Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

lunes, 4 de septiembre de 2023

Los lunes de Anay. Propium...

Apenas inicio mis vacaciones tras unos meses agotadores. No habrá camino este año, ni viajes, creo. Septiembre será para llenar cajas y maletas y hacer de un espacio ahora casi vacío un nuevo hogar.

Hace poco un compañero me dijo que sus mudanzas le enseñaron a deshacerse de los superfluo. A la décima caja, me decía, te cansar y hartas. Así que concluyó, de forma prematura, esa recolección de todo lo que acumulamos en nuestras vidas. Yo tengo centenares de libros, no mucha ropa, no muchas fotos, algunos recuerdos y piedras de mis viajes, los relojes parados de mi padre mi tía mi abuelo —cada uno a una hora distinta, una hora a la que podría dar un significado, convertir esos relojes detenidos en una señal de un momento revelador—.  Lleno una caja al día con mis libros. No tengo prisa. He empezado por las estanterías de lecturas pendientes. Entonces, la locura de querer leer cada libro en mis manos, de iniciar ciento y una lecturas simultáneamente, de querer parar el tiempo como en los relojes de mi padre mi tía mi abuelo para que pueda llegar hasta el último libro de mi biblioteca —porque en este tiempo real no habrá un libro que marque el final, porque hay dedicatorias que me indican el tiempo que llevan algunos libros conmigo sin haberles encontrado un hueco, porque mi biblioteca crece de manera lenta y un nuevo libro desplaza a los antiguos—. Antes del verano, en una feria de libro usado, escuché a una mujer que quería vender sus libros por su primera mudanza. Tenía cerca de sesenta años, afrontaba la mudanza como un trabajo hercúleo, quería deshacerse de lo viejo. Unos días después, en el mismo puesto, una lectora buscaba un libro que había perdido en una mudanza— Ahora, no sé por qué, recuerdo una librería de viejo caótica donde los lectores echábamos los libros de una columna a otra en la mesa y aquellos gestos convulsos parecían el movimiento de las dunas del desierto—. 

Esta mañana me desperté antes de la primera luz. Encendí una pequeña lámpara en la cocina y desayuné en la penumbra previa al amanecer. A través de la ventana alargada el paisaje de estos últimos años: las casas cercanas, el monte fronterizo —y el silencio afín de esas primeras horas—. Había un viento y un calor extraños —luego, en la aurora, la luz seca y el polvo amarillento del desierto en el cielo—. Después de un año de amaneceres rápidos, esta lentitud y esta quietud de septiembre. En nuestro nuevo hogar, un ventanal de cinco metros. Será otro formato de mirada. De lo alargado a lo panorámico. Cómo será tener tanto cielo.

Estoy, ahora, en todos los tiempos, el pasado vaciándose en cajas y relojes parados, el presente donde estar con Elena, leer a Cărtărescu y descansar y preparar la mudanza, el futuro que está por llenarse, en espacio y tiempo. 


Los lunes de Anay. Propium…

"Ven, amigo,
 voy a darte un lugar."

                             ENRIQUE GRACIA TRINIDAD


LA QUIMERA DEL ORO

La cabañita inclina
en el abismo, al borde,
como una lágrima que no acaba
de caer,
                      la milagrosamente
inclinada cabañita:
el mismo aire
que la inclina hacia abajo,
de pronto, la alza
a salvo, en la luz.     

Intocada, intocable.

                              FINA GARCÍA MARRUZ




Feliz lunes.

Un beso,

Anay

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