Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

martes, 16 de febrero de 2016

algunos poemas de Peces en la tierra (antología de mujeres poetas en torno a la generación del 27)


Pilar de Valderrama

Un huerto cerrado

Unas tapias altas cerrando un espacio
pequeño:
Pequeño tan sólo si se mira a tierra,
pero ilimitado si se mira al cielo.

Hiedras en esas tapias.
Un ciprés muy viejo
al que en Mayo alegran unas golondrinas
pone en el ocaso su perfil austero.

Las nubes muy cerca.
El mundo muy lejos...

Crece el cinamomo junto a los granados,
el mirto, el romero;
y sobre la orilla fresca de un arroyo
abren sus corolas los lirios bermejos.

De mi propio campo, de mis propias flores
soy el jardinero.
¡Con qué amor las riego!

De hierbas, reptiles
e insectos,
que un día pudieran secar sus raíces,
las limpio y defiendo.

Y para que nunca ningún ser profano
a ultrajar llegara mis lirios bermejos,
quisiera crecieran... crecieran... las tapias
hasta confundirse con el ancho cielo.

Por fuera la vida
y yo aislada dentro
sobre el viejo mundo
en mi mundo nuevo...

Y cuando un extraño, mirando el recinto
curioso indagara. «¿Será torre o templo?»
Alguien respondiera: «Es Huerto Cerrado
donde se cultiva la Flor de los Sueños».


***


Concha Méndez

Nadadora

Mis brazos:
los remos.

La quilla:
mi cuerpo.
Timón:
mi pensamientos.

(Si fuera sirena,
mis cantos
serían mis versos.)



27. [Salgo a la calle y voy en ascua viva…]

Salgo a la calle y voy en ascua viva,
o voy temblando porque el mundo es triste.
Y vuelvo de la calle y entro en casa
y el mundo sigue triste sin remedio.
Y no es que falte un ángel en la estancia
que nos sonría, que nos hable al menos.
Y no es que falte un dios para las cosas,
ni ese deseo de pasar soñando
sin escuchar las quejas que en el aire
vagan por encontrar por fin el eco.


***


Cristina de Arteaga

Lo intrazado

Las carreteras, como reptiles,
son largas
y amargas,
las cruzan con tráficos viles
las turbas malditas, las turbas serviles.
¡Tengo horror al camino trazado!
Prefiero
el sendero
modesto, olvidado
que trilla el ganado.
Un esbozo de senda
vacía
tan mía
que nunca pretenda
otra vía.
Pero más que senderos
muy llanos
con lodos
de todos
los rastros humanos;
yo pienso
en lo Inmenso
magnífico y rudo
donde mi destino
devaste un camino
desnudo...


***


María Cegarra

15

   Quiero ser constelación. Asomar mis instantes de la mano a las balsas del mundo, ver en la llama la luz, negar la gravedad, y
   crear para     creer.

27

   La única realidad el pensamiento. Lo que se imagina, esa es
   la vida.
Estás, aunque mis ojos no te alcancen, y cuando canto mis
   sueños existo
en tu sonrisa.
Fuera de ti, de mí, la verdad cautiva en éxtasis eterno.


***


Elisabeth Mulder

…¿Y no más?

¿Es posible?
¿Esto sólo
y no más?
¿Este lodo
amasado
con oro,
este lloro
apagado,
esto, todo,
y no más?

¿Esta angustia,
este miedo,
esta vida
ya mustia,
ya herida
de penas
apenas
nacida
al acaso;
este ritmo,
este modo,
este paso,
esto, todo,
y no más?

¿Esto sólo
que ahora es,
por siempre
jamás?
¡Imposible,
imposible!
¡Después
ha de haber más!


***


Carmen Conde

                                                                                                                                                                       
Yo no te pregunto adónde me llevas.
Ni por qué.
Ni para qué.
¿Tú quieres caminar?, pues yo te sigo.


***


Josefina de la Torre


5. [El viento trae todo el rumor…]

El viento trae todo el rumor
por el camino arriba.
Tú subes con el viento
dentro de mí,
en mi ensueño,
lejos y cerca,
distinto y el mismo.
Yo te espero
esta tarde
-claridad dormida-,
y el viejito trae
todo el rumor,
el mismo y distinto.


***


Marina Romero


[Tú, ¿eres o no?...]

Tú, ¿eres o no?
Fuiste…
¿Algo de tu amor, existe?
En tu yo
hay luz y tiempo;
en mi yo,
recuerdo.
Fuera de ti,
en mí, dentro.


***


Josefina Bolinaga

El primer beso

   -Madre, yo una cosa
decírsela debo,
que me quita el jambre,
que me quita el sueño.
¡Una cosa grande!
¡Madre, es un secreto!
¡Venga usté a l´alcoba!
¡Venga p´allá drento!
que no l´oiga padre,
que no l´oiga agüelo.

Pues verá usté, madre...,
casi no m´atrevo
a decirla todo,
y es que endemás miedo
de que usté me riña
mucho yo le tengo.

¡No se ponga seria!
¡No m´arrugue el ceño!
Mire pa otro lao...
Que me da usté miedo...
Ahora lo digo,
ahora alcomienzo.

Ayer para el campo
se vino el Usebio,
s´acercó pa mí,
y dijo, contento...
Lo de siempre, madre:
¡Que si yo le quiero!
Le dije... que sí,
que ley yo le tengo;
s´acercó él altonces
más p´hacia mi cuerpo,
juntó la su cara
casi con mi pelo...
¡No se ponga seria!
¡No m´arrugue el ceño!
Q´altonces no sigo
este mi secreto.
   ¡Mire pa otro lao!
pus iba diciendo
Q´ajuntándose a mí
el mocico Usebio...
¡Y altonces! ¡Altonces!
¡Ay, madre! ¡Qué miedo!
Me dio en la cara
así como un beso.

¡No me riña, madre!
Q´ha sío el primero.
¡No me riña, madre!
Que más ya no vuelvo
a dejar besarme
del mocico Usebio.

- No te riño, hijica;
no me tengas miedo.
¡Cuánto que me gusta!
¡Cuánto que m´alegro
Q´a mi m´hayas dicho
eso del Usebio!
¡Pa estar con mil ojos!
¡Pa velar por ti
y pa estar yo siendo
la tu sombra siempre
que siga a tu cuerpo!

¡Cuánto que me gusta!
¡Cuánto que m´alegro
q´a mí m´hayas dicho
ese atrevimiento...!
Ya estoy mu tranquila:
No vendrá otro beso,
que tendrá tu madre
mil ojos para ello.

Porque tú no sabes
y has de tú saberlo,
q´es mucho dañino
ese primer beso.


El hondo sufrir

I

Se murió la nenita, y el padre
con el alma transida de pena,
iba tras la caja
blanco cual la cera.
¡Qué congojas tan grandes el pecho!
¡Qué latir de las sienes con fuerza!  
Iba como un ebrio
Tras la niña muerta.

II

En los campos brillaban las mieses
cual chispitas de luz y centellas,
doradas espigas
se inclinaban del peso a la fuerza.
Los cotos bravíos,
allá en la pradera,
retozando triscaban alegres
y balaban también las ovejas.
¡Todo convidaba
a la vida buena!
El ambiente cargado venía
de las madreselvas,
los zarzales, de rosas floridos,
perfumaban sencillos la tierra.
¡Qué alegre la vida,
qué hermosa, qué bella!
Y a lo lejos se oía la copla,
tan sencilla, tan fresca,
copla campesina
de suave cadencia,
que traía pensares benditos
del honrado vivir de la aldea.

III

¡Qué hermosa la vida;
vivirla, qué buena!
qué cansado subía el cortejo
por la dura cuesta.
Todos, en silencio,
caminaban de prisa y con pena,
¡qué dolor tan hondo
en la tarde aquella!
Pobre padre, pobre padre,
blanco cual la cera,
que cómo iba, ni él lo sabía,
tras la niña muerta.
Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la generación del 27. Edición y selección de Pepa Merlo. Fundación José Manuel Lara.      

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