1.1.
Anotadlo Todo,
dice Malinowski en sus estudios. Tecman señala algo parecido en sus diarios
cuando escribe sobre registrar cada momento y sentir simultáneamente dos ideas
contrapuestas: el paso del tiempo y la inmovilidad en él. U., el antropólogo
protagonista de Satin Island habla de
crear una narrativa que explique nuestro mundo y nuestras vidas de hoy en día;
también, de dar significado a todo aquello que nos rodea: observar los gestos y
rituales diarios y dotarlos de un sentido último y definitivo. Es decir,
descubrir señales que definan nuestra época y ordenarlas en un esquema tangible: un gran
informe que explique el presente y a nosotros en él. La pregunta sería qué
forma tendría ese informe que describa nuestra época. Una última reflexión: en
un presente donde todo queda registrado, ya sea lo cotidiano o lo
extraordinario, por cada uno de nosotros, ¿no seríamos números binarios que
ejecutan acciones de un programa donde se inscribiría ese informe de nuestra
época?, ¿no estaríamos ya en una antropología del presente?
1.2.
U. trabaja en el sótano de una gran compañía, no
hay un nombre o una actividad concreta tras ella. Es más: la compañía se acerca
a una especie de tela de araña invisible que se cierne sobre la vida cotidiana,
influyéndola y transformándola en la sombra con nuevas propuestas y tendencias.
U. escucha los engranajes del edificio de la compañía en su confinamiento
subterráneo, piensa en los despachos acristalados de los pisos superiores, se
siente en una caverna (platónica) intentando dar forma a las sombras difusas
sobre la pared. Y es ahí, en el intento de dotar de un significado a nuestros
actos y pensamientos, donde se pierde en el azar: en su despacho hay líneas que
unen a paracaídas muertos en accidentes de salto, los vertidos de crudo o el
movimiento, en apariencia aleatorio, de las masas y el tráfico. Datos y más
datos que pueden ser cruzados de manera casual para otorgarles un sentido y un
orden. A un antropólogo no le interesa lo
singular sino lo genérico, dice U. No las excepciones sino las reglas.
Cualquier acto, ritual o gesto repetidos y cómo se puede trasladar a los
intereses de la compañía. U. por un lado, trabaja en un proyecto de la compañía
donde interferir en nuestra vida cotidiana; por otro, recibe el encargo de un informe
que detalle nuestra época. El movimiento y la inmovilidad de Tecman.
1.3.
Entre todos esos hilos, entre las imágenes
hipnóticas del crudo vertido al mar o el movimiento caótico del tráfico en
ciudades del tercer mundo, entre el proyecto de la compañía y el informe que
describa quiénes y cómo somos en nuestra época, U. repasa los estudios de Levi-Strauss sobre tribus
amazónicas o los rituales de los Vanuatu (aquellos rituales los ancestrales
donde encaraban la muerte en el primer día del año o los adquiridos recientemente
donde imitan los gestos del ejército norteamericano que ocupó su isla durante
la segunda guerra mundial). U. recuerda esos estudios antropológicos, donde se
detalla cada señal para descubrir su significado, y recuerda cómo el observador
cambia el objeto observado, haciendo imposible acceder a una realidad (una
verdad) sin contaminar. Somos observadores de un mundo que cambia y se
transforma ante nuestra mirada, un mundo que vuelve a su naturaleza una vez
hemos desviado nuestra atención. Entonces, la sensación de llegar siempre tarde
a los mundos apenas conocidos dentro del nuestro, la imposibilidad de cruzar
una frontera que nos muestre la realidad tal y como es.
1.4.
Satin
Island empieza en una terminal de aeropuerto y termina en otra de un ferry,
dos espacios definidos por el movimiento de masas continuo y la espera en una
tierra de nadie, lugares de tránsito donde se pueden unir líneas al azar como
en un despacho subterráneo y ver el empuje inconsciente que la multitud ejerce
sobre los individuos, una conexión que nos influye de manera invisible, las
sombras cavernarias entre las que nos movemos y formamos parte. U. observa
estas conexiones esporádicas, la gran masa compuesta por miles de partículas de
individuos, y escribe sobre sus relaciones cercanas, aquellas que son las
excepciones y no las reglas: un amigo que lucha contra el cáncer (entonces, la
vida deja de regirse por las reglas conocidas), un compañero absorto en
imágenes en bucle, una pareja que fue activista y vivió una escena kafkiana
bajo un poder anónimo e invisible. Quiénes somos dentro de la masa, parece
preguntarse U.
1.5.
U. pertenece a una nueva antropología donde no
se guardan miles de objetos en los almacenes de los grandes museos, no hay nada
tangible salvo los informes escritos, y aún así, esos informes pueden ser
resumidos con un par de palabras o imágenes en bucle en las que buscar orden en
el caos. Qué imagen definiría el informe sobre nuestra época, piensa U., y ve
una isla de residuos, un espacio a las afueras de la sociedad de la que se
nutre, un lugar de edificios abandonados y en ruinas (como los restos de capas
de piel). La nueva antropología trabaja para compañías multinacionales y desmenuza
los rituales para insertar en ellos nuevos parámetros, visibiliza aquello que
no vemos de lo cotidiano para incidir en ello y dirigir su movimiento. La
antigua antropología fosiliza un instante, guarda y anota todo, como decía
Malinowski, incluso aquellos objetos que nos son desconocidos y a los que no
sabemos dar un significado.
(coda) Cercano a
Delillo, McCarthy reflexiona en Satin
Island sobre cómo se construye una narrativa a partir de la realidad que
(entre)vemos, de las interacciones sociales y de aquellos gestos, y sus raíces
ancestrales, que nos definen; una narrativa que da un significado al mundo, y
al dárselo, desechamos cualquier otro significado posible. Movimientos de
masas, imágenes en bucle, la geometría de las tierras abandonadas: el empuje
que nos dirige en una dirección determinada, que impregna todo aquello por donde
pasamos, subjetivizando el mundo. Todo puede ser conectado: se cruzan datos
aleatorios para fabricar una nueva realidad, cambiando nuestra percepción del
entorno y convirtiéndolo en un escenario teatral. Construido a base de entradas
de un diario, McCarthy retrata una sociedad donde lo material (lo orgánico)
desaparece poco a poco ante nuestros ojos.
4.3
Le pli. Aunque mi supuesta tarea, mi
función «oficial»,
como etnógrafo empresarial, era obtener significado de todo tipo de situaciones
—extraerlo, como un físico
en el proceso de destilar una esencia pura, sin adulterar, a partir de mezclas
comunes, o como cuando un minero arranca oro del vientre de la tierra—, en
ocasiones me permitía pensar que, de hecho, las cosas eran exactamente al
revés: que mi labor era dar
significado al mundo, no cogerlo de éste. Anticipar, para beneficio de un
fabricante de cereales, el rol simbólico o social del desayuno (lo que
representa el ayuno, el significado de deshacerlo); auxiliarle mediante el
establecimiento de algunos de los ejes primarios moldeadores del modo en que se
ejerce, o podría ejercerse, la práctica del vivir; y luego observar al
fabricante repercutir esa información en su producto y su envasado una vez optimizados
y refinados éstos, tras lo cual yo comprendía que el resultado final no era
simplemente un cereal de mejor sabor o mayores beneficios para el fabricante,
sino más bien significado,
amplificado y mejorado, para los millones de madrugadores que alzan las cajas
de cereales sobre mesas de desayuno, las vuelcan e ingieren sus contenidos. Auxiliar
a un ayuntamiento cuya intención era dotar al municipio de más plazas de
aparcamiento sin haber comprendido aún la lógica etnográfica que impulsa a tal
acto; disponer ante ellos la historia del espacio público (frente al privado),
haciéndoles entender lo que estas zonas encarnan en esencia, qué hay en juego
en ellas desde un punto de vista político y estructural y sagrado; y hacerlo de
tal manera que toda esta historia sea después inyectada en plazas, campos de
deportes y zonas de recreo que serán pobladas por millones de ciudadanos, era
lo mismo. En mi oficina, estimulado y arrullado por el sistema de ventilación,
me imaginaba como una especie de trabajador nocturno, como aquellos hombres que
salían a reparar carreteras, o a comprobar puntos y agujas de las vías de
ferrocarril, o a desempeñar una variedad de tareas encubiertas que pasan
desapercibidas para la mayoría de la población, pero de las cuales depende el bienestar,
incluso la supervivencia. Mientras la ciudad duerme, los panaderos hornean pan
en obradores nocturnos, los lecheros cargan contendores en sus flotas de
camiones; y hay trabajadores que dragan lechos de ríos o comprueban niveles de
agua, mientras otros trabajadores monitorizan, dentro de edificios de
exteriores anodinos, masas tormentosas y mareas primaverales y muertas en sus
pantallas, y cuando es necesario activan defensas contra inundaciones. Cuando
esa mayoría de población despierta, tan sólo ven la leche ante las entradas de
sus casas, y el pan fresco en la panadería de su calle, y la propia calle aún
ahí, no desaparecida por una inundación o un tsunami; y dan todo ello por
descontado, cuando de hecho han sido estos hombres quienes han puesto la leche y el pan en esos
lugares, e incluso también, al desplegar las defensas contra las inundaciones,
han puesto la ciudad ahí, devolviéndola a su sitio cada vez que despliegan aquéllas.
Eso era también lo que estaba haciendo yo, me decía. Cada día, el mundo
funcionaba porque yo le había devuelto significado al día anterior. Vosotros no
advertíais que yo lo había puesto ahí porque
ya estaba ahí; pero si yo hubiera dejado de hacerlo, enseguida lo habríais
sabido.
Tom McCarthy. Satin Island. Traducción de
José Luis Amores. Editorial Pálido Fuego.
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