sábado, 30 de abril de 2016

¿Qué haría hoy Don Quijote con los molinos?

Dicen que luché con honor, valentía y honradez y que perdí casi todas mis batallas, dicen que tenía una fiebre dentro de mí que me hacía ver el mundo habitado por gigantes, castillos y caballeros, dicen locura, derrota, espejismo. Los hombres hablan junto a los viejos molinos, recuerdan que confundí ovejas con ejércitos y que me creí hechizado y maldito, que convertí a una sencilla muchacha en la más bella y a mi escudero en gobernador de una ínsula inexistente, ríen, gritan y susurran, imitan duelos y manteos, los ojos desbocados y enérgicos, el gesto austero y retador, las manos un lenguaje extraño y retorcido. La multitud aplaude y asiente con la cabeza, lleva ropa que imita armaduras y camisetas con una figura alargada y negra. Y yo no recuerdo más que un camino blanco entre esta tierra que era una promesa y una esperanza y que era en la penumbra donde la realidad mostraba su cara oculta. Intento invocar aquella vida lejana, los días de cielos bajos y las noches de camaradería alrededor de una hoguera pero sólo veo la sombra de las aspas sobre la tierra y me siento dentro de un mundo inventado, de un hechizo que me ciega, y me acerco a la pared del molino y la toco con mis manos quebradizas y le pido piedad y que me devuelva la fiebre que una vez tuve, y con la fiebre, el sonido de los cascos sobre un camino pedregoso y una dama por la que luchar, sólo eso, molino, que te conviertas en gigante y me salves de esta brujería.

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