dejar mis siete lecturas favoritas de 2018:

La contravida - Philip Roth
Barbazul - Kurt Vonnegut
Solenoide - Mircea Cartarescu
El entenado - Juan José Saer
El astillero - Juan Carlos Onetti
El compromiso - Serguey Dovlátov
Los muertos y los vivos - Sharon Olds

Me dejó tanto en el tintero, Fante, Łem, Ford, Daša Drndić. …
















01) La contravida - Philip Roth. Trad. Ramón Buenaventura. Debolsillo.
02) Alfa, Bravo, Charlie, Delta - Stephanie Vaughn. Trad. Ana Crespo. Sajalín editores.
04) El hombre es un gran faisán en el mundo - Herta Müller. Trad. Juan José Solar. Debolsillo.
05) La mujer del bombero - Richard Bausch. Trad.  M. Rosario Martín Ruano y M. Carmen África Vidal. Tropismos.
08) Barbazul - Kurt Vonnegut. Trad. Gemma Rovira. Hermida editores.
09) Solenoide - Mircea Cărtărescu. Trad. Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta
10) The simple truth - Philip Levine. Trad. Juan José Vélez Otero. Valparaíso ediciones.
11) Últimos testigos. Los niños en la Segunda Guerra Mundial - Svetlana Alexiévich. Trad. Yulia Dobrovolskaia y Zahara García González. Debolsillo.
12) La extranjera - Sergey Dovlátov. Trad. Ricardo San Vicente. Ikusager ediciones
15) Mal dadas - James Ross. Trad. Carlos Mayor. Sajalín editores.
16) Casa de misericordia - Joan Margarit. Visor.
18) Arden las pérdidas - Antonio Gamoneda. Tusquets editores.
23) La mujer temblorosa o la historia de mis nervios. Siri Hustdvedt. Trad. Cecilia Ceriani. Editorial Anagrama.
24) Ahora - Isabel Bono. Editorial Prensas universitarias de Zaragoza.
25) Tocar el agua, tocar el viento - Amos Oz. Trad. Raquel García Lozano. Debolsillo.
26) Yo por dentro - Sam Shepard. Trad. Jaime Zulaika. Anagrama.
27) Luz de noviembre, por la tarde - Eduardo Laporte. Editorial Demipage.
28) Cara o cruz - Itziar Mínguez Arnáiz. Huacanamo.
31) La soledad del corredor de fondo - Alan Sillitoe. Trad. Mercedes Cebrián. Impedimenta
34) La policía celeste - Ben Clark. Visor
37) Lo seco - Isabel Bono. Bartleby editores (Relectura)
38) La balada de Iza - Magda Szabó. Trad. José Miguel González Trevejo y Mária Szijj. Debolsillo
40) La mancha humana - Philip Roth. Trad. Jordi Fibla. Debolsillo
43) El código de la piel - Miren Agur Meabe. Trad. Miren Agur Meabe y Kepa Murua. Bassarai ediciones
44) La canción de Mercurio - Isabel Bono. Editorial Baile del sol (Relectura)
45) El libro de la risa y el olvido - Milan Kundera. Trad. Fernando de Valenzuela. Tusquets editores
46) Sale el espectro - Philip Roth. Trad. Jordi Fibla. Debolsillo.
47) (Tras)lúcidas. Poesía escrita por mujeres (1980-2016). VV. AA. Bartleby editores
48) Matadero cinco - Kurt Vonnegut. Trad. Margarita García de Miró. Anagrama (Relectura)
49) La manera de recogerse el pelo. Generación Blogger. VV. AA. Bartleby editores
52) Un día más con vida - Ryszard Kapuściński. Trad. Agata Orzeszek. Anagrama
53) Antología poética - Joaquín O. Gianuzzi. Visor
54) La investigación - Stanisław Łem. Trad. Joanna Orzechowska. Impedimenta
55) Trieste - Daša Drndić. Trad. Simona Skrabec. Automática editorial
56) Al oeste de Roma - John Fante. Trad. Antonio-Prometeo Moya. Anagrama
57) Nieve - Orhan Pamuk. Trad. Rafael Carpintero. Debolsillo
60) En las montañas de la locura - H.P. Lovecraft. Trad. Francisco Torres Oliver. Valdemar
61) Un vagabundo toca con sordina - Knut Hamsun. Trad. Pedro Camacho. Debolsillo
62) De otra vida - Federico del Barrio/Isabel Bono. Luces de: Gálibo (Relectura)
63) El compromiso - Serguey Dovlátov. Trad. Ana Alcorta y Moisés Ramírez. Ikusager ediciones
64) El rey de Amarillo - Robert W. Chambers. Trad. Marta Lila Murillo. Valdemar
65) Momentos de la vida de un fauno - Arno Schmidt. Trad. Luis Alberto Bixio. Debolsillo
66) Los muertos y los vivos - Sharon Olds. Trad. J. J. Almagro Iglesias y Carlos Jiménez Arribas. Bartleby editores
67) Satán dice - Sharon Olds. Trad Rosa Lentini y Ricardo Cano Gaviria. Ediciones Igitur
68) El padre - Sharon Olds. Trad. Mori Ponsowy. Bartleby ediciones
69) El ala izquierda. Cegador I - Mircea Cartarescu. Trad. Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta
70) La última alegría - Knut Hamsun. Trad. Luis Molins. Debolsillo
71) Monasterio - Eduardo Halfon. Libros del Asteroide
72) Operación Shylock - Philip Roth. Trad. Ramón Buenaventura
73) La maleta - Serguéi Dovlátov. Trad. Justo E. Vasco. Revisión y adaptación Tania Mikhelson y Alfonso Martínez Galilea. Editorial Fulgencio Pimentel
75) El espejo discreto - Ana Pérez Cañamares. Pre-textos editorial
76) Yo estoy vivo y vosotros muertos. Un viaje en la mente de Philip K. Dick. Emmanuel Carrère. Trad. Marcelo Tombetta. Editorial Anagrama
77) Falconer - John Cheever. Trad. Alberto Coscarelli. Debolsillo
78) La miel - Tonino Guerra. Trad. José Vicente Piqueras. Editorial Pepitas de Calabaza
79) Las lunas de Júpiter - Alice Munro. Trad. Esperanza Pérez Moreno. Debolsillo
80) Enormes cambios en el último minuto - Grace Paley. Trad. José Manuel Álvarez y Ángela Pérez. Anagrama
81) Más tarde, el mismo día - Grace Paley. Trad. César Palma. Anagrama