Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

miércoles, 5 de diciembre de 2018

notas sobre Satin Island. Tom McCarthy

1.1.            Anotadlo Todo, dice Malinowski en sus estudios. Tecman señala algo parecido en sus diarios cuando escribe sobre registrar cada momento y sentir simultáneamente dos ideas contrapuestas: el paso del tiempo y la inmovilidad en él. U., el antropólogo protagonista de Satin Island habla de crear una narrativa que explique nuestro mundo y nuestras vidas de hoy en día; también, de dar significado a todo aquello que nos rodea: observar los gestos y rituales diarios y dotarlos de un sentido último y definitivo. Es decir, descubrir señales que definan nuestra época  y ordenarlas en un esquema tangible: un gran informe que explique el presente y a nosotros en él. La pregunta sería qué forma tendría ese informe que describa nuestra época. Una última reflexión: en un presente donde todo queda registrado, ya sea lo cotidiano o lo extraordinario, por cada uno de nosotros, ¿no seríamos números binarios que ejecutan acciones de un programa donde se inscribiría ese informe de nuestra época?, ¿no estaríamos ya en una antropología del presente?

1.2.            U. trabaja en el sótano de una gran compañía, no hay un nombre o una actividad concreta tras ella. Es más: la compañía se acerca a una especie de tela de araña invisible que se cierne sobre la vida cotidiana, influyéndola y transformándola en la sombra con nuevas propuestas y tendencias. U. escucha los engranajes del edificio de la compañía en su confinamiento subterráneo, piensa en los despachos acristalados de los pisos superiores, se siente en una caverna (platónica) intentando dar forma a las sombras difusas sobre la pared. Y es ahí, en el intento de dotar de un significado a nuestros actos y pensamientos, donde se pierde en el azar: en su despacho hay líneas que unen a paracaídas muertos en accidentes de salto, los vertidos de crudo o el movimiento, en apariencia aleatorio, de las masas y el tráfico. Datos y más datos que pueden ser cruzados de manera casual para otorgarles un sentido y un orden. A un antropólogo no le interesa lo singular sino lo genérico, dice U. No las excepciones sino las reglas. Cualquier acto, ritual o gesto repetidos y cómo se puede trasladar a los intereses de la compañía. U. por un lado, trabaja en un proyecto de la compañía donde interferir en nuestra vida cotidiana; por otro, recibe el encargo de un informe que detalle nuestra época. El movimiento y la inmovilidad de Tecman.

1.3.            Entre todos esos hilos, entre las imágenes hipnóticas del crudo vertido al mar o el movimiento caótico del tráfico en ciudades del tercer mundo, entre el proyecto de la compañía y el informe que describa quiénes y cómo somos en nuestra época, U. repasa  los estudios de Levi-Strauss sobre tribus amazónicas o los rituales de los Vanuatu (aquellos rituales los ancestrales donde encaraban la muerte en el primer día del año o los adquiridos recientemente donde imitan los gestos del ejército norteamericano que ocupó su isla durante la segunda guerra mundial). U. recuerda esos estudios antropológicos, donde se detalla cada señal para descubrir su significado, y recuerda cómo el observador cambia el objeto observado, haciendo imposible acceder a una realidad (una verdad) sin contaminar. Somos observadores de un mundo que cambia y se transforma ante nuestra mirada, un mundo que vuelve a su naturaleza una vez hemos desviado nuestra atención. Entonces, la sensación de llegar siempre tarde a los mundos apenas conocidos dentro del nuestro, la imposibilidad de cruzar una frontera que nos muestre la realidad tal y como es.

1.4.            Satin Island empieza en una terminal de aeropuerto y termina en otra de un ferry, dos espacios definidos por el movimiento de masas continuo y la espera en una tierra de nadie, lugares de tránsito donde se pueden unir líneas al azar como en un despacho subterráneo y ver el empuje inconsciente que la multitud ejerce sobre los individuos, una conexión que nos influye de manera invisible, las sombras cavernarias entre las que nos movemos y formamos parte. U. observa estas conexiones esporádicas, la gran masa compuesta por miles de partículas de individuos, y escribe sobre sus relaciones cercanas, aquellas que son las excepciones y no las reglas: un amigo que lucha contra el cáncer (entonces, la vida deja de regirse por las reglas conocidas), un compañero absorto en imágenes en bucle, una pareja que fue activista y vivió una escena kafkiana bajo un poder anónimo e invisible. Quiénes somos dentro de la masa, parece preguntarse U.

1.5.            U. pertenece a una nueva antropología donde no se guardan miles de objetos en los almacenes de los grandes museos, no hay nada tangible salvo los informes escritos, y aún así, esos informes pueden ser resumidos con un par de palabras o imágenes en bucle en las que buscar orden en el caos. Qué imagen definiría el informe sobre nuestra época, piensa U., y ve una isla de residuos, un espacio a las afueras de la sociedad de la que se nutre, un lugar de edificios abandonados y en ruinas (como los restos de capas de piel). La nueva antropología trabaja para compañías multinacionales y desmenuza los rituales para insertar en ellos nuevos parámetros, visibiliza aquello que no vemos de lo cotidiano para incidir en ello y dirigir su movimiento. La antigua antropología fosiliza un instante, guarda y anota todo, como decía Malinowski, incluso aquellos objetos que nos son desconocidos y a los que no sabemos dar un significado.

(coda) Cercano a Delillo, McCarthy reflexiona en Satin Island sobre cómo se construye una narrativa a partir de la realidad que (entre)vemos, de las interacciones sociales y de aquellos gestos, y sus raíces ancestrales, que nos definen; una narrativa que da un significado al mundo, y al dárselo, desechamos cualquier otro significado posible. Movimientos de masas, imágenes en bucle, la geometría de las tierras abandonadas: el empuje que nos dirige en una dirección determinada, que impregna todo aquello por donde pasamos, subjetivizando el mundo. Todo puede ser conectado: se cruzan datos aleatorios para fabricar una nueva realidad, cambiando nuestra percepción del entorno y convirtiéndolo en un escenario teatral. Construido a base de entradas de un diario, McCarthy retrata una sociedad donde lo material (lo orgánico) desaparece poco a poco ante nuestros ojos.








4.3               Le pli. Aunque mi supuesta tarea, mi función «oficial», como etnógrafo empresarial, era obtener significado de todo tipo de situaciones —extraerlo, como un físico en el proceso de destilar una esencia pura, sin adulterar, a partir de mezclas comunes, o como cuando un minero arranca oro del vientre de la tierra—, en ocasiones me permitía pensar que, de hecho, las cosas eran exactamente al revés: que mi labor era dar significado al mundo, no cogerlo de éste. Anticipar, para beneficio de un fabricante de cereales, el rol simbólico o social del desayuno (lo que representa el ayuno, el significado de deshacerlo); auxiliarle mediante el establecimiento de algunos de los ejes primarios moldeadores del modo en que se ejerce, o podría ejercerse, la práctica del vivir; y luego observar al fabricante repercutir esa información en su producto y su envasado una vez optimizados y refinados éstos, tras lo cual yo comprendía que el resultado final no era simplemente un cereal de mejor sabor o mayores beneficios para el fabricante, sino más bien significado, amplificado y mejorado, para los millones de madrugadores que alzan las cajas de cereales sobre mesas de desayuno, las vuelcan e ingieren sus contenidos. Auxiliar a un ayuntamiento cuya intención era dotar al municipio de más plazas de aparcamiento sin haber comprendido aún la lógica etnográfica que impulsa a tal acto; disponer ante ellos la historia del espacio público (frente al privado), haciéndoles entender lo que estas zonas encarnan en esencia, qué hay en juego en ellas desde un punto de vista político y estructural y sagrado; y hacerlo de tal manera que toda esta historia sea después inyectada en plazas, campos de deportes y zonas de recreo que serán pobladas por millones de ciudadanos, era lo mismo. En mi oficina, estimulado y arrullado por el sistema de ventilación, me imaginaba como una especie de trabajador nocturno, como aquellos hombres que salían a reparar carreteras, o a comprobar puntos y agujas de las vías de ferrocarril, o a desempeñar una variedad de tareas encubiertas que pasan desapercibidas para la mayoría de la población, pero de las cuales depende el bienestar, incluso la supervivencia. Mientras la ciudad duerme, los panaderos hornean pan en obradores nocturnos, los lecheros cargan contendores en sus flotas de camiones; y hay trabajadores que dragan lechos de ríos o comprueban niveles de agua, mientras otros trabajadores monitorizan, dentro de edificios de exteriores anodinos, masas tormentosas y mareas primaverales y muertas en sus pantallas, y cuando es necesario activan defensas contra inundaciones. Cuando esa mayoría de población despierta, tan sólo ven la leche ante las entradas de sus casas, y el pan fresco en la panadería de su calle, y la propia calle aún ahí, no desaparecida por una inundación o un tsunami; y dan todo ello por descontado, cuando de hecho han sido estos hombres quienes han puesto la leche y el pan en esos lugares, e incluso también, al desplegar las defensas contra las inundaciones, han puesto la ciudad ahí, devolviéndola  a su sitio cada vez que despliegan aquéllas. Eso era también lo que estaba haciendo yo, me decía. Cada día, el mundo funcionaba porque yo le había devuelto significado al día anterior. Vosotros no advertíais que yo lo había puesto ahí porque ya estaba ahí; pero si yo hubiera dejado de hacerlo, enseguida lo habríais sabido.
Tom McCarthy. Satin Island. Traducción de José Luis Amores. Editorial Pálido Fuego.

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