Tal vez buscaba rescatar antiguos recuerdos con El libro del verano, pero sólo acudieron aquellos (d)escritos una y otra vez —los viajes en autobús donde, fuera, una noche extraña y veloz; las curvas y el mareo en la ascensión a las cumbres de los montes; la primera llegada a la casa de puertas rojas y la segunda a la casa de piedra y tejado de pizarra bajo el camino; las sendas abiertas en los campos aun sin segar hasta el recodo del río donde nadábamos mientras escuchábamos el trepidar de la caña de pescar de mi padre; las campanadas de la iglesia entre el chirrido de los insectos y las espigas de trigo y centeno y el motor de los tractores; el humo del cigarro alrededor de mi padre, en la penumbra de su taller de carpintero; los crucifijos en las habitaciones y el soñad con los angelitos de mi tía; el silencio sombreado de mi abuela, bajo la parra, su mirada en el horizonte, como si esperara el resurgir de un instante perdido; las fiestas de la malla y el camino blanco que era una promesa cuando se alejaba entre los montes y el camino blanco de estrellas en el cielo nocturno—.
El libro del verano es sencillez y ternura para hablar de una anciana que ve el iniciarse en la vida de su nieta, donde miedo y curiosidad e ira y expectación, y una muchacha que espera de su abuela conocimiento, comprensión, magia y contención tras perder a su madre. Cada capítulo son pequeñas estampas de un momento en apariencia intranscendente en el que abuela y nieta hablan de tormentas, miedos, dios, de naufragios, deseos, belleza en diferentes vacaciones de verano en una isla del archipiélago finlandés. Abuela y nieta se buscan o se enfadan entre ellas, intentan darle un sentido a lo misterioso o lo cotidiano, van al encuentro de tormentas y de prados y del mar, tallan figuras que dejar en un bosque fantasmal o dibujan aquello que les atemoriza, una naturaleza cambiante y luminosa aun en su oscuridad. En cada conversación entre abuela y nieta, un mundo nuevo en construcción y el hablar del pasado como forma de no perderlo. Hay mucho miedo en la nieta en ese abrirse a lo desconocido, en ese lento abandono de la infancia, en ese descubrir la muerte y la naturaleza. El padre, que aparece siempre de fondo, atareado y callado, sólo dice una frase en El libro del verano, y su vida en la ciudad apenas se menciona. Son las dos mujeres —los dos puntos apartados de la vida— quienes nos hablan y nos interpelan a explorar y preguntar y sacar nuestros miedos. Es un libro tierno, El libro del verano, una buena forma de apaciguarse en estos días rápidos y locos.
Anay me manda su último lunes de la temporada. Volverá en septiembre. Hoy, en mi respuesta a su carta, he compartido con ella un fragmento del libro de Tove Jansson donde habla de uno de sus vecinos de la abuela y nieta.
Hacía mucho tiempo que, aun sin haberlo comentado nunca, habían comprendido que a Eriksson no le gustaban mucho ni la caza ni los motores. Lo que a él le gustaba era más difícil de precisar, aunque totalmente explicable. Su interés y sus deseos repentinos volaban como la brisa marina sobre las aguas, por aquí y por allá, de modo que vivía constantemente en una alerta relajada. El mar siempre está expuesto a sucesos de naturaleza extraordinaria, arrastra a la deriva o al fondo todo tipo de cosas, o caen al agua por la noche cuando cambia el viento. Es preciso tener conocimientos, imaginación y una atención que no flaquee. Y olfato, nada menos. Los grandes sucesos siempre se producen en alta mar y por lo general son solo cuestión de tiempo. Entre la costa y el archipiélago solo pasan cosas menores, aunque también requieren que nos ocupemos de ellas; son tares que quizá tengan que ver con las ocurrencias de los veraneantes. Alguno quiere un mástil en el tejado y otro una piedra de una tonelada y media, pero que sea redonda. Y todo lo encuentra uno, si busca y tiene tiempo, es decir, si puede permitirse buscar; y durante la búsqueda uno es libre y encuentra cosas que ni había imaginado. A veces las personas son como son y, por ejemplo, quieren un gatito en junio y que le ahoguen al dichoso gato a primeros de septiembre. Todo se arregla. Pero otras veces la gente tiene un sueño y algo que conservar mucho tiempo.El libro del verano. Tove Jansson. Traducción de Carmen Montes Cano. Minúscula.
Que sea un verano propicio y homérico.
Los lunes de Anay. Abroad…
"La e nos llama"
JUAN VICENTE PIQUERAS
CANTO NUPCIAL
Lejos de diccionarios y decretos,
lejos de dividendos, de prudencias
polvorientas, y miles, y partidos,
fuera de doctorados y desfiles,
más allá de seguros, homenajes,
métodos, uniformes y medidas,
tu amor y el mío;
en el bando del viento y la paloma,
del lado de la rosa amordazada,
alzando la bandera de la vida;
igual que un vino bravo, como un mar
que se nos mueva dentro y crezca y llene
el corazón de música y futuro,
tu amor y el mío.
MIGUEL D'ORS
Feliz lunes y hasta septiembre.
Un beso,
Anay