Una enfermedad terminal, la
dirección de un viaje decidido por una moneda al aire, un viejo barco varado
que parece la puerta a otro tiempo y mezcla el presente y el pasado en un punto
extraño, un antiguo hotel junto al mar, un hombre que espera su muerte y una
fotografía que trastoca sus planes, una mujer de otro siglo y la pregunta de
cómo poder viajar en el tiempo para conocerla, descubrir en los archivos del
hotel que aquella moneda lanzada al aire para buscar un destino donde morir no
era azar sino destino, una pregunta sin respuesta, ¿desde dónde viniste?
En algún lugar del tiempo no sale de los tópicos de la novela
romántica, a veces, incluso, sonroja por su propuesta sensiblera (que no
sensible). El inicio promete, Richard Collier decide vivir sus últimos días en
la carretera, un viaje dejado al azar y la espera de la muerte. Describe cada
cosa que ve para fijarla antes de perderla para siempre, las casas, los cruces
de camino, las tiendas de los pueblos, su visita el Queen Mary y su habitación en un antiguo hotel (la extrañeza por las
huellas del pasado que se cuelan en el presente). Su vida se desliza lentamente
hacia el final esperado. Hasta que se enamora de la fotografía de Elise
McKenna, una actriz de finales del siglo
XIX. Y es ahí, en ese enamoramiento, donde Collier se pregunta por la
posibilidad de los viajes en el tiempo.
En El hombre menguante un hombre pierde varios centímetros al día y
conoce submundos que le estaban vetados. En Soy
leyenda, el último hombre vivo descubre que en un mundo de vampiros él es
el monstruo. En En algún lugar del tiempo,
es la autohipnosis la que propicia los viajes temporales, no hay máquinas como
en Wells y Bradbury sino una conciencia que se desprende del tiempo. Y es aquí,
en la búsqueda de una solución para viajar en el tiempo, donde se terminó mi
interés en el libro. Collier en la cama convenciéndose de estar en 1896 para
conocer a la mujer de la fotografía, desvaneciéndose en una neblina y
apareciendo años atrás. Después de eso, un folletín previsible. Collier ha
investigado la vida de Elise McKenna, su trayectoria teatral y vital, los
hechos extraños que ocurrieron en el mismo hotel donde se aloja y que
convierten a Elise en otra mujer, en otra actriz (más real, más dolorosa), su
soledad final, las referencias a un hombre misterioso y no saber desde dónde
venía. Collier se desprende del tiempo y encuentra a Elise en la playa cercana
al hotel y, a partir de ahí, las frases melosas, los personajes folletinescos,
los supuestos giros inesperados que no son tal, una historia que no es azar
sino destino y cuyo final conocemos desde el inicio.
Es decepcionante este libro de
Matheson. No funciona como historia de ciencia-ficción (salvo alguna simpática
referencia a H.G. Wells y la mariposa de Bradbury) ni como historia de amor (no
hay contención o intimismo, sencillez o profundidad, sólo una sucesión de
tópicos y párrafos desmañados). De Matheson esperaba otra cosa diferente a una
historia previsible y aburrida.
Maurice Nicoll afirma que toda
la historia es un hoy viviente. No disfrutamos de un fogonazo de vida en medio
de un extenso y desierto yermo. En vez de eso, existimos en algún punto «del
vasto proceso de los vivos que todavía piensan y sienten pero que son
invisibles para nosotros».
Sólo tengo que subirme a un
punto panorámico desde donde pueda ver y llegar al punto de ese desfile al que
me quiero sumar.
El último capítulo. Después
depende de mí.
Priestley habla de tres
Tiempos. Los denomina Tiempo 1, Tiempo 2 y Tiempo 3.
El Tiempo 1 es la época en la
que nacemos, crecemos y morimos; es el tiempo físico, propio del cuerpo y del
cerebro.
El Tiempo 2 diverge del camino
recto. Su campo de visión abarca unos coexistentes pasado, presente y futuro.
No son el reloj ni el calendario lo que determinan su existencia. Al entrar en
él, nos salimos del tiempo cronológico, al cual vemos como una unidad fija en
lugar de como una seria de momentos en movimiento.
El Tiempo 3 es esa zona donde
existe «el poder de conectar o desconectar lo que puede ser y lo que es».
El Tiempo 2 podría darse tras
la muerte, asegura Priestley. El Tiempo 3 podría ser la eternidad.
Richard Matheson. En algún lugar del tiempo. Traducción de Raúl Campos.
La Factoría de Ideas.
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