a) Salgo de los cuentos de Askildsen con la sensación de
haber atravesado un paisaje vacío: la tensión ante algo que está por suceder,
por hacerse presente y cambiarlo todo,
una verdad que está por revelarse pero que se malogra antes de
concretarse, la vida de unos personajes que parecen atrapadas en el tedio y que
ansían, al salir de casa, vivir una experiencia, o miran por la ventana en
busca de una luz que destelle, por un instante, en la oscuridad, y rompan su
aislamiento. La escritura de Askildsen es fría, lacónica, es la palabra justa y
precisa, apenas necesita unos trazos para componer una escena, apenas un par de
frases para conocer la voz y rostro de sus personajes, unos personajes que se
enfrentan a unas relaciones decepcionantes y agotadas, unas vidas anodinas
dominadas por silencios abrumadores, por lo que no se dice, convirtiendo esos
silencios en frontera. Los diálogos, parcos, sólo sirven para mostrar la
distancia entre los personajes, la soledad y el aburrimiento de cada uno de
ellos. Y es en esa soledad, casi siempre en la noche, antes de acostarse, donde
los protagonistas se quedan ante sus pensamientos, el mundo interior e
inaccesible al otro, y llegan a percibir una verdad terrible.
Se quitó los zapatos y se metió debajo del edredón con la ropa puesta, luego volvió a levantarse, cerró la puerta y volvió a acostarse. Pero enseguida supo que no lograría dormirse y que quedarse sin hacer nada no haría sino empeorarlo todo, reforzar esa creciente sensación de abandono, de extravío. Y sin embargo no se levantó, pensó: Pero si así es como es, si este es el núcleo de mi vida. Lo otro no es más que actividad, acción, huir de ser reconocido.
b) Hablo de un paisaje vacío al salir de los libros de
Askildsen no como algo peyorativo o decepcionante, sino asombrado ante la desnudez
de una escritura capaz de mostrar una vida entera a través de un detalle de
ella. No hay refugios en los paisajes vacíos, y eso parece ocurrir en la vida
de los personajes de Askildsen, no hay un lugar seguro, lo importante ocurre en
la mente de los protagonistas, no en sus palabras, mantienen conversaciones
intranscendentes mientras lo primordial, el centro de su pensamiento, queda
oculto al otro. Entonces, la tensión y la tirantez ante aquello que no se dice,
ante un mundo interior que no se verbaliza. La distancia y la separación y el
agotamiento: así transcurren los encuentros entre los personajes.
c) Askildsen escribió los cuentos El precio de la amistad, que apenas ocupan ochenta páginas, entre
1998 y 2004. Imagino la labor de poda de estos cuentos hasta dejarlos
desprovistos de todo lo superfluo. Algunas descripciones de caminos y paisajes,
algún rasgo físico despechado en un par de adjetivos, poco más. Y aún así, en
ese paisaje vacío, siento el mundo subterráneo de los personajes, su tedio y su
malestar, su búsqueda de una experiencia, su alejamiento e incomprensión del
otro, algo que está por emerger, tal vez con una violencia seca y rápida. Son
vidas en un paraje gris, enfriadas por los años y los encuentros con el otro,
que se sorprenden cuando una luz aparece en un estallido de un segundo antes de
desaparecer, dejando una estela confusa y extraña. Hay un hombre, un anciano
ciego, que siente que todo se iluminó por un instante al volver la cabeza hacia
su hijo y advierte el desconcierto de quien se encuentra ante una revelación,
otro que enciende un farol para hacerse visible a su vecina y marcar su
posición en la noche para romper una soledad que le ha dejado sin palabras, hay
quien acude al entierro de un hermano y cuando sale a la luz del otoño sólo
quiere desaparecer de la multitud, quien queda con un amigo para comer
esperando una conversación significativa, hay un hombre que se pregunta por lo
que cree que su mujer sabe de él, un matrimonio que ha dejado de reconocerse.
¿Qué sabes tú de lo que yo creo?, dijo ella, cuéntame lo que crees que yo creo.No contesté. Pensé: Que se joda.La toqué suavemente y dije que sentía haber dicho que había quedado con William.Bueno, dijo ella.Retiré la mano.No tenía nada que ver contigo, dije.Pero, Martin… dijo ella.No sabía qué más decir. Ella se volvió y me miró. Nuestras miradas se cruzaron. Era incapaz de ver lo que había en esa mirada. Ella estaba completamente tranquila; tenía una expresión parecida a la que tiene a veces cuando duerme. Me acarició la mejilla.Esto no cambia nada, dijo.Así es, pensé.¿A que no?, preguntó.No, contesté.
coda) Me gusta Askildsen. Su austeridad. Su laconismo. He
disfrutado de estos relatos, no tanto como en aquellos, admirables, de Desde
ahora te llevaré a casa o los recogidos en Todo como antes; los he leído con
lentitud, me ha vuelto a ganar con su forma de desprenderse de lo intrascendente
para hablar de la distancia con el otro, de todo aquello que no se dice.
Entiendo que haya a quien no lleguen estos relatos. Que les parezcan
esquemáticos. Para mí tienen el valor de un paisaje vacío: me hace preguntarme
por aquello que falta.
Cuando la mujer se alejó, él dijo que hacía mucho tiempo que
no nos veíamos, y que mientras estaba esperándome, pensó que quizá fuera
demasiado tiempo y no nos reconociéramos, y tal vez hubiera variado nuestro
concepto de nosotros mismos, porque era muy normal que hubiéramos cambiado, al
menos con relación al otro, ya que la influencia recíproca había cesado.
Esas eran las palabras que yo había utilizado en mi discurso
esa última noche, dijo él, yo había dicho que la amenaza para una amistad era
que la influencia recíproca cesara.
Kjell Askildsen. El
precio de la amistad. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo.
Nórdica libros.