Desde hace más de tres años, cierro la puerta de casa a las cinco y media de la mañana. En invierno, las heladas y la oscuridad. Hoy, la primera luz en el cielo y Venus sobre los montes —busco su destello mientras me digo buen camino y doy los buenos días a mis padres. Y si estoy triste o nervioso, repito aquel mantra del reiki “sólo por hoy…”— Apenas el ruido de los pabellones del polígono cercano, el retumbo de algún coche, el gorjeo de los mirlos junto a la estación del metro. Poca gente, siempre los mismos en el mismo lugar del andén y los vagones, como una superstición. Leo, de pie en el metro y luego sentado en el tren, los reencuentros de Delbo, años después, con sus compañeras supervivientes de los campos de concentración. Es una lectura bella y dura, porque la escritura de Delbo es bella y dura al escribir sobre la imposibilidad del regreso (volver no significa regresar), sobre la no existencia y ausencia de palabras y la negación del llanto, sobre retomar la vida de a poco, y preguntarse, al ver un rostro, si les hubiera ayudado a caminar. La voz de esas mujeres me acompaña en su intento de volver a la vida mientras, fuera del tren, un amanecer carmesí.
Los lunes de Anay. Aftersun…
"Tú no tienes la culpa del incendio"
JESÚS COTTA
PURA VIDA
Con la melena
al viento,
ondeando,
y esa mezcla de recato y brío,
la cajera
del supermercado
cruza el parque
en bicicleta
hacia la playa,
y me adelanta
y es...no sé...
cómo decirlo...
todo lo contrario
a que te adelante
una funeraria.
KARMELO C. IRIBARREN
Feliz lunes.
Un beso,
Anay
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