Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

miércoles, 5 de abril de 2017

Billy Collins en Lo malo de la poesía y otros poemas II

El cordón

El otro día mientras me dedicaba a rebotar lentamente
por las paredes azules de esta habitación,
yendo de la máquina de escribir al piano,
de la estantería a un sobre que estaba en el suelo,
di a parar a la sección C del diccionario
donde mis ojos fueron a caer en la palabra cordón.

Ninguna galleta mordisqueada por un novelista francés
podría retrotraerte al pasado tan de repente -
un pasado donde me sentaba en un banco de trabajo en un campamento
junto al profundo lago Adirondack
aprendiendo a trenzar tiras finas de plástico
para hacer un cordón, un regalo para mi madre.

Nunca había visto a nadie usar un cordón
o llevar uno puesto, si eso es lo que se hacía con ellos,
pero esono evitó que yo entrecruzara
hebra sobre hebra una y otra vez
hasta que hice un compacto
cordón rojo y blanco para mi madre.

Ella me dio la vida y leche de sus pechos,
y yo le regalé un cordón.
Ella me dio el pecho en más de una sala de espera,
me dio cucharadas de medicina,
colocó paños fríos en mi frente,
y luego me mostró el camino hacia la luz etérea

y me enseñó a caminar y nadar,
y yo, a cambio, la obsequié con un cordón.
Aquí tienes miles de comidas, dijo,
y aquí tienes ropa y una buena formación.
Y aquí tienes tu cordón, contesté,
que hice con un poco de ayuda del monitor.

Aquí tienes un cuerpo que respira y un corazón que late,
fuertes piernas, huesos y dientes,
y dos ojos limpios para leer el mundo, susurró ella,
y aquí, dije yo, está el cordón que hice en el campamento.
Y aquí, deseo decirle ahora
tienes un regalo más pequeño -no la ancestral verdad

de que nunca puedes corresponderle a tu madre,
sino el compungido reconocimiento de que cuando
cogió de mis manos el cordón a dos colores,
estaba tan seguro como pueda estarlo un chaval
de que esta cosa sin valor e inservible que trencé
de puro aburrimiento sería suficiente para quedar en paz con ella.


The lanyard

The other day I was ricocheting slowly
off the pale blue walls of this room,
bouncing from typewriter to piano,
from bookshelf to an envelope lying on the floor,
I found myself in the L section of the dictionary
where my eyes fell upon the word lanyard.

No cookie nibbled by a French novelist
could send one more suddenly into the past
a past where I sat at a workbench at a camp
by a deep Adirondack lake
learning how to braid thin plastic strips
into a lanyard, a gift for my mother.

I had never seen anyone use a lanyard
or wear one, if that s what you did with them,
but that did not keep me from crossing
strand over strand again and again
until I had made a boxy
red and white lanyard for my mother.

She gave me life and milk from her breasts,
and I gave her a lanyard.
She nursed me in many a sickroom, lifted teaspoons of medicine to my lips,
set cold face-cloths onto my forehead,
and then led me out into the airy light

and taught me to walk and swim,
and I, in turn, presented her with a lanyard.
Here are thousands of meals, she said,
and here is clothing and a good education.
And here is your lanyard, I replied,
which I made with a little help from a counselor.

Here is a breathing body and a beating heart,
strong legs, bones and teeth,
and two clear eyes to read the world, she whispered,
and here, I said, is the lanyard I made at camp.
And here, I wish to say to her now,
is a smaller gift not the worn truth

that you can never repay your mother,
but the rueful admission that when she took
the two-tone lanyard from my hand,
I was as sure as a boy could be
that this useless, worthless thing I wove
out of boredom would be enough to make us even.

***

Acerca del hecho de no encontrarte en casa

Normalmente apareces en la puerta principal
cuando oyes mis pisadas en la gravilla,
pero hoy la puerta estaba cerrada,
ni siquiera un hilillo de humo gris de la chimenea.

Me asomé por una ventana
pero no había nada más que una mesa con un peine,
unas flores amarillas en un vaso de agua
y oscuras sombras en las esquinas de la habitación.

Me quedé de pie un rato bajo el árbol grande
y escuché el viento y los pájaros,
tu viento y tus pájaros,
tus bosques verdes y oscuros más allá de un pequeño claro.

Eso no es lo que es ser tú,
me di cuenta cuando unas pocas de tus magníficas nubes
sobrevolaban el tejado.
Tan sólo soy yo pensando en el hecho de ser tú.

Y antes de volver a bajar por la cuesta,
caminé en círculo alrededor de tu casa,
dibujando una línea invisible
que tendrías que cruzar antes de anochecer.


On not finding you at home

Usually you appear at the front door
when you hear my steps on the gravel,
but today the door was closed,
not a wisp of pale smoke from the chimney.

I peered into a window
but there was nothing but a table with a comb,
some yellow flowers in a glass of water
and dark shadows in the corners of the room.

I stood for a while under the big tree
and listened to the wind and the birds,
your wind and your birds,
your dark green woods beyond the clearing.

This is not what it is like to be you,
I realized as a few of your magnificent clouds
flew over the rooftop.
It is just me thinking about being you.

And before I headed back down the hill,
I walked in a circle around your house,
making an invisible line
which you would have to cross before dark.

***

Engáñame sin que me entere

Estoy debajo de la colcha
esperando a que el calor llegue aquí arriba
a borbotones y con un fino silbido
y al golpetazo del agua
que del susto sacará al frío de la habitación.

Y estoy escuchando a una cantante de blues
llamada Precious Bryant
que canta una canción titulada “Engáñame sin que me entere”.

Si no me amas cariño, canta ella,
¿podrías engañarme sin que me entere?

También acaricio la cabeza del perro
y anoto estas palabras,
lo que significa que estoy volando apaciblemente
teniendo presente el consejo budista
de hacer las cosas de una en una.

Sólo sirve el té,
sólo mira fijamente a la flor,
sólo canta la canción-
una a una las cosas
y alcanzarás la serenidad,
que es lo que me encantaría conseguir
cuando las aspas del ventilador de la mañana comiencen a girar.

Si no me amas, cariño,
canta ella
mientras una luna diurna se va apagando en la ventana
y las manecillas completan la circunferencia del reloj,
¿podrías por favor engañarme sin que me entere?

Sí, Precious, contesto,
te engañaré lo mejor que pueda,
pero primero tengo que aprender a escucharte
con todo mi corazón,
y hasta que no hayas acabado

no me pondré las zapatillas,
ni apretaré el tubo de pasta dentífrica
ni pondré una gran cara espumosa en el espejo,

dedicada expresamente a hacer las cosas de una en una-
tú nota a nota, amor,
yo diente a diente.


Fool me good

I am under the covers
waiting for the heat to come up
with a gurgle and hiss
and the banging of the water hammer
that will frighten the cold out of the room.

And I am listening to a blues singer
named Precious Bryant
singing a song called "Fool Me Good."

If you don't love me baby, she sings,
would you please try to fool me good?

I am also stroking the dog's head
and writing down these words,
which means that I am calmly flying
in the face of the Buddhist advice
to do only one thing at a time.

Just pour the tea,
just look into the eye of the flower,
just sing the song --
one thing at a time

and you will achieve serenity
which is what I would love to do
as the fan blades of the morning begin to turn.

If you don't love me, baby,
she sings
as a day-moon fades in the window
and the hands circle the clock,
would you please try to fool me good?

Yes, Precious, I reply.
I will fool you as good as I can,
but first I have to learn to listen to you
with my whole heart,
and not until you have finished

will I put on my slippers,
squeeze out some toothpaste,
and make a big foamy face in the mirror,

freshly dedicated to doing one thing at a time --
one note at a time for you, darling,
one tooth at a time for me.
Billy Collins. Lo malo de la poesía y otros poemas. Traducción de Juan José Almagro Iglesias. Bartleby Editores.

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