Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

domingo, 1 de abril de 2018

Mía es la venganza. Friedrich Torberg

Dejar la venganza en manos de Dios. De eso discuten los judíos de un pequeño campo de concentración durante las noches en las que escuchan los gritos de sus compañeros torturados. Si, como judíos, tienen posibilidad de elección y deben combatir su persecución o deben esperar una suerte de reparación divina que actúe por ellos y los resarza de sus penurias.

Escrito a principio de los años cuarenta, en plena guerra, en pleno exterminio, el relato que da título al libro es un acercamiento al Holocausto extraordinario, conciso, profundo y diferente. Diferente por mostrar las discrepancias entre un puñado de judíos sobre si actuar o inhibirse de lo que ocurre a su alrededor, qué significa ser judío y si son libres de elegir.

Más una sombra que un hombre entero, un extranjero espera en un muelle de Nueva Jersey la llegada de alguno de los setenta y cinco hombres con los que compartió barracón en un campo de concentración nazi. Le cuenta su historia a otro hombre que, como él, espera en el muelle. Le habla de un campo de concentración cerca de Holanda, pequeño y poco conocido, y de la llegada del SS Wagenseil, el nuevo comandante del campo y sus métodos: menos descansos y libertades, mayor jornada de trabajo y el confinamiento de los judíos en un mismo barracón. Y es con los judíos con los que practica unos interrogatorios que acaban con el suicidio del prisionero. Se lleva a uno de ellos, sus compañeros escuchan sus gritos durante la noche para descubrir horas más tarde que se ha pegado un tiro en la sien o se ha colgado de alguna viga. Es ahí donde se inician las discrepancias entre los que aún viven, si deben esperar a que suceda algo, dejar en manos de Dios la venganza o actuar.

Torberg plantea esta lucha personal y moral de los prisioneros, hay quien quiere rebelarse ante su destino y quien le recuerda que la venganza está en manos de Dios, que ese Dios les ha escuchado porque siguen existiendo y por tanto no hay elección posible, la venganza le pertenece sólo a él, de ahí la maldición de ser el pueblo elegido. Es el SS Wagenseil, con sus interrogatorios y torturas y su pregunta final, suicidio por arma o soga, quien socava las certezas de los condenados, de si existen porque Dios les ha escuchado o si seguirían vivos de otro modo, si elegir es realmente posible para ellos y la venganza les pertenece.

Mía es la venganza no es sólo ese dilema, también es la escritura diáfana de Torberg en sus  preguntas sobre elección, libertad, judaísmo y divinidad.

Mientras aún hablaba, noté que las lágrimas me asomaban a los ojos… Veía el rostro luminoso, simplón y juvenil con que Landauer se había entregado a sus verdugos…
―¿Por qué? ―dije―. Por qué lo ha hecho. A lo mejor Wagenseil no quería elegir a nadie esta vez. A lo mejor ya no quiere a nadie más. A lo mejor ya está harto. A lo mejor lo relevan de Heidenburg. O sucede alguna otra cosa y no tiene que morir nadie más.
Aschkenasy me miró largamente, con la sonrisa triste y furtiva a la que solía recurrir cuando se daba cuenta de que los demás meneaban la cabeza al escucharlo.
―Ya ―dijo―. Y mientras uno solo de nosotros base sus esperanzas en ese «a lo mejor», mientras haya uno que crea que pasará «alguna otra cosa» antes de que lo alcance el destino que ya ha alcanzado a otros ―y, entonces, Aschkenasy se levantó y alzó la voz y alzó los puños cerrados hacia sus sienes―, mientras alguien aún tenga la esperanza de que les tocará a todos, pero a él no; mientras tanto, nos seguirá tocando a todos.
 

El regreso del Golem completa Mía es la venganza. En este caso, en vez de Dios y un campo de concentración, están la figura mítica del Golem y Praga. Los alemanes han creado un departamento de estudios judíos para revelar a través de sus libros y reliquias su dominio subterráneo del orden mundial. Este relato de Torberg es otra obra maestra de la concisión, medio centenar de páginas donde describir el horror y la supervivencia, los mitos y las elecciones. Torberg dibuja una Praga entre el relato gótico y la leyenda, los personajes se mueven por el cementerio y el barrio judíos o la sinagoga Vieja-Nueva mientras los alemanes intentan estudiar las costumbres judías para destruirlas y los judíos se preguntan sobre sus raíces.


Cuentan que:
Al rabí Yehuda Löw de Praga, hijo del rabí Becalel de Worms y llamado «el gran rabí Löw», se le manifestó la voz y le indicó que le quitara de la boca el aliento divino al Golem, al que él había creado con barro y al que había dado vida susurrando el nombre de Dios. Lo hizo y llevó la carne inerte y sin vida al desván de la sinagoga Vieja-Nueva, y lo tendió y lo cubrió con mantos de oración viejos y libros manoseados. Luego decretó la estricta prohibición para todos los tiempos y generaciones venideros: jamás persona alguna podría entrar en el lugar donde yacía el Golem. Esto ocurrió en las postrimerías del siglo XVI.
Cuentan también que:
Cuando el rabí Ezequiel Landau de Praga, hijo de Yehuda ben Zvi Segal Landau y conocido por su amplia erudición como «el sabio de Praga», infringió una noche la prohibición del gran rabí Löw y entró en el desván de la sinagoga Vieja-Nueva, salió de allí «temblando del miedo y horror» y renovó de inmediato la prohibición. Esto ocurrió al cabo de doscientos años.
Cuentan finalmente que:
Dirigidos por uno que se hacía llamar «Führer» y al que saludaban con «Heil», los alemanes sometieron a su dominio grandes partes de Europa durante unos años ―también Bohemia junto con su capital, Praga― y capturaron a los judíos que vivían en las tierras conquistadas, y saquearon sus templos y los despojaron de sus bienes y mataron a seis millones. Esto ocurrió ciento cincuenta años después, en nuestra época.
Friedrich Torberg. Mía es la venganza. Traducción de Lidia Álvarez Grifoll. Sajalín editores.

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