Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop
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lunes, 2 de junio de 2025

Los lunes de Anay. Sendas...



"tenemos sed
 y paciencias de animal"

                                   JUAN GELMAN


una última cosa

si las preguntas
¿cómo estás?
¿cuántos años tienes?
¿cuáles son tus planes para mañana?
hacen que te sientas suspendido
como el tiempo en la costa
antes de un huracán
déjame advertir
que una caminata
bajo un clima adecuado
pudiera terminar en otro país.

                                            JORGE ORLANDO CORREA




Feliz lunes.

Un beso,

Anay

lunes, 20 de junio de 2016

Juan Gelman en Gotán


En la carpeta

Tomé mi amor que asombraba a los astros
y le dije: señor amor,
usted crece de tarde, noche y día,
de costado, hacia abajo, entre las cejas,
sus ruidos no me dejan dormir perdí todo apetito
y ella ni nos saluda, es inútil, inútil.

De modo que tomé a mi amor,
le corté un brazo, un pie, sus adminículos,
hice un mazo de naipes
y ante la palidez de los planetas
me lo jugué una noche lentamente
mientras mi corazón silbaba, el distraído.           



A la pintura

Dénise trabaja en el Musée du Louvre buffet del ler. piso,
entre mesas o ingleses ella conduce su cuerpo con toda decisión,
su culo es más sonoro que los mundos de Rubens
y se parece a la esquina de las palomas de l'Avenue des Champs Elysées.

Todo el día todo el día moviéndose moviéndose
suelta especie de pájaros que revolotean a su alrededor
y la describen en el aire saludando al gran pueblo
antes de regresar dulcemente a su carne.

Dénise trabajaba y nunca había visto a la Gioconda
pero su cuarto en Poissonniére
era un país siempre dispuesto para el amor,
cada noche su oleaje golpeaba las ventanas.

Cuando abrazaba al hombre miraba hacia la puerta
como si la ternura fuese a entrar de repente,
a veces se le volaban pájaros oscuros
como una tristeza después de haber amado.



Condecoraciones

Condecoraron al señor general,
condecoraron al señor almirante,
al brigadier, a mi vecino
el sargento de policía,

y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego,
como sol, como esperanza,
entre tanta miseria humana,
tanto dolor
sin ir más lejos.



Una mujer y un hombre

Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de la luz,
mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.



Habana revisited

Tenía que ser la Habana,
allí te encontré, allí te perdí,
en la Habana levantada por la marea dulce de la Revolución
debajo del amor estabas,
en cada rostro de miliciano o miliciana mirando el mar
     amigo y enemigo
estabas, ausencia mía, dolor de la memoria,
en la alegría liberada de la Habana hallé tus manos inclinándose
pero en Las Villas, en Matanzas,
bajo los campesinos entregados por primera vez a vivir,
bajo la libertad circulando entre ellos como un río invisible y
     advertible,
iba tu voz aún crepitando suave dura, fuego sin apagar.

Así voy aprendiendo mi destino de tenerte en cada uno
     menos en ti,
de recorrerte por miles de rostros reuniéndote
y repartiéndote por miles de manos que me tocan,
fue en la Habana un día abierto como tus ojos,
allí te perdí, allí te encontré,
eres interminable,
el pueblo es dulce, íntimo.
Juan Gelman. Gotán. En Gotán y otras cuestiones (Poesía I 1956.1962). Visor libros.

miércoles, 20 de abril de 2016

Juan Gelman en Velorio del solo

Madrugada

Jugos del cielo mojan la madrugada de la ciudad violenta.
Ella respira por nosotros.

Somos los que encendimos el amor para que dure,
para que sobreviva a toda soledad.

Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor
antes de merecer esta esperanza.

Hemos abierto las ventanas para darle mil rostros.



Velorio del solo

Especialmente andaba preocupado
por el tiempo, la vida, otras cositas como ser
morir sin haberse alcanzado a sí mismo.

En esto era tenaz y los días de lluvia
salía a preguntar si lo habían visto
a bordo de unos ojos de mujer
o en las costas del Brasil amando su estampido
o en el entierro de su inocencia (muy particularmente).

Siempre tuvo palabras o pálidos y pobres pedazos
de amores sin usar, de grandes vientos,
trece veces estuvo por entrar a la muerte
pero volvió, de acostumbrado, decía.

Entre otras cosas quiso
que alguno más entendiera este mundo
con lo que horrorizaba a la propia soledad.

Hoy lo velan tan espantosamente aquí mismo,
entre estas paredes por las que resbalan todavía sus puras
    maldiciones,
desde su rostro cae el ruido de las barbas aún vivas
y nadie que lo huela
llegará a imaginar cómo deseaba gozar con el misterio del
    amor inocente,
darle agua a sus niños.

Mientras devuelve la piel y los huesos prestados al descuido
mira a lo lejos su figura y se persigue
por lo cual sin duda pronto
va a empezar a llover.



Invierno

Después de haberte amado
tu vientre ilumina todavía la oscuridad, el cansancio,
la noche refugiada en la pieza.

El silencio ha temblado por nosotros
como los pies descalzos de este invierno de pobres,
en tus brazos aún quedan rostros de amor abandonados
después de haber amado
regresamos al fuego, la furia, la injusticia.

En la ciudad que gime como loca
el amor cuenta bajito
los pájaros que han muerto contra el frío,
las cárceles, los besos, la soledad, los días
que faltan para la revolución.



Historia

Estudiando la historia,
fechas, batallas, cartas escritas en la piedra,
frases célebres, próceres oliendo a santidad,
sólo percibo oscuras manos
esclavas, metalúrgicas, mineras, tejedoras,
creando el resplandor, la aventura del mundo,
se murieron y aún les crecieron las uñas.



Mi rostro

Mi rostro cae como tu corazón
tu corazón que cae bajo la lluvia de este otoño,
una lluvia de pájaros grises que sube de mi rostro
como el otoño sube hasta tu corazón,
he recorrido calles, rostros, puertos
antes de recorrer tu corazón de otoño
como un pájaro gris las calles de la lluvia,
tu corazón va solo como un puerto
del que todas las lluvias han partido
menos ese pájaro gris parecido al otoño
construyendo mi rostro para tu corazón.
Juan Gelman. Velorio del solo. En Gotán y otras cuestiones (Poesía I 1956-1962). Visor libros. 

sábado, 23 de enero de 2016

Juan Gelman en Violines y otras cuestiones



[Viendo a la gente andar, ponerse el traje…]

Viendo a la gente andar, ponerse el traje,
el sombrero, la piel y la sonrisa,
comer sobre los platos dulcemente,
afanarse, correr, sufrir, dolerse,
todo por un poquito de paz y de alegría,
viendo a la gente, digo, no hay derecho
a castigarle el hueso y la esperanza,
a ensuciarle los cantos, a oscurecerle el día,
                                                                       viendo, sí,
cómo la gente llora en los rincones
más oscuros del alma y sin embargo
sabe reír y sabe andar derecho,
viendo a la gente, bueno, viéndola
tener hijos y esperar y siempre
creer que van a mejorar las cosas
y viéndola pelear por sus riñones,
                                                       digo gente,
qué hermoso andar contigo
a descubrir la fuente de lo nuevo,
a arrancar la felicidad,
a traer el futuro sobre el lomo, hablar
familiarmente con el tiempo y saber
que acabaremos y de una buena vez por ser dichosos,
qué hermoso, digo, gente, qué misterio
vivir tan castigado
                               y cantar y reír,
                                                       ¡qué asunto raro!



Un viejo asunto

Fue a principios de siglo.
                                         La ciudad
se ponía los pantalones largos,
iba en lando, calzaba vías férreas,
ascendía hasta el cielo con ventanas.

Era el imperio de los estancieros
recién vendido a la Inglaterra, era
la reyecía de los Apellidos,
el país dividido en cinco feudos
donde engordaba el animal y pedro
valía menos que un cuero de vaca.

El río entonces una madrugada
fue despertado por extrañas voces,
palabras dulces o ásperos sonidos,
el aire anduvo averiguando qué
demonios sucedía, qué lenguaje
lo trizaba en cristales asombrados,
mientras los inmigrantes descendían
con pantalones castigados, los
bolsillos llenos de nostalgia y unos
sueños, los pocos permitidos por
la Compañía de Navegación.

Aquí vinieron italianos, turcos,
árabes, rusos, búlgaros, judíos,
eslovacos, polacos, españoles,
con los dedos del hambre en la mejilla,
con la lágrima seca sobre el pómulo,
con las espaldas hartas del fusil,
del knut, del palo de la policía,

aquí vinieron, construyeron casas,
relojes, sillas, lápices, pañales,
empuñaron la reja, hicieron
llover del suelo gotas congeladas
de trigo o de maíz, aquí vinieron
y edificaron días, esperanzas,
árboles, hijos, pájaros, canciones,
aquí empezó a dolerles el huesito,
mientras el amo alcorta o anchorena
mantenía queridas en París,
vendía el país por unas esterlinas,
paseaba sus polainas por Europa.

Aquí vinieron, sí, los gringos, los
estranjis, aprendieron a besar
el mate largamente, a conversar
en porteño mezclado, en guaraní,
dieron sus brazos para el frigorífico,
para las fábricas y se encontraron
cara a cara con los viejos fantasmas,
les azuzaron sus hermanos criollos
(les decían “los gringos les roban el trabajo”)
les persiguieron la mejilla y como
muchos de ellos venían de la pólvora,
del aire en armas de las barricadas
populares y muchos descendían,
por parte del dolor, de la pelea,
los amos les dictaron una ley:

“Queda prohibido para el extranjero,
jornalero, albañil, bracero o pobre,
pedir aumento de salario, unirse,
luchar por su camisa, el delantal,
la cuchara, el repollo, los manteles.
Tiene permiso para sufrir hambre,
golpes y lágrimas, humillaciones,
como los chinos de esta sucia tierra.
Puede olvidar de a poco que es un hombre,
y si lo recordase, hereje, bárbaro,
archívese, publíquese y devuélvase
encadenado a su lugar de origen.”

Esta es la ley, célebre por su número
odiado, maldecido, esta es la ley
4144.

Clavada está en el medio de mi pueblo.
Todavía golpea en lo más puro.



[Tal vez bajo del pelo, bajo el párpado…]

Tal vez bajo del pelo, bajo el párpado,
bajo humos, sábados, paredes, trajes,
aymeduelen, vecinos, hastaluegos,
guarda la gente un poco de ternura.

Es tal vez bajo el ala del sombrero
o tal vez en la mano, en su pañuelo,
donde la gente suele atardecer
cuando la tarde es cruel como un cuchillo.

Y si no, ¿cómo explica su mejilla?
¿Y cómo explica su continuo andar,
reír, pelear, me digo, cómo explica,
si esto pega tan duro en el estómago?

Tal vez bajo la noche,
la gente saca su ternura a ver
si algo le han dado, si algo le ha dolido,
charla un poco, desteje su cansancio,
suelta un pájaro y sueña hasta mañana.



[Hoy que estoy tan alegre, qué me dicen…]

Hoy que estoy tan alegre, qué me dicen,
me miro el pecho y río, miro me
la estatura, el reloj, los pantalones,
tan alegre y me río, la camisa
me miro a carcajadas, vea usted,
este asunto comienza en mi esqueleto
(perdón por la palabra) estoy alegre
compañero, le digo, cuello arriba
y cuello abajo río, qué es no sé,
me levanté tan simple como siempre
y tan juan como suelo entré a la calle,
salud, ciudad, le dije, acaricié
la mañana de paso, fui hasta el hombre
más triste y le di un sueño,
                                           compañero
qué me pasa, me río y qué es no sé,
tengo un tumulto de violines vivos,
me nace un pájaro en la boca,
                                                ¡al tren!
¿quién se ha muerto? ¡mentira!
                                                  los marinos
se enamoraron de una estrella
                                                 ¿y qué?
salud, ciudad, le dije, compañero,
y en una esquina el aire le besé
como un loco, me miran los zaguanes,
las ventanas, un árbol, qué es no sé,
me sacudo el recuerdo, los pañuelos,
las caricias de anoche, busco en
mis ojazos de pibe entre cuadernos,
violetas tiernas y una madre y qué
me pasa, estoy alegre, río, corro,
me cantan los zapatos,
                                     los zapatos,
ciudad, ciudad, hoy te amo como nunca,
hoy no te hiero, apenas hoy si te
toco, apenas si rozo tu armadura
de asfalto y piedra y barro y hombres de
cojón y viento, apenas si te digo
mañanero, salud.
                            Y me detengo.
Me río.
            Estoy alegre.
                                  Y qué es no sé.
Juan Gelman. Violines y otras cuestiones. En Gotán y otras cuestiones (Poesía I 1956.1962). Visor libros.