La vida
Mientras lanzas al río
esas pequeñas piedras
que recoges del suelo
y ves cómo las ondas sobre el agua
se agrandan y se extinguen al instante,
piensas en lo que has hecho con tu vida
y no sabes muy bien qué contestarte.
Podría haber sido peor, te dices,
finalmente, más por cansancio
que por convencimiento.
Te levantas. Echas a andar
por el paseo, ahora
intentando forzar una sonrisa.
Pero justo se acaba de ir el sol.
***
El que no me atreví a
ser
A veces pienso en el otro,
el que no me atreví a ser.
El que estaría en este instante a su lado,
y no el que está aquí
escribiendo estas palabras:
o quizás ese que, ahora mismo, en el último bar
del último rincón del mundo,
acodado en la barra, frente a su última copa,
se estaría preguntando
por qué hizo lo que hizo…
Pero después de haber vivido.
***
Sobre el fracaso
Aunque visto a cierta distancia
sigue aún
manteniendo su atractivo
para determinada gente
—soñadores
incautos, letraheridos
de muerte—,
lo cierto es
que su época gloriosa ya pasó.
Ni los poetas —sus
grandes valedores de otro tiempo—
quieren hoy tenerlo cerca.
Saben
que su épica ya no vende.
***
Esos días
Hay días
en los que levantarte de la cama
suele terminar siendo
más que un acto rutinario
un gesto épico.
Y no me refiero ahora a las resacas
ni a que caigan
chuzos de punta ahí fuera
ni a que hayas roto con ella.
Me refiero
a cuando te quieren y hace sol
y no te duele nada,
a cuando tienes el mundo
rendido a tus pies,
y no te basta.
***
Habrá que
acostumbrarse
Lo de ser viejo tiene que ser muy complicado.
Y no sólo
porque puedas morirte
cualquier día,
sino precisamente
por todo lo contrario,
porque eres viejo pero sigues vivo,
y el mundo sigue ahí,
moviéndose,
casi al alcance
de la mano,
pero ya
no se deja tocar.
***
El secreto de la vida
Escuchas el sonido de la lluvia,
desde la cama, de noche,
junto a ella.
Te giras un poco
y observas
su perfil recortado en la penumbra;
en los labios, en calma,
ese amago de sonrisa.
Y no sabes cómo pero sabes
que no te hace falta
nada más,
que
ahí
está todo lo que necesitas.
***
El amor los domingos
por la mañana
Llevábamos un rato en la cama,
despiertos,
cada uno absorto en su mundo.
Ojalá lo consigan, dijiste,
ojalá alguien consiga algo alguna vez.
Seguí la dirección
que marcaban tus ojos,
y vi allí, a lo lejos,
a punto ya de desaparecer de la ventana,
una bandada de pájaros
alejándose hacia un lugar mejor.
Me acerqué hasta tus labios.
Lo conseguirán, te dije,
y nosotros también.
***
Un mal ejemplo
Nunca quise llegar a ningún sitio
ni tampoco me interesó
especialmente el paisaje.
Un pequeño bar de barrio
con una mesa
desde la que ver el mundo apagarse
y encenderse
—bajo
la lluvia—
las farolas en las aceras,
me ha bastado para ser casi feliz.
Exiliado en mi interior,
nunca en venta
ni besando la mano de nadie,
arrastro mi minúscula épica
—por
unas calles
que ni siquiera son ya mis calles—
y me voy alejando.
Karmelo C. Iribarren.
Mientras me alejo. Visor.
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