¿Cómo se dice esto
que no perdura?
Roberto Bolaño:
¿Cómo se dice esto que
no perdura?
Cristián Warnken:
¿Lo efímero?
(Entrevista. 1999)
Esto que abrasa
y languidece
un momento después de haber colgado,
cómo se dice el rato que vivimos
antes de la noticia de la muerte,
todo lo que ocurrió entre los silencios.
¿Cómo llamamos
al espacio que queda en el cilindro
del bolígrafo sin tinta?
¿Cómo se llama el hijo que no tengo,
el libro que me hubiera liberado
de aquel funesto amor?
―¿Cómo se dice cuando uno ama así?―
¿Cómo se dice esto que nos falta,
ahora mismo,
mañana, esto que falta y siempre falta
un día antes, en otro sitio, en otra
habitación?
Esto que perseguimos toda una vida en vano,
esta pequeña estafa que nos mueve
y seduce y obliga a continuar,
ciegos, locos y solos.
***
Los bichos (I)
Voy a sobrevivir a los animales
que tanto he amado.
Voy a vivirlos todos y su muerte,
acumulada en mí, llegará al fin
la noche que me marche entre maullidos
y golpes de herradura,
sombras largas con cola sobre cuadros y fotos
y pasos gigantescos que sortean
muebles, libros; las cosas que no fueron
más que objetos que tuve y nunca fui.
Es amargo saber que no podrán
ser convocados ya,
que en el claro remoto que de niño
creí adivinar al otro lado
del cuadro de Rousseau
no danzarán la danza de las fieras,
y habrá sólo un silencio de animales,
penetrante y anciano,
cien mil ladridos más triste que el mío.
***
Lo que voy a pedirte
Lo que voy a pedirte no se pide
ni se dice
en una vida ni en varias.
Porque es el exacto ruego de los ahogados últimos,
es la cosa que no
llega a ser más que un vago intento,
una presunción de materia
entre el grito y la furia de lo que sí que existe;
la lluvia, el mar, los árboles talados
que esperan en la nieve.
Esto que quiero decirte hoy
se
murmuró en las cuevas con terror,
en noches
de noviembre cuando noviembre aún
estaba por descubrirse
y la gente se reunía porque no había otra cosa
que la gente, el calor de la miseria compartida.
Es el mismo favor que viaja lento,
todavía,
bajo las masas heladas que amaron los pioneros,
donde no
ha nacido nadie y al final han muerto todos.
Es también
el
mensaje que encontraron pintado sobre la proa
de un
buque sin tripulantes
ni
pasajeros, que atravesaba a solas el Pacífico
persiguiendo las noches maoríes;
estaba escrito en el dialecto peligroso
de los pájaros extintos,
con las palabras bárbaras
que supieron domar los pueblos fieros
que conquistaron el sol
y luego ya no fueron nada:
mayoristas sin mácula en las islas
del mar Mediterráneo.
Vendrá la amenaza
persiguiendo mis palabras, exigiendo tu silencio,
vendrá la
duda y debes recordar
―en el centro del miedo trata de recordar―
que lo
más improbable era nacer
y que
encontrarte después
―descubrir cómo encontrarte―
era aún
más difícil.
Así que piensa en los pozos
de las
vastas llanuras cuando escuches el viento
―lo que voy a pedirte―,
cuando ponga en mi boca
la sencilla pregunta de los tiempos sencillos.
***
Big Bang
Atrás y más atrás, hasta el principio
cuando todo ardía y nada
era complejo, nada complicado.
Atrás, hasta el calor
primigenio, los fuegos que engendraron
universos y dioses y taxímetros,
frases largas y días sin que llames
y camareros torpes
y niños insolentes y los jueves
por la tarde sin nada en la nevera
todo
y atrás y atrás de nuevo
al instante anterior a la gran fiesta,
todo está preparado,
sólo falta que venga todo y tú
también, unos millones de años tarde,
claro,
hasta este mundo frío de materia
pervertida y promiscua. Atrás y atrás,
quiero esperarte aquí,
en esta oscuridad del porvenir,
expectante y ansioso,
y nombrar uno a uno los objetos,
las cosas, a medida que se expanden,
hasta llegar a ti, de nuevo a ti,
y no decirte nunca que he viajado
al principio de todo muchas veces,
que te he visto desnuda por primera
vez incontables noches,
pero siempre distintas (¡fiel azar!),
y siempre con la duda, el miedo frío
de no saber si estoy en este mundo
o en otro donde nuestros cuerpos no
se unen hasta explotar;
en otro donde no yacemos juntos
mirando al techo, a todo
lo que hemos generado con deseo:
el universo joven y voraz
sobre el cual no tenemos ya control.
Ben Clark. La fiera.
Editorial Sloper.
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