Piensa en el largo camino de regreso.
¿Tendríamos que habernos quedado
en casa pensando en este lugar?
¿Dónde estaríamos ahora?

Elizabeth Bishop

domingo, 30 de agosto de 2015

El pony colorado. John Steinbeck




Hay algo en las novelas de Steinbeck que me hace sentir en casa, los recuerdos de Salinas, una tierra casi mítica donde conviven pioneros y viejos indios, las cumbres de las montañas que esconden todo un continente detrás de ellas o son la última frontera antes del océano, los braceros, emigrantes y campesinos que intentan sobrevivir y salir adelante, las tormentas de polvo y los campamentos desolados de hombres y mujeres derrotados por la sequía y los bancos, la ternura, la comprensión y la picaresca de vagabundos que pescan ranas, montan fiestas de disfraces y planean pequeñas intrigas.

El pony colorado lo forman cuatro relatos protagonizados por Jody, un niño de diez años que vive en un rancho en el valle de Salinas, y su iniciación en el mundo de los adultos. Jody es un niño solitario, curioso e inteligente, ayuda a su padre y a Bill en bracero en el rancho, observa las montañas y los prados que le rodean, hace pequeñas incursiones por las tierras alrededor y se pregunta por el mundo de más allá, se encarga de un pony y un potro y cree en las palabras de su padre y Bill, adultos a los que cree seguros y fiables y que descubre que también pueden ser frágiles y dubitativos y que se equivocan.

Hay dos personajes secundarios inolvidables en El pony colorado, Gitano, un viejo que vuelve a su hogar para morir, una tierra que se está transformando poco a poco, el cuerpo y la mirada consumidos y que sólo tiene la comprensión de Jody y un caballo tan viejo como él y que son capaces de un último acto heroico y lleno de vida y dignidad, y el abuelo de Jody, alguien que vivió un momento de gloria, la guía de una caravana hasta la costa, y que en su vejez repite una y otra vez la misma historia, un hombre al que detuvo un océano, dejando su vida en una rutinaria placidez. El gitano y el abuelo que se han visto superados por el tiempo y que buscan un último gesto o se agarran a las historias que les conformaron como adultos.


-Míralo de este modo, Carl -dijo con calma-. Fue el gran acontecimiento en la vida de mi padre. Condujo una expedición de caravanas a través de las praderas hasta la costa y cuando lo hubo hecho su vida concluyó. Fue una gran hazaña, pero no duró lo bastante. ¡Mira! -prosiguió-. Es como si hubiera nacido para hacer eso y una vez que lo hizo ya no le quedara nada más que hacer que pensar sobre ello y contarlo. Si hubiera podido seguir más hacia el oeste, lo habría hecho. Me lo ha dicho él mismo. Pero al final estaba el océano. Vive justo al lado de ese océano en el que tuvo que detenerse.

Los relatos de El pony colorado pertenecen a la primera época de Steinbeck, los trazos de un lugar y unos personajes de leyenda que irá definiendo en posteriores novelas como Cannery Row o Tortilla Flat. Steinbeck escribe con sencillez la iniciación de Jody en el mundo de los adultos, hay cercanía, lirismo y contención en unos relatos que hablan de sueños rotos y tiempos que desaparecen y dejan una sombra fantasmal, un mundo de praderas y grandes viajes que no volverá.






Jody escuchaba en silencio y le parecía oír la suave voz de Gitano y su incontestable: «Pero yo nací aquí». Gitano era tan misterioso como las montañas. Había cerros allá atrás hasta donde alcanzaba la vista, pero tras el último cerro, levantándose contra el cielo, había una enorme porción de territorio desconocido. Y Gitano era un hombre viejo, sólo había que mirar sus apagados ojos oscuros. Y tras ellos había algo desconocido. Nunca contaría lo bastante como para dejarte averiguar lo que había dentro, bajo sus ojos.

***

Jody se echó en la cama y pensó en un mundo imposible de indios y búfalos, un mundo que había dejado de existir para siempre. Deseaba haber vivido durante los tiempos heroicos, pero sabía también que no tenía madera de héroe. Nadie de estos tiempos, excepto Billy Buck, valía lo bastante para hacer las cosas que tenían que hacerse. Una raza de gigantes había vivido entonces, hombres sin miedo, hombres de una firmeza desconocida actualmente. Jody pensó en las grandes praderas y en las caravanas avanzando por ellas como ciempiés. Pensó en el Abuelo en un enorme caballo blanco, conduciendo a la gente. Por su mente marchaban los grandes fantasmas, tierra adelante, hasta desaparecer.
John Steinbeck. El pony colorado. Traducción de José Luis Piquero. Navona.

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