Quiero seguir aquí contando las cosas más simples.
Describir esa hoja que acaba de caer. O las sillas apiladas en la terraza. O
las polillas de la luz que se sienten atraídas por el farolillo. Contar la
historia de una noche entera, hasta que la oscuridad se cambie en luz y los
colores se transformen, No me importaría seguir así día y noche, describir cada
brizna de hierba y cada flor, las piedras del muro y las piñas. Para después,
cuando me sienta preparada, con cautela, pasar a escribir sobre mí misma. Sobre
mi cuerpo, por ejemplo. Empezar por él, por lo tangible. Aunque también con él
empezar desde lejos, por los dedos de los pies, y poco a poco irme acercando.
Escribir sobre todos y cada uno de los miembros del cuerpo y recordar sus
sensaciones, las de antes y las de ahora. Los recuerdos de un tobillo, por
ejemplo, o de la mejilla o, por qué no, del cuello, por medio de las caricias,
de los besos, de sus cicatrices. Hacerme existir por medio de la escritura.
Tardaré mucho, pero tiempo hay. La vida es larga y quiero hablarme de mí misma,
hablarme de lo que por lo visto nadie me va a hablar. Contarme mi propia
historia. Sin añadirme nada, pero también sin quitármelo. Escribir sin desear
conseguir nada. De nadie. Limitarme a escribir mi voz.
David Grossman. Tú
serás mi cuchillo. Traducción de Ana María Bejarano. Debolsillo.
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