Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

sábado, 30 de abril de 2016

¿Qué haría hoy Don Quijote con los molinos?

Dicen que luché con honor, valentía y honradez y que perdí casi todas mis batallas, dicen que tenía una fiebre dentro de mí que me hacía ver el mundo habitado por gigantes, castillos y caballeros, dicen locura, derrota, espejismo. Los hombres hablan junto a los viejos molinos, recuerdan que confundí ovejas con ejércitos y que me creí hechizado y maldito, que convertí a una sencilla muchacha en la más bella y a mi escudero en gobernador de una ínsula inexistente, ríen, gritan y susurran, imitan duelos y manteos, los ojos desbocados y enérgicos, el gesto austero y retador, las manos un lenguaje extraño y retorcido. La multitud aplaude y asiente con la cabeza, lleva ropa que imita armaduras y camisetas con una figura alargada y negra. Y yo no recuerdo más que un camino blanco entre esta tierra que era una promesa y una esperanza y que era en la penumbra donde la realidad mostraba su cara oculta. Intento invocar aquella vida lejana, los días de cielos bajos y las noches de camaradería alrededor de una hoguera pero sólo veo la sombra de las aspas sobre la tierra y me siento dentro de un mundo inventado, de un hechizo que me ciega, y me acerco a la pared del molino y la toco con mis manos quebradizas y le pido piedad y que me devuelva la fiebre que una vez tuve, y con la fiebre, el sonido de los cascos sobre un camino pedregoso y una dama por la que luchar, sólo eso, molino, que te conviertas en gigante y me salves de esta brujería.

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