nos lleva por trigales y pueblos,
por calles asfaltadas y senderos de polvo.
Vemos pequeñas ventanas encendidas
al amanecer
y la luz de las últimas estrellas.
La noche queda lejos.
Andamos por una tierra no del todo desconocida,
y los hórreos nos hablan de recuerdos lejanos,
los bailes en campos verdes
y las feiras con
puestos de comida,
los juegos de escondite
y el ruido de los ratones sobre la madera.
Cuando llega la noche,
nos sentamos frente a los hórreos.
Y se presentan nuestros pasados.
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