En la carpeta
Tomé mi amor que asombraba a los astros
y le dije: señor amor,
usted crece de tarde, noche y día,
de costado, hacia abajo, entre las cejas,
sus ruidos no me dejan dormir perdí todo apetito
y ella ni nos saluda, es inútil, inútil.
De modo que tomé a mi amor,
le corté un brazo, un pie, sus adminículos,
hice un mazo de naipes
y ante la palidez de los planetas
me lo jugué una noche lentamente
mientras mi corazón silbaba, el
distraído.
A la pintura
Dénise trabaja en el Musée du
Louvre buffet del ler. piso,
entre mesas o ingleses ella
conduce su cuerpo con toda decisión,
su culo es más sonoro que los
mundos de Rubens
y se parece a la esquina de las
palomas de l'Avenue des Champs Elysées.
Todo el día todo el día moviéndose
moviéndose
suelta especie de pájaros que
revolotean a su alrededor
y la describen en el aire
saludando al gran pueblo
antes de regresar dulcemente a su
carne.
Dénise trabajaba y nunca había
visto a la Gioconda
pero su cuarto en Poissonniére
era un país siempre dispuesto para
el amor,
cada noche su oleaje golpeaba las
ventanas.
Cuando abrazaba al hombre miraba
hacia la puerta
como si la ternura fuese a entrar
de repente,
a veces se le volaban pájaros
oscuros
como una tristeza después de haber
amado.
Condecoraciones
Condecoraron al señor general,
condecoraron al señor almirante,
al brigadier, a mi vecino
el sargento de policía,
y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego,
como sol, como esperanza,
entre tanta miseria humana,
tanto dolor
sin ir más lejos.
Una mujer y un hombre
Una mujer y un hombre llevados por
la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por
sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella
infancia
que ellos crearon juntos, plena de
sol, de la luz,
mujer y un hombre atados por sus
labios
llenan la noche lenta con toda su
memoria,
una mujer y un hombre más bellos
en el otro
ocupan su lugar en la tierra.
Habana revisited
Tenía que ser la Habana,
allí te encontré, allí te perdí,
en la Habana levantada por la
marea dulce de la Revolución
debajo del amor estabas,
en cada rostro de miliciano o
miliciana mirando el mar
amigo y enemigo
estabas, ausencia mía, dolor de la
memoria,
en la alegría liberada de la
Habana hallé tus manos inclinándose
pero en Las Villas, en Matanzas,
bajo los campesinos entregados por
primera vez a vivir,
bajo la libertad circulando entre
ellos como un río invisible y
advertible,
iba tu voz aún crepitando suave
dura, fuego sin apagar.
Así voy aprendiendo mi destino de
tenerte en cada uno
menos en ti,
de recorrerte por miles de rostros
reuniéndote
y repartiéndote por miles de manos
que me tocan,
fue en la Habana un día abierto
como tus ojos,
allí te perdí, allí te encontré,
eres interminable,
el pueblo es dulce, íntimo.
Juan Gelman. Gotán.
En Gotán y otras cuestiones (Poesía I 1956.1962). Visor libros.
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