Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

lunes, 29 de febrero de 2016

William March en Compañía K

El teniente Edward Bartelstone

Cuando terminé la guardia, tenía frío y estaba enfermo; tiritaba y estaba calado hasta mis desgraciados huesos. Las sabandijas me picaban en la espalda y me subían por el pecho. Hacía semanas que no me lavaba y tenía los pies llenos de unas ampollas insoportables. En el refugio subterráneo el olor acre era asfixiante y me revolvía las entrañas, dándome náuseas. Encendí mi vela y pasé un buen rato mirándome las manos sucias y las uñas cubiertas de barro seco. Me invadió una sensación de repugnancia.
—Estoy dispuesto a soportar lo que sea —dije—, pero me niego a soportar ni un día más toda esta porquería. —Amartillé mi pistola y la dejé en la estantería al lado de la vela—. A medianoche en punto me mataré.
Encima de la cama encontré unas revistas que Archie Smith ya había leído y me había pasado. Cogí una al azar y la abrí. Delante de mí, con una mirada cargada de tristeza y compasión, estaba Lillian Gish. En mi vida he visto algo tan puro y limpio como su rostro. Pestañeé varias veces como si no diera crédito a lo que veían mis ojos. Entonces acaricié sus mejillas con el dedo, muy suavemente.
—Vaya, eres tan limpia y preciosa —dije sorprendido—. ¡Qué pura y preciosa y dulce eres!
Recorté la fotografía, hice una funda de cuero donde guardarla y la llevé conmigo a todas partes hasta que terminó la guerra. Solía mirarla todas las noches antes de irme a dormir y todas las mañanas nada más despertarme. Me protegió durante aquellos terribles meses y me ayudó a salir, cuando todo acabó, tranquilo y sereno.
William March. Compañía K. Traducción de Bianca Southwood. Libros del silencio.

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