Todo sobre mi padre
Estoy pensando en mí mismo, justo antes de nacer, sentado en
la sala de espera de una maternidad. Tengo veinticinco años y ya he aprendido
algunas certezas. Algunas amargas renuncias. Pero ahora eso da igual, porque ha
nacido mi hijo y estoy dispuesto a jurar los Principios del Movimiento. Por
este niño moreno y enfermizo. Por este amor que todavía desconozco, esta mujer
que me fascina.
Estoy pensando en mí mismo, tengo veinticinco años, pronto
emprenderé un largo viaje. A las playas desiertas de Salou, a los apartamentos
vacíos del invierno, donde hemos sido felices, ajenos al ruido de una España
mortecina. Él y yo, y esa mujer que en la foto nos abraza. Esa mujer que hoy
abraza a mi hijo, también con gafas, con la misma sonrisa de mi padre.
Estoy pensando en mi hijo cuando veo a mi padre. Yo soy mi
padre.
***
Cover
En esta casa envejeceremos. Y veremos nuestras sombras
llegar a una estación de paso, ésa en la que habitan los vecinos. Parejas que
llegaron a este bloque hace ya veinte años con los hijos de la edad de los
nuestros. Tú y yo éramos entonces unos desconocidos. Nos amábamos y luego
volvíamos al fuego materno, brasas que hoy esperan nuestra llamada.
En esta casa envejeceremos. Te lo digo hoy, cuando aún no
sufrimos el signo del desencanto. Hemos sobrevivido, hemos ganado ya algunos
pulsos a la muerte. Y ahora nos abrazamos inseguros pero todavía hambrientos.
Todavía las paredes respiran un aire provisional. Todavía hay espacios
posibles, espejos ocultos, regiones desconocidas. En la casa, en los armarios,
en tu cuerpo. La vida no es aún algo irreversible.
En esta casa envejeceremos. Y los veremos salir altos y
rotundos hacia las ceremonias. Y los veremos llegar derrotados y les diremos
que nada es para siempre. Y su alegría será la nuestra, multiplicada. Y también
el dolor. No sé si entonces seremos felices. No sé si existe ser feliz, desconozco esa fórmula
matemática. Pero sé que querré volver a esta casa cuando arrecie la tormenta.
Sé que aquí, al abrigo de esta casa, estaré a cubierto. Junto a ti, a cubierto.
***
Lectura con escolares
Me he sentado en la silla del maestro. Escuchan las palabras
de la profesora, mi biografía y un breve comentario personal. Cariñoso,
educado, agradecido. Me pregunto para qué me han llamado, cuál es mi aportación
a su itinerario educativo. En qué me diferencio de un museo o de una fábrica de
gaseosas. ¿Soy también una actividad
extraescolar?
Ahora es mi turno. Ahora debo leer un poema de Luis Rosales,
este es el año Rosales, según mandato del Ministerio. Ya no es hora de pensar sino de vivir. Y luego van mis poemas, esa
mezcla destilada de fracasos, obsesiones y verdades a medias. Ellos siguen ahí,
quietos, como fieras dormidas. Las palmas sobre la mesa, pensando en el fútbol,
en su móvil y en los tangas de colores. Y yo hablando del tiempo, de mis
náuseas, de mis pequeños naufragios. Hablándoles de la muerte en todas sus
manifestaciones.
Si tuviera su edad, si fuera ellos, debería saltar de la
silla, derribar la puerta. Salir a buscar ese mundo que me espera efervescente.
Pero no lo soy. Pero no lo fui. También como ellos sentí el miedo a lo
desconocido. El miedo a no ser escuchado, a no ser amado. Ese miedo les
mantiene atados al pupitre. El miedo y su hermana gemela: la obediencia.
Yo también tengo miedo. Por eso sigo leyendo, uno a uno, mis
poemas.
***
Volver
A una casa vacía e inhóspita donde ya no viven tus padres.
Donde las puertas chirrían y no cierran los postigos de las ventanas. Donde los
objetos agotaron su utilidad. Donde es mejor dejarlo todo a la deriva, pasto
del escombro. Volver. Y querer marchar cuanto antes. Y no sentir nostalgia
alguna. Ni desearlo.
Pablo García Casado.
García. Visor.
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