Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

lunes, 25 de septiembre de 2023

Los lunes de Anay. Helio...

Mis libros están en treinta cajas en la nueva casa. En esta, con las paredes vacías y bolsas alrededor y cierto desorden, sólo la trilogía Cegador de Cărtărescu, los poemas de Olga Novo, una novela de Chivite. Y La república del sueño, de Nélida Piñón, un libro-baúl donde guardo, entre sus páginas, los primeros pasos de este amor a corriente —entradas de cine y teatro y programas de museos, facturas de hotel, mapas, artículos recortados, notas y mensajes escritos a mano—. Es extraño este habitar dos casas, tener un camino comunicante entre ellas, que una se llene, también en el caos, mientras otra se vacía y que en ese camino haya alegría y un poco de tristeza. Para que esa extrañeza baje, he dejado un cuadro con un mensaje de bienvenida grabado en unas hojas secas.

Terminé de recoger mis libros en la mañana del jueves pasado. Llovía desde el amanecer. Quería, esa mañana, tener tiempo para cada libro; reencontrarme con las lecturas del confinamiento y mis notas a lápiz en las primeras páginas; preguntarme por qué hay libros de cuya lectura no recuerdo una frase —como lluvia que no empapa—, libros cuyo recuerdo es una emoción, una sensación, o libros a los que me gustaría volver una y otra vez; regresar a las librerías de Cádiz, Valladolid, Tucumán, Madrid, Logroño, Barcelona, Gijón, Alicante o aquella de Madrid junto a un templo egipcio donde encontré a Vonnegut y contar las horas de lectura, las horas en librerías y ferias, las horas de conversaciones. Ahora esas cajas están en un par de habitaciones sin muebles y pienso en desempaquetarlas con lentitud y organizar de nuevo mi biblioteca.

Entro en nuestro nuevo hogar, registro la desnudez de nuestro terreno aún sin césped, de nuestras habitaciones sin muebles, e intento capturar este instante que es el inicio de algo, de algo que crecerá con el tiempo y de un vacío y caos que se posarán y recompondrán en intimidad y refugio. Quiero recordar estos días para mi yo futuro, para que vea lo que e. y yo hemos creado.

Llevaremos un puñadito de sal este sábado, nuestro primer día en nuestro hogar, donde dormiremos en un colchón en el suelo a la espera de nuestros muebles. Empezamos de cero, ýb, con una mesa, algunas sillas, un colchón, las estanterías que hizo mi padre, los libros y recuerdos en cajas, la ropa en maletas y mochilas.


Los lunes de Anay. Helio…

Es maravilloso cuando te despiertas, abres los ojos y dices:
"Cojonudo. No me he muerto".

                                                KARMELO C IRIBARREN


TANGO
(Imitación de JG)

Ganas de estar sin tu recuerdo
de echarme unos besos en el bolsillo
y salir a borrarte
entre otros brazos
bajo otras sábanas
en otra noche
Ganas enormes de quitar de mi alma tu retrato
de caminar de espaldas a ti
hacia otros amores o desastres
hacia nombres como esperanza isabel
Ganas descomunales
de no oír más tu silencio
ganas de sepultarte vestida en mucho olvido
de sembrarte en un adiós sin más llantitos
de regresar sin ti pero feliz
a mí mismo silbando ya sin lágrimas
bellamente recobrado el
paraíso.

                                  LUIS ROGELIO NOGUERAS




Feliz lunes.

Un beso,

Anay

lunes, 18 de septiembre de 2023

Los lunes de Anay. Acopio...

… Ayer, después de un camino entre acantilados, entramos en la pequeña capilla de la Providencia. Siempre me siento en los bancos finales para no molestar a los creyentes en sus rezos, para estar en mi silencio. La Virgen y un niño negros en el altar y una pared donde los feligreses, peregrinos y visitantes dejaban sus peticiones a la Virgen negra. Me entretuve ante esos mensajes a bolígrafo o lápiz y entre los cuales, chupetes, baberos, peluches de burritos, plumas de gaviotas, figuras de corazones. Leí un puñado: niños que querían, en su letra primera, que los asesinos se “icieran” buenos, mujeres y hombres rogando por la salud de sus hermanos, estudiantes que pedían aclarar su futuro, cartas en francés e inglés, cartas dobladas entre otras, fotografías y estampas, mensajes cortos: por Estefanía. Como en los tocones del camino, entre tótems de piedra, las cartas que recuerdan y piden e imploran y agradecen.


Los lunes de Anay. Acopio…

"El espejo multiplica por dos la soledad"

                                                             JAVIER PUCHE


SONSONETE

No protestes más,
airado corazón,
que a nadie importan ya
tus fútiles lamentos.

                                   ANAY SALA





Feliz lunes.

Un beso,

Anay

lunes, 11 de septiembre de 2023

Los lunes de Anay. Imponderables...

Esta mañana, el inicio del otoño en las primeras hojas secas sobre el camino del monte. Conozco cada recoveco de este camino, lo hago una vez a la semana, al menos. Lo veo cambiar a lo largo del año, la oscuridad, ahora, mientras quedan hojas en los árboles, la claridad gris y desnuda del invierno; el crujido de los pasos sobre las hojas rojizas del otoño que se convertirán en una masa cenicienta para la primavera; los árboles inclinados junto al camino, donde cuervos, pájaros carpinteros y, alguna vez, ardillas; la llave dorada y oxidada clavada en uno de los troncos, como símbolo de admisión y acogida; los repechos donde descansar y las fuentes naturales de las que sale un agua rojiza, mineral; las sendas que atajan hacia la cumbre y me hacen sentir en un mundo solitario y primigenio. Hace un par de otoños recogí docenas de hojas secas de roble que dejé en invierno entre papeles de periódico y que ahora me sirven de marcapáginas y de pasado. Hoy, al final del camino, un ruido extraño me hizo volverme —la lluvia sobre la copa de los árboles. 

*

Sigo anotando en el móvil aquello que capto durante el reparto. 
Una niña le escribe a una amiga recién mudada que la echa de menos, un niño le cuenta sus días de playa a otro amigo, los nietos escriben con su caligrafía primera y a lápiz cuánto quieren a sus abuelos. Hoy sólo los niños escriben postales. 
Empieza a firmar en el certificado, un hombre de manos y letra temblorosa. Se detiene y me dice que no sabe cómo continuar, parado como el reloj a su espalda, siempre a las diez menos veinte. 
Encuentro una flor en la puerta de m. Murió hace un par de semanas. Tenía mi edad. Hace un año me dijo que había encontrado la figura de un elefante blanco entre los contenedores de la basura, que se lo llevó a casa y le empezaron a ocurrir cosas malas —se le caían cosas en la cabeza, perdió la prestación por un error, no veía a su hija—. Dejó el elefante en un pequeño parque junto a su casa. Hay que alejarse de las malas energías, me decía mientras me enseñaba el elefante blanco entre los arbustos. 
Pero la mejor imagen de este verano fue un viernes, en el parque donde poemas bajo la lluvia, años atrás. Un hombre hacía pompas gigantes junto al puesto de helados. Los niños gritan y saltan y ven elevarse las pompas entre los árboles. Un niño mayor explota las pompas con su dedo índice, como si tuviera el poder de explotar planetas. Hay adultos alrededor y todos sonríen. Y la niña más pequeña del grupo, apenas acaba de empezar a andar, ajena a las pompas, recolecta hojas secas del suelo que luego da, por orden, a su abuelo, a su madre, a su abuela. 

2023.09.03


Los lunes de Anay. Imponderables…


"Soñar despiertos siempre" 

                                       EDUARDO GARCÍA

                                                       
AMOR AMOR

El Mar
juega con la Botella
la desnuda
la enreda entre sus patas azules
le da vueltas

Trepa
las porosas rodillas de la playa
la mece
la ensucia
enrosca
- desenrosca-
salta al cuello
la bebe

El mar
brinda con la botella
le perturba
le entierra
desentierra

¡La Botella y el Mar!
Yo te recuerdo.

                             ANA MARÍA IZA





Feliz lunes.

Un beso,

Anay

lunes, 4 de septiembre de 2023

Los lunes de Anay. Propium...

Apenas inicio mis vacaciones tras unos meses agotadores. No habrá camino este año, ni viajes, creo. Septiembre será para llenar cajas y maletas y hacer de un espacio ahora casi vacío un nuevo hogar.

Hace poco un compañero me dijo que sus mudanzas le enseñaron a deshacerse de los superfluo. A la décima caja, me decía, te cansar y hartas. Así que concluyó, de forma prematura, esa recolección de todo lo que acumulamos en nuestras vidas. Yo tengo centenares de libros, no mucha ropa, no muchas fotos, algunos recuerdos y piedras de mis viajes, los relojes parados de mi padre mi tía mi abuelo —cada uno a una hora distinta, una hora a la que podría dar un significado, convertir esos relojes detenidos en una señal de un momento revelador—.  Lleno una caja al día con mis libros. No tengo prisa. He empezado por las estanterías de lecturas pendientes. Entonces, la locura de querer leer cada libro en mis manos, de iniciar ciento y una lecturas simultáneamente, de querer parar el tiempo como en los relojes de mi padre mi tía mi abuelo para que pueda llegar hasta el último libro de mi biblioteca —porque en este tiempo real no habrá un libro que marque el final, porque hay dedicatorias que me indican el tiempo que llevan algunos libros conmigo sin haberles encontrado un hueco, porque mi biblioteca crece de manera lenta y un nuevo libro desplaza a los antiguos—. Antes del verano, en una feria de libro usado, escuché a una mujer que quería vender sus libros por su primera mudanza. Tenía cerca de sesenta años, afrontaba la mudanza como un trabajo hercúleo, quería deshacerse de lo viejo. Unos días después, en el mismo puesto, una lectora buscaba un libro que había perdido en una mudanza— Ahora, no sé por qué, recuerdo una librería de viejo caótica donde los lectores echábamos los libros de una columna a otra en la mesa y aquellos gestos convulsos parecían el movimiento de las dunas del desierto—. 

Esta mañana me desperté antes de la primera luz. Encendí una pequeña lámpara en la cocina y desayuné en la penumbra previa al amanecer. A través de la ventana alargada el paisaje de estos últimos años: las casas cercanas, el monte fronterizo —y el silencio afín de esas primeras horas—. Había un viento y un calor extraños —luego, en la aurora, la luz seca y el polvo amarillento del desierto en el cielo—. Después de un año de amaneceres rápidos, esta lentitud y esta quietud de septiembre. En nuestro nuevo hogar, un ventanal de cinco metros. Será otro formato de mirada. De lo alargado a lo panorámico. Cómo será tener tanto cielo.

Estoy, ahora, en todos los tiempos, el pasado vaciándose en cajas y relojes parados, el presente donde estar con Elena, leer a Cărtărescu y descansar y preparar la mudanza, el futuro que está por llenarse, en espacio y tiempo. 


Los lunes de Anay. Propium…

"Ven, amigo,
 voy a darte un lugar."

                             ENRIQUE GRACIA TRINIDAD


LA QUIMERA DEL ORO

La cabañita inclina
en el abismo, al borde,
como una lágrima que no acaba
de caer,
                      la milagrosamente
inclinada cabañita:
el mismo aire
que la inclina hacia abajo,
de pronto, la alza
a salvo, en la luz.     

Intocada, intocable.

                              FINA GARCÍA MARRUZ




Feliz lunes.

Un beso,

Anay