Es ahora cuando asumo que he cumplido cincuenta. En febrero, dos meses después de la muerte de mi madre, mi primer cumpleaños sin ella y sin mis padres, la celebración fue triste y bonita, pero sin rastro del tiempo pasado —sí de espacios vacíos—.
Hace poco escuché a Berto Romero decir que a sus cincuenta sentía ser la misma persona que era a los veinte. Dick hablaba de todos los yoes, todos los tiempos que tenemos dentro. Vamos sumando capa sobre capa y, a veces, somos capaces de recuperar una de ellas entre la vorágine de la rutina. A mis cincuenta encuentro aún al niño que fui, solitario, alocado, la búsqueda de un orden en los juegos de construcción y las series de números que escribía en cuadernos de papel pautado. También, la soledad cinéfila de mi adolescencia, el gusto por el viento y el cielo brutalmente estrellado de las noches de verano, la escucha atenta de otras historias —recuerdos de guerra, romerías, inviernos alrededor de la cocina, como antaño junto a una pequeña hoguera resplandeciendo—. Y las caras del amor y el miedo, el descubrimiento de la lentitud, la literatura y la muerte, la belleza en un camino blanco y el vuelo de una bandada de golondrinas, la culpa y el olvido de todos estos años hasta hoy. La constante de la soledad y el silencio.
Hace pocos días que me pregunto por estos cincuenta y los años futuros. Qué habrá de nuevo y cómo será mirar hacia atrás desde una distancia cada vez más lejana. Imagino, por los últimos años de mis padres, que me volveré nostálgico impetuoso, se acrecentarán los miedos, extrañaré todo aquello que una vez hacíamos sin dolor o temblor y haré listas de momentos vividos como espejismos: gauchos a caballo entre el tráfico, la quema de una página de Jack London como ritual en el fin de la tierra, los caminos blanqueados por la luz de la luna, los agujeros de bala en un puente de Novi Sad, la diminuta mano de mi sobrino, al poco de nacer, abarcando mi dedo índice.
Los lunes de Anay. Credos…
A mis 50.
"La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no se equivoca y es
comunal y buena"
FERNANDO PESSOA
Andar, mirar mucho hacia arriba
repetir aquí no basta
con un pie que tiembla
Acaso es que es
mentira
no existe otro
lugar
Algo alguien
¿verdad?
tiene que haber
Si no dime
cómo es que hay
un niño que va dejando arroz
para que baje un pájaro
hasta su mano
CARLA NYMAN
Feliz lunes.
Un beso,
Anay