Estatuas en el parque
Pensaba en ti hoy
cuando me paré delante de una estatua ecuestre
en el centro de una plaza
pública,
tú que me habías ilustrado
en el código de aquellas
nobles poses.
Un caballo alzado de manos
sobre los cuartos traseros,
me dijiste, significaba que el
jinete había muerto en batalla.
Si sólo una pata estaba alzada,
el hombre había sucumbido a sus
heridas en cualquier otro lugar;
y si las cuatro patas tocaban
el suelo,
como sucedía en este caso—
cascos de bronce fijados en un
pedestal de piedra—
significaba que el hombre del
caballo,
éste con la mirada fija
en el cine cerrado de
enfrente,
había muerto por causa ajena a
la guerra.
A la sombra de la estatua,
me preguntaba sobre los otros
que simplemente habían pasado
por la vida
sin caballo, montadura, o
espada—
gente de a pie que ya no podía
poner un pie, el otro, y andar.
Me imaginaba las estatuas de
los que yacían
débiles en sus frías camas de
piedra,
los suicidas tocando el borde
de mármol con la punta de los pies,
estatuas de víctimas de
accidentes que se tapan los ojos
los asesinados tapándose las
heridas,
los ahogados pisando en
silencio el aire.
Y ahí estaba yo,
subido en un bloque de granito
de veta rosa y gris
cerca de un grupo de árboles de sombra en el parque del barrio,
con mi nombre y las fechas
grabados en una placa,
arrodillado, mirando hacia
arriba,
rezando a las nubes que
pasaban,
rogando eternamente por tan
sólo un día más.
Statues in the park
I thought of you today
when I stopped before
an equestrian statue
in the middle of a
public square,
you who had once
instructed me
in the code of these
noble poses.
A horse rearing up
with two legs raised,
you told me, meant the
rider had died in battle.
If only one leg was
lifted,
the man had elsewhere
succumbed to his wounds;
and if four legs were
touching the ground,
as they were in this
case—
bronze hooves affixed
to a stone base—
it meant that the man
on the horse,
this one staring
intently
over the closed movie
theater across the street,
had died of a cause
other than war.
In the shadow of the
statue,
I wondered about the
others
who had simply walked
through life
without a horse, a
saddle, or a sword—
pedestrians who could
no longer
place one foot in
front of the other.
I pictured statues of
the sickly
recumbent on their
cold stone bed,
the suicides toeing
the marble edge,
statues of accident
victims covering their eyes,
and murdered covering
their wounds,
the drowned silently
treading the air.
And there was I,
up on a rosy-gray
block of granite
near a cluster of
shade trees in the local park,
my name and dates
pressed into a plaque,
down on my knees, eyes
lifted,
praying to the passing
clouds,
forever begging for
just one more day.
***
Te pregunto
¿En qué otra escena preferiría
estar atrapado
sino en ésta,
una noche normal en la mesa de
la cocina,
tranquilo en una caja de papel
pintado de flores,
armaritos blancos llenos de
vasos,
el teléfono en silencio,
con un bolígrafo apoyado en la
mano?
Me concede tiempo para pensar
en las hojas que se apilan en
las esquinas,
el liquen que verdea las
lejanas rocas grises
y el mundo en su navegar más
allá de las dunas-
inmenso, trasatlántico, la
historia borboteando a su paso.
Fuera de esta habitación
no hay nada que necesite,
ni un trabajo al que pudiera
llegar remando,
ni un Aston Martín DB4 de
color café
con asientos verdes de piel
cuarteada.
No, se está bien aquí,
los limpios óvalos de un vaso
de agua,
un pequeño cajón de naranjas,
un libro sobre Stalin,
un extraño pez gruñón en un
marco de la pared,
y estas tres velas,
cada una de diferente altura,
cantando en perfecta armonía.
Por ello, perdóname
si bajo la cabeza y escucho
a la pequeña vela con voz de
bajo cuando ejecuta un solo
mientras mi corazón
puntea bajo la camisa-
como rana en el borde de un
estanque-
y mis pensamientos se alejan
volando hacia una región
compuesta por un enorme cielo
y cerca de un millón de ramas
vacías.
I ask you
What scene would I
rather be enveloped in
than this one,
an ordinary night at
the kitchen table,
at ease in a box of
floral wallpaper,
white cabinets full of
glass,
the telephone silent,
a pen tilted back in
my hand?
It gives me time to
think
about the leaves
gathering in corners,
lichen greening the
high gray rocks,
and the world sailing
on beyond the dunes –
huge, oceangoing,
history bubbling in its wake.
Outside of this room
there is nothing that
I need,
not a job that would
allow me to row to work,
or a coffee-colored
Aston Martin DB4
with cracked green
leather seats.
No, it is all right
here,
the clear ovals of a
glass of water,
a small crate of
oranges, a book on Stalin,
an odd snarling fish
in a frame on the wall,
and these three
candles,
each a different
height, singing in perfect harmony.
So forgive me
if I lower my head and
listen
to the short bass
candle as he takes a solo
while my heart
thrums under my shirt
–
frog at the edge of a
pond –
and my thoughts fly
off to a province
composed of one
enormous sky
and about a million
empty branches.
***
Sin aliento
A unos les gusta la montaña, a
otros les gusta la orilla del mar,
dice Jean-Paul Belmondo
a la cámara en la primera
escena.
A unos les gusta dormir boca
arriba,
a otros les gusta boca abajo,
estoy aquí en la cama
pensando—
unos toman la forma del
asesinado,
inmóviles boca arriba toda la
noche,
otros flotan boca abajo en las
oscuras aguas.
Después están los que como yo
prefieren dormir de costado,
rodillas agrupadas en el
pecho,
cabeza descansando en un brazo
doblado
y una suave puño que roza la
barbilla,
que es como me gustaría que me
enterrasen,
encogido en un ataúd
con un pijama limpio de
algodón,
una almohada de pulmón bajo mi
pesada cabeza.
Tras una vida de ánimo
vigilante
y de inquieta vigilia,
estaré más que listo para
dormir,
así que no os fijéis en el
traje negro,
la corbata ridícula
ni es mis mustias manos
pálidas cruzadas sobre el pecho.
Bajadme a mi sueño profundo,
encogido en mí mismo
como el feto más anciano de la
tierra,
y mientras las vacas miran por
encima del muro
del cementerio, dejadme
descansar aquí
en mi pequeña habitación de
tierra,
las pestañas glaseadas con
hielo,
las raíces de los árboles
aproximándose,
y con sueños que ya no me
asusten.
Breathless
Some like the
mountains, some like the seashore,
Jean-Paul Belmondo
says
to the camera in the
opening scene.
Some like to sleep
face up,
some like to sleep on
their stomachs,
I am thinking here in
bed–
some take the shape of
murder victims
flat on their backs
all night,
others float face down
on the dark waters.
Then there are those
like me
who prefer to sleep on
their sides,
knees brought up to
the chest,
head resting on a
crooked arm
and a soft fist
touching the chin,
which is the way I
would like to be buried,
curled up in a coffin
in a fresh pair of
cotton pajamas,
a down pillow under my
weighty head.
After a lifetime of
watchfulness
and nervous vigilance,
I will be more than
ready for sleep,
so never mind the dark
suit,
the ridiculous tie
and the pale limp
hands crossed on the chest.
Lower me down in my
slumber,
tucked into myself
like the oldest fetus
on earth,
and while the cows
look over the stone wall
of the cemetery, let
me rest here
in my earthy little
bedroom,
my lashes glazed with
ice,
the roots of trees
inching nearer,
and no dreams to
frighten me anymore.
Billy Collins. Lo malo de la poesía y otros poemas. Traducción de Juan
José Almagro Iglesias. Bartleby Editores.
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