Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

martes, 1 de agosto de 2017

fragmentos de Sam Shepard



leo la noticia de su muerte
en el periódico de la mañana

hablan de su carrera como actor
de sus obras de teatro
de sus colaboraciones con Wenders y Dylan

nada de sus libros de relatos

recuerdo enfrentarme a El gran sueño del paraíso
Crónicas de motel y
Cruzando el paraíso
con una imagen de vaquero crepuscular
en mi cabeza
(como todas las imágenes,
incompleta y no del todo real)

En Shepard encontré habitaciones de hotel
carreteras
y grandes espacios abiertos
donde descubrirse ante una soledad desconocida

encontré diarios de rodaje y diarios de viaje
las relaciones entre padres e hijos
siempre difíciles y extrañas
los amores que se definían por la cuerva de una cadera
o por quién pretendíamos ser en un primer beso

encontré mujeres bravas
adolescentes perdidos
hombres desarraigados

la palabra precisa
la voz lacónica

la desnudez de los paraísos




En Crónicas de motel

Se queda junto a la reventada maleta, contemplando las que fueran sus pertenencias. Aplastadas pastillas de jabón que se llevó del baño de los moteles. Chatas latas de judías. Un magullado mapa de Utah. El recalentado alquitrán negro empaña la blanquísima toalla que se guardaba para el primer baño a fondo de todo un mes.
De un extremo a otro de la carretera, nada se mueve. Ni un solo tallo se agita. Ni siquiera se mueve la solitaria pluma de alondra enganchada en el clavo del poste de la valla.
Avanza con la puntera de la bota por la negra pista de caucho quemado del patinazo. Sigue con la vista el brusco y enloquecido viraje de los neumáticos. El acre olor del caucho. El dulce olor de la arena abrasada.
Ahora salta un lagarto. Deja una estela pisciforme con la cola. Desaparece. Tragada por el mar de arena.
¿Debería esforzarse por salvar alguna cosa? Un simple botón de muestra. ¿Un par de calcetines? ¿Las pilas de la linterna? Debería tratar de recoger alguna cosa para llevársela a ella a su regreso. Algún detalle. Un recuerdo para que ella no pueda creer que no ha estado haciendo absolutamente nada. Que se ha pasado todos estos meses errando de un lado para otro.
Revuelve los restos de una rama de mezquite. Busca un regalo. No parece que valga la pena salvar ninguna cosa. Ni siquiera las que no se han estropeado. Ni siquiera la ropa que lleva puerta. El anillo de Turquesa. Las botas de punta afilada. La Hebilla india.
Lo arroja todo al montón de chatarra. Se queda sentado en cuclillas, completamente desnudo, en medio de la ardiente arena. Prende fuego a los restos. Después se pone en pie. Vuelve la espalda a la Highway 608. Se pone a caminar hacia las desiertas extensiones.
17/2/80
Santa Rosa, Ca.


***


Si todavía rondaras por aquí
Te cogería
Te sacudiría por las rodillas
Te soplaría aire caliente en ambas orejas

Tú, que podías escribir como una Pantera
Todo lo que se te metiera en las venas
Qué clase de verde sangre
Te arrastró a tu destino

Si todavía rondaras por aquí
Te desgarraría hasta meterme en tu miedo
Te lo arrancaría
Para que colgara como un pellejo
Como jirones de miedo

Te daría la vuelta
Te pondría de cara al viento
Doblaría tu espalda sobre mi rodilla
Masticaría tu nuca
Hasta que abrieras tu boca a esta vida
31/1/80
Homestead Valley, Ca.
(Traducción de Enrique Murillo. Anagrama)




En El gran sueño del paraíso

Detiene el coche al final de los depósitos de pienso de Coalinga y apaga el motor. La enorme llanura de San Joaquín se extiende ante sus ojos, pero no está en condiciones de apreciarla. No le impresiona y tampoco es capaz de valorar su importancia histórica, sólo siente desprecio. El aire ardiente apesta a ganado. El pulso le late en la base de la lengua seca y le arde la cabeza. La cabeza entera. Y luego está el teléfono, silencioso, abandonado sobre una cañería de cromo, bajo un globo azul claro de plástico que lo protege del sol rugiente. Su modernidad le asquea, le hace sentirse peor, más fuera de lugar. Más allá del teléfono, grupos de patéticos becerros se erigen encima de grandes montones oscuros de su propia mierda, a la espera de ser sacrificados. Vapores de calor se elevan de los montones que se cuecen bajo el sol como si estuvieran a punto de explotar y lanzar por el aire trozos de vaca descuartizada hasta la autopista. Más allá del ganado no hay nada. Absolutamente nada se mueve; todo está despejado hasta el horizonte gris, neblinoso.
(Traducción de Eugènia Broggi. Anagrama)



En Cruzando el paraíso


Avanzaron hasta el borde de otra garganta, y en esta ocasión Price ni siquiera hizo que el caballo se detuviese un momento. Se limitó a agarrarse a la crin y dejó que saltase a lo desconocido. Dejó de ejercer el más mínimo control sobre las riendas y permitió que su montura vagase por el fondo, avanzando entre rocas y sorteando las torrenteras en las zonas donde el agua había ido abriendo profundos y oscuros cauces. Price pensó que si erraba por allí el tiempo suficiente, acabaría perdiéndose. Se encontraría tan desesperadamente perdido que descubriría alguna parte de sí mismo hasta ese momento desconocida para él. Una parte de sí mismo con la que se vería obligado a trabar conocimiento. La idea le hizo temblar y sentirse aterrorizado. Su mente no cooperaba. No podía controlar las imágenes. No tenían sentido aparente. Las veía aparecer en su cabeza como si llevase mucho tiempo sentado en una sala de cine para asistir a una sesión matinal, completamente solo. Vio a John Wayne con un abrigo de piel de búfalo. Al presidente Bush con una gorra de béisbol y corbata. Bombas cayendo sobre Bagdad. Bombas vistas desde las alturas, como si estuviese mirando a través del escotillón de un avión. El rostro regordete y satisfecho del general Schwarzkopf. Un chico golpeando el muro de Berlín con un martillo de herrero sin hacer mella en él. Imágenes de noticias. Imágenes de rostros que generaban noticias. Imágenes de cuervos y halcones. La cabeza de una liebre muerta. Y Madilia. Sus intensos y magníficos ojos.
(Traducción de Mauricio Bach. Anagrama)

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