Solo
El árbol perdona al viento
que le saquea las hojas
y le abraza con ramas.
El ave perdona a la nube
que se traga al sol
y la saluda con alas.
La ola perdona a la piedra
que le impide el salto
y la envuelve en caricias.
Sólo el hombre no perdona
al aire, al agua, a la piedra,
a ninguna criatura terrestre.
Persigue a todo con ensañamiento.
Y solo está en el universo.
***
Cada vez más
extraño
Renuncia tras renuncia
borrón tras borrón
redescubro mi eje interior,
perdiendo, cada vez más irrevocablemente,
mis pilares externos
(si han sido pilares).
Aluvión tras aluvión,
capa tras capa,
raspo mi verdadero Yo,
que me es cada vez más extraño,
cada vez más otro
(si no más propio).
Cada vez más mío.
Peldaño tras peldaño,
instante tras instante,
me aproximo a mi esencia,
alejándome cada vez más
de mi propio rostro
(si ha sido propio).
***
En la niebla
Me alejo de las palabras
que pronuncio
y más ajenas cada vez me suenan.
Ya antes de articular,
incluso la palabra que me urge,
me eriza la negación.
Me alejo más y más,
me pierdo, me ausento
de las palabras, de mí misma.
Y cada vez más a ciegas, busco
verbo ignoto
que perfore la niebla
y me salve de las palabras.
***
Hasta el final
Aunque todo lo expliquen, confirmen y calculen,
aunque todo el planeta se convierta
en la esfera reluciente de un hipercerebro,
omnividente, omnioyente, omnisciente,
algo quedará impenetrable hasta el final:
el anhelo de algo distinto y otro
en otro tiempo,
de otra manera,
en otro mundo,
otra vez.
***
Bandadas al sur
Algo de mí
que siempre buscaba calor y
nunca tuvo
suficiente aquí.
Algo de mí
consonante con la luz que amanece
y preso eterno de sueño sombrío.
Algo de mí
que sabía volar
y no encontró cielo propio.
Algo de mí,
lo más mío, con mirada de niño,
vuela, vuela con las bandadas del sur.
***
Lengua materna
Mi madre se olvidó las palabras.
Se quedó el mundo sin habla.
Algo intenta articular.
Tantea alrededor.
Estaban aquí, a mano.
Y no están. ¡No!
Se ahoga de esfuerzo,
si no pronuncia enseguida,
morirá.
Dios, mi madre en la oscuridad
las palabras se ha perdido.
Tampoco las sé yo, mamá.
Arrímate a mi hombro.
Tanto se nos amontona,
silenciaremoslo todo.
***
Las lecciones de
la historia
El cronista bizantino Próspero Cesáreo
garabateaba de día las crónicas oficiales:
gloriosas victorias, inimaginable progreso, etcétera.
De noche, a escondidas, apuntaba la verdad:
lujuria palaciega, arbitrariedad, saqueos lobunos
empujan hacia el abismo al desventurado pueblo.
¿Cómo de otra manera Próspero prosperaría?
Los garabatos diurnos para hoy que se desvanece.
Las verdades nocturnas para los venideros.
Con las dos plumas armado, Próspero venció.
Pero para poseer una sabiduría tan simple
bizantino hay que nacer.
Y agarrarse con fuerza al apodo Cesáreo.
Blaga Dimitrova.
Espacios. Traducción de Zhivka Baltadzhieva Davidova. Editorial La poesía,
señor hidalgo.
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